Cuando la humedad en una habitación es muy alta, las gotas pequeñas suspendidas crecen con rapidez y se precipitan al suelo en poco tiempo. Esto evita que sean aspiradas por las personas que podrían infectarse con la presencia del virus en el aire. Es por eso que físicos especialistas recomiendan mantener una humedad relativa por encima del cuarenta por ciento en recintos cerrados para evitar que el virus se mantenga flotando más tiempo y se propague a mayor velocidad en el aire seco infectando a un número mayor de individuos. Este conocimiento es el resultado de investigación en laboratorios de física.
De manera que, además de la mascarilla y de un flujo continuo de aire, se recomienda vigilar la humedad relativa que evita de manera óptima los contagios cuando se mantiene entre el 40 y el 60 por ciento. Con esto, los hospitales, aeropuertos, salones de clases, etcétera, podrían reducir el número de contagios.
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Por si esto fuera poco, se ha podido observar que un aire seco propicia que la piel de la mucosa en la nariz se vuelva más permeable dejando pasar al virus con mayor facilidad. El control de la humedad en aviones y medios de transporte, salas de cine y teatros debería tomar en cuenta estos resultados de mediciones en laboratorio.
Una evaluación de los daños que el covid-19 produce a los pulmones hace indispensable la radiografía de tórax. La imagen del tejido blando se puede mejorar de manera considerable con el uso de radiografías por contraste de fase que permite ver con mayor claridad estructuras en el material biológico. Existen ya muchas variantes de esta técnica y en México se realiza investigación en el área desde hace tiempo. Cuanto mejor sea la calidad de la imagen de los pulmones mejor será la evaluación del médico. La radiografía por contraste de fase utiliza la información que se genera cuando los rayos X atraviesan materiales con diferentes índices de refracción. La radiografía tradicional sólo considera la absorción.
Los termómetros que ahora vemos por todas partes hacen uso de la radiación infrarroja que emite nuestro cuerpo para medir la temperatura sin necesidad de contacto directo. Estos dispositivos podrían ser grandes auxiliares en el combate a la pandemia, pero el uso correcto requiere de entrenamiento del operario, de condiciones adecuadas en su uso, de termómetros precisos y de la calibración apropiada.
Desafortunadamente, no contamos con nada de eso y el montaje teatral en los supermercados en que se mide la temperatura para poder ingresar es sólo un trámite burocrático que mantiene alejados a los inspectores. El termómetro que se usa en todas partes es de aplicación industrial en donde la resolución no es tan importante, pero la demanda de aparatos de este tipo es tan grande que las compañías los distribuyen al por mayor aun cuando son incapaces de distinguir una hipotermia de una fiebre.
Las cámaras termográficas que se usan en algunos lugares tienen resoluciones de dos grados, aunque dicen contar con precisión de un grado. Desafortunadamente ni un grado de precisión es útil para detectar enfermos.
La pandemia ha promovido el desarrollo de termómetros capaces de detectar hasta un noventa por ciento de las fiebres en pruebas controladas, pero todavía están muy lejos de ser producidos con estándares de calidad que permitan satisfacer la demanda.
En condiciones de laboratorio se pueden lograr niveles de exactitud del orden de 0.3 por ciento, pero difícilmente se logra contar con 0.5 en el uso público. Ahora se desarrollan mejores termómetros y con certeza estaremos listos para la próxima pandemia. Por lo pronto, continuemos entrando en los establecimientos públicos con hipotermias fulminantes o fiebres nunca vistas, que de esa manera le damos empleo a una persona que usa el aparato además de al ejército de inspectores que miran con meticulosidad y celos de relojero suizo cómo la temperatura es medida a todos sin excepción aunque la medición dependa de la hora del día más que del estado de salud del que pasa por ahí.
Los oxímetros miden el nivel de saturación del oxígeno en la sangre y son verdaderos auxiliares durante el padecimiento. Funcionan con la luz de dos leds que emiten en rojo, (con una longitud de onda de 660 nanómetros) y en infrarrojo (que tiene una longitud de onda de 940 nanómetros). Cuando la hemoglobina está oxigenada, ésta absorbe más luz infrarroja y permite que pase más luz roja. En cambio, la hemoglobina sin oxígeno hace lo contrario: absorbe más luz roja que infrarroja. La relación de estas dos medidas permite calcular la cantidad de hemoglobina que transporta oxígeno. Al colocarlo en un dedo o en el lóbulo de la oreja nos dará una buena idea de la cantidad de oxígeno que está siendo transportada por la sangre en ese momento y con una precisión del orden del dos por ciento. Esto significa que si se mide un 92 por ciento de saturación de oxígeno bien puede ser 90 o 94. Con esa precisión es suficiente para que nos demos cuenta del estado de nuestro organismo. Hay que evitar uñas pintadas y considerar que el color de la piel puede cambiar las lecturas ligeramente. Con todo, es un aparato genial y de gran utilidad que hace uso de la física de materiales al interaccionar con la radiación y que debemos tener todos en casa.
No son todas, pero sí algunas de las más familiares contribuciones de la física al combate del covid-19.
AQ