La pregunta acerca del futuro, abordada por la literatura y el arte, se vuelve estimulante desde muchos puntos de vista. Pero muy pocas obras, aunque verosímiles, han atinado a empalmar sus ideas con los acontecimientos. En este sentido, las ucronías me han parecido más acertadas que las distopías, y obviamente, que las utopías posibles. Watchmen de Alan Moore y El cuento de la criada de Margaret Atwood, ficciones que ofrecen mundos paralelos al nuestro, guardan una mayor cercanía con nuestro futuro, me imagino, que otras obras plenamente futuristas.
Sospecho que el drama humano es siempre lo que va primero, y las ideas sobre tecnología, evidentemente relevantes, van en segundo plano. Ahora que escribo estas líneas, cierta frase de Karl Popper vuelve a mi cabeza: “Querer hacer a todos los hombres y mujeres perfectos y felices es quizá la más peligrosa de las ideas políticas”. Las pocas nociones que poseo acerca del futuro tienen algo que ver con esta oración. Las luchas que la humanidad libre, serán, como siempre, por la emancipación, la búsqueda de los derechos civiles, la defensa de los individuos frente a las instituciones, etc. Y sólo después las consideraciones tecnológicas tendrán lugar. Peter Sloterdijk escribió alguna vez que todo instrumento es neutro, y que es nuestra relación con él lo que transformará, para bien o para mal, nuestro horizonte. Es en nuestro interior donde se operarán los grandes cambios.
Creo que sería muy simplista sospechar que el futuro estará dictado por la tecnología. Es cierto que nuestro mundo ha cambiado gracias a todos los aparatos y sistemas que hace veinte o treinta años eran impensables. En el futuro próximo serán más relevantes nuestras decisiones y nuestras determinaciones sociales, políticas y éticas que nuestra relación con la tecnología. Al fin, la evolución tecnológica no corre paralela a la evolución humana y aunque es muy probable que todos esos artilugios sí moldeen nuestras perspectivas de la realidad, no serán otra cosa que artefactos de dominación ideológica. La gran mayoría usamos el internet para comunicarnos, con fines lúdicos y de entretenimiento, pero no como la herramienta de emancipación que es. Si quieres saber cómo funciona una bomba atómica, cómo aprender a hacer zapatos o cultivar ciertas hortalizas, basta con buscar en el lugar adecuado. Dentro de todo esto, falta el punto de vista crítico. ¿En el futuro, la falta de crítica se acentuará? ¿O nos volveremos más inteligentes y empáticos?
Estas son algunas consideraciones muy someras sobre lo que creo que puede ocurrir: en el futuro inmediato las grandes ciudades cambiarán su infraestructura para captar el agua de la lluvia de modo masivo: las construcciones públicas serán las primeras en adaptar sus techos y sus sistemas para llevar y preservar el agua para todo el año. La lluvia que cae cada año se mezcla con los desechos humanos, contaminando grandes cantidades de agua que se vierten en ríos, pozos, lagos, etcétera, sin que nos importe mucho. Por más simple que esto parezca, por más soso, implica un cambio radical en nuestra mentalidad. Los intestinos de las ciudades mexicanas están podridos y el agua infectada. Muchas poblaciones se inundan cada año, pero carecen de suficiente agua potable para sus necesidades. Este es uno de los primeros puntos a tratar: el del uso consciente del agua. Pero quizá, antes de lograr este cometido, y debido a la radiación solar, es muy probable que muchas ciudades vayan a mudarse al subsuelo. Habrá una combinatoria de circunstancias hasta alcanzar la estabilidad en cualquier ámbito.
El arquitecto y escritor mexicano José Antonio Aldrete-Haas lleva años creando una propuesta para re-naturalizar las ciudades contemporáneas. Su visión integradora (arte, naturaleza y técnica en una relación simbiótica), conlleva una propuesta ética y estética. Cambiar nuestro entorno para transformarnos nosotros y viceversa. Consciente de que hay cosas que no podemos cambiar, y de que sería absurdo un regreso al estado de naturaleza, el arquitecto propone, en una serie de ensayos publicados en años recientes, que necesitamos replantear el modo de relacionarnos con nuestro entorno. No se trata sólo de sembrar más plantas, sino de buscar un proyecto integral en el que utilicemos la tecnología de modo inteligente, y que pensemos que cada paisaje tiene que involucrar soluciones posibles para los problemas que nos aquejan.
Es necesario sugerir que las ciudades, en los próximos cien años, transformarán por completo su fisonomía: producirán la energía que necesitan. Imitando a las plantas, se alimentarán de los desechos y no, como ocurre, éstos servirán para contaminar el paisaje. Habrá una mayor necesidad de autocultivo y una mayor conciencia ecológica. Sin embargo, es probable que una enorme cantidad de especies de animales y plantas se acabe, sin que seamos capaces de hacer nada para cambiarlo, lo que traerá un desequilibrio biológico que no podremos enfrentar fácilmente. Las energías renovables se irán combinando con los combustibles fósiles. Y lo más probable es que utilizaremos el petróleo hasta que se termine. En próximas décadas, viviremos una serie de catástrofes climáticas derivadas del uso excesivo de energías fósiles, aunque también ocurrirán catástrofes políticas e insurrecciones civiles debido a ello. Es evidente que las soluciones existen ya, pero no hay un programa global que ayude a paliar los efectos. Los beneficios serán para unos cuantos, hasta que se emitan políticas públicas que pongan restricciones al enriquecimiento desmedido. Mientras tanto, las grandes corporaciones seguirán diciéndonos que somos los ciudadanos los que debemos cambiar nuestra forma de actuar. Antes de que sea posible controlar y encauzar la energía que puede liberar un átomo seguiremos viviendo muchos altibajos. Pero a partir de esto, es obvio, nos enfrentaremos a nuevas problemáticas. Es estimulante pensar qué hará la humanidad con una fuente de poder tan grande. Ernst Jünger lo dijo de modo muy certero: “El ser humano tiene la posibilidad de no volver a trabajar, y en vez de esto piensa en cómo crear armas que destruyan el planeta”. Como siempre, el matiz crítico irá sobre nuestro nivel de conciencia.
Si existe algo que crea lo suficientemente descabellado para consignar aquí es que en una de estas crisis globales que hemos propiciado, habitantes de otros planetas intervendrán ante una extinción inminente. A partir de esto comenzaremos a tener comercio e intercambio de información y habrá un quebrantamiento de muchos paradigmas. Si esto no ocurre de golpe, se irán revelando datos que confirmen que cohabitamos con energías, entidades o seres que, hasta este momento, teníamos como la elaborada ficción de una mente fantasiosa. Quizá sólo así comprenderemos muchas piezas de un enorme rompecabezas. Y entonces, ahora sí, las ficciones futuristas se empalmarán con la realidad.
Guillermo Santos.(Oaxaca, 1989)
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