México: filosofía en el siglo XX

Ensayo

En un libro publicado recientemente, Gustavo Leyva ubica la filosofía nacional en su propio contexto y al mismo tiempo reconstruye sus influencias extranjeras.

En poco más de mil páginas, el autor revisa los problemas planteados por la filosofía en México desde comienzos del siglo XX. (Shutterstock)
Luis Xavier López Farjeat
Ciudad de México /

En México se han dado aproximaciones originales a los temas perennes de la filosofía y se han planteado nuevos problemas, más allá de los que provienen de las mentalidades europea y anglosajona. La filosofía en México no es sólo un episodio de los estudios latinoamericanos, sino que debe situarse como una forma de pensar propia y autónoma, integrada a la vez a la filosofía universal.

Un planteamiento cercano al anterior se encuentra en el libro La filosofía en México en el siglo XX (2018). Gustavo Leyva, su autor, ubica la filosofía en México en su propio contexto y en el latinoamericano; destaca sus especificidades, pero al mismo tiempo reconstruye minuciosamente sus influencias extranjeras exponiendo las principales tesis e ideas de filósofos europeos, anglosajones y, en algunos casos, latinoamericanos; explica con absoluto rigor la asimilación de esas filosofías importadas, ahondando en su desarrollo y transformación en un entorno político y cultural distinto del europeo y el anglosajón; expone, en detalle, procesos intelectuales complejos que derivan en una visión particular de la filosofía que, si bien podría parecer regional, no se deslinda por completo de la filosofía universal y, de hecho, forma parte del desarrollo general de las ideas filosóficas.

Positivistas y antipositivistas

En poco más de mil páginas, Gustavo Leyva revisa los problemas planteados por la filosofía en México desde comienzos del siglo XX, su desarrollo y la forma en que han estado presentes en la historia del México moderno, caracterizado, desde finales del siglo XIX, por sus esfuerzos permanentes de modernización económica, sociopolítica, cultural y educativa. El libro comienza con un ensayo sobre el positivismo, seguido por otros dos en los que se exponen dos críticas distintas al positivismo, la primera elaborada por el Ateneo de la Juventud, y la segunda por el neokantismo. Leyva explica el proceso de recepción e instauración del ideario liberal y del positivista, y la manera en que se convirtió en la justificación ideológica del Porfiriato.

El Ateneo de la Juventud reaccionó contra esa forma de modernización centrada exclusivamente en el progreso económico, científico y tecnológico, apostando, en contraste, por un proyecto educativo capaz de enfrentar los excesos del cientificismo, la industrialización y la fascinación por lo europeo. Los miembros del Ateneo se dieron a la tarea de recuperar los valores culturales, éticos y estéticos propios de la realidad mexicana y latinoamericana. Sobre el Ateneo de la Juventud se ha escrito bastante. No, en cambio, sobre el neokantismo en México. Tras una detallada introducción a las Escuelas de Baden y Marburgo, Leyva explica la influencia de Ortega y Gasset en la transmisión del neokantismo hacia México, destacando el papel de filósofos como Adalberto García de Mendoza, Francisco Larroyo y Guillermo Héctor Rodríguez.

La irrupción de la filosofía continental

En el siguiente ensayo se describe detalladamente la irrupción de la filosofía continental, sobre todo de la fenomenología, el existencialismo y el historicismo. En lo que respecta a la fenomenología, Leyva distingue dos etapas. La primera de ellas remite a cuatro filósofos mexicanos (Adalberto García de Mendoza, Antonio Caso, Eduardo García Máynez y Samuel Ramos); la segunda a los filósofos españoles transterrados (en especial, Joaquín Xirau, Eduardo Nicol y José Gaos). La descripción de la primera etapa incluye una breve disquisición acerca de cuáles habrían sido las rutas precisas por las cuales la fenomenología entraría a México.

El desarrollo de la segunda etapa es mucho más amplio, puesto que, como se sabe, los exiliados españoles no solo fortalecieron la fenomenología en México, sino también el historicismo y el existencialismo que habían aprendido gracias a la genialidad —hoy en día injustamente relegada y desdeñada por varios filósofos— de Ortega y Gasset. Ortega influyó notoriamente en varios filósofos españoles: Joaquín Xirau, Eduardo Nicol, Juan David García Bacca y José Gaos, que hicieron escuela en México.

Los alumnos de Gaos, por ejemplo, fueron Luis Villoro, Alejandro Rossi, Fernando Salmerón, Leopoldo Zea, Emilio Uranga, Ricardo Guerra y Carmen Rovira, entre otros. La versatilidad intelectual de Gaos resulta fascinante. Además de traductor y de ser quien más contribuyó al estudio de la fenomenología en México, se interesó en el pensamiento hispanoamericano en general y por el mexicano en particular. También intentó articular históricamente las ideas de su tiempo con la intención de resaltar las aportaciones y particularidades de la filosofía en México influyendo así, junto con las ideas de Leopoldo Zea, en las discusiones generadas a partir de la denominada “filosofía de lo mexicano”. Al reflexionar sobre las peculiaridades de la filosofía hispanoamericana, Gaos, señala Leyva, comenzó a reconocer algunos rasgos, específicamente tres, que la distinguen de la filosofía europea: un sesgo político, un carácter estético, un compromiso pedagógico y de regeneración nacional.

A las ideas de José Gaos en torno a la filosofía hispanoamericana se suman las reflexiones filosóficas acerca de lo mexicano. Leyva dedica un ensayo a Samuel Ramos y el grupo Hiperión y, tras revisar las ideas de Jorge Portilla, Emilio Uranga, Luis Villoro, Leopoldo Zea, entre otros, abre un primer excurso en donde revisa críticamente varios ensayos de Octavio Paz. A pesar de lo polémico que puede resultar la inclusión de un poeta en un libro de filosofía, Leyva destaca cómo Paz trató temas de interés filosófico (poesía, revolución, otredad, etcétera). Tras el análisis de Octavio Paz y Leopoldo Zea, sigue un ensayo en donde se discuten las filosofías preocupadas por la realidad latinoamericana, especialmente por los pueblos originarios (Dussel, Cerutti, Lenkersdorf). Le siguen tres ensayos sobre la recepción de distintas filosofías en México: el marxismo, la filosofía analítica, la filosofía continental, y, en medio de éstas, un segundo excurso dedicado a los filósofos que pensaron la relación con lo sagrado.

José Gaos


Desafíos actuales

Por el impacto que ha tenido en México la filosofía analítica, es particularmente interesante el ensayo dedicado a ésta. Sus tres principales impulsores —Villoro, Salmerón y Rossi— tuvieron una sólida formación continental. Por ello, aunque convencidos del rigor metodológico de la filosofía analítica, ninguno de los tres dejó de dialogar con los grandes filósofos europeos, ninguno perdió interés en los problemas perennes de la filosofía, ninguno dejó de escribir ensayos (además de artículos especializados), ni se alejó de los problemas históricos y los asuntos públicos. La labor de estos filósofos resulta ejemplar para recuperar en nuestros tiempos la presencia y participación de los filósofos en el espacio público.

El último ensayo trata sobre temas, problemas y desafíos actuales de la filosofía. Leyva repasa la labor de todos quienes participamos de la actividad filosófica en México desde distintas áreas: la visión social y política de la filosofía de la ciencia, la filosofía de las ciencias particulares, la lógica y la filosofía de la lógica, la filosofía del lenguaje, la filosofía de las matemáticas, la teoría de la argumentación, la epistemología y la filosofía de la mente, la ética, la filosofía política, la filosofía social, la filosofía del derecho, la historia de la filosofía, la estética y la filosofía del arte.

En este libro puede observarse cómo, en sus orígenes, la filosofía en México estaba vinculada a su realidad social, pero paulatinamente transitó hacia la filosofía académica. Ello fue, sin duda, benéfico para la profesionalización de la filosofía. No obstante, también tuvo efectos negativos: la filosofía como una disciplina reflexiva de largo alcance y abierta a la búsqueda de respuestas ante problemas de cualquier índole parece haber quedado atrás.

En cierta forma, Leyva enfrenta esa gran cuestión: ¿puede la filosofía salir del ámbito académico e incidir en lo que Husserl llamó el Lebenswelt (el mundo de la vida)? Leyva sugiere que sí, y apunta cuán importante es la formación filosófica desde la niñez, y cómo ésta podría contribuir a la clarificación de conceptos, con la finalidad de repercutir en los procesos de autoconocimiento y permitir una mayor reflexión sobre las decisiones y acciones de las personas.

El tercer y último excurso trata, precisamente, de la irrupción de la filosofía política, y ahí se mencionan distintos terrenos en donde la presencia de la filosofía ha sido crucial: la condición de la mujer y los estudios de género, el análisis filosófico sobre el movimiento neozapatista, las discusiones sobre la justicia y sus distintas dimensiones (nacional, internacional y cosmopolita, transicional, restaurativa, etcétera), el debate filosófico sobre la democracia... La lectura de este excurso deja claro, a mi juicio, que la filosofía tiene mucho que aportar ante los problemas del espacio público: pobreza y marginación, violencia y discriminación, salud pública, derechos de los migrantes y otras minorías, y un largo etcétera en donde la filosofía puede intervenir esclareciendo conceptos y argumentos, analizando las aristas de cada problema y, por supuesto, sugiriendo alternativas de resolución.

Leyva añade unas consideraciones finales y dos apéndices: uno sobre las instituciones mexicanas en donde se enseña filosofía y otro sobre las revistas mexicanas de filosofía. Si bien este libro resulta controversial al discutir las ideas de algunos filósofos, es una aportación relevante a la historia intelectual mexicana y, por supuesto, a la filosofía. Es quizá el estudio más completo y minucioso que se haya escrito sobre la filosofía en México en el siglo XX y, como tal, un referente obligado para los estudios filosóficos. Es, también, una incitación a reflexionar sobre la labor filosófica en nuestro país.

ÁSS

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