'La tierra baldía': el modo mítico

Poesía en segundos

La lectura progresiva de 'Ulises0, de Joyce, debió empujar a T.S. Eliot a la multiplicación de referencias y símbolos en la nueva pieza.

T. S. Eliot, 1888-1965. (Archivo)
Víctor Manuel Mendiola
Ciudad de México /

Si no es posible afirmar que La tierra baldía de T. S. Eliot influyó en la creación de Ulises de James Joyce, sí podemos observar la sombra de la novela sobre el poema. Como nos deja saber Richard Ellmann, biógrafo de Joyce, el poeta norteamericano avecindado en Londres conoció al novelista irlandés, primero, por las recomendaciones de Ezra Pound y la lectura de El retrato del artista adolescente y, luego, por el seguimiento de la publicación periódica de Ulises en la revista Little Review de Margaret Anderson.

La radicalidad del nuevo libro de Joyce, donde cabían todos los estilos y dominaba una simultaneidad antropofágica, había provocado gran revuelo. Muchos autores rechazaron la obra, como Virginia Woolf. Eliot no. Coincidía profundamente. Pero él ya había encontrado por sí solo —Pound lo supo de inmediato— el camino a la modernidad, como lo demuestra La canción de amor de J. Alfred Prufrock. En esta composición vemos cómo el poema es el espacio de exposición no de una continuidad lírica sino de un juego de visiones y resonancias rotas.

Así, la lectura progresiva de Ulises en la revista de Margaret Anderson debió empujar al autor de De la canción de amor... a la multiplicación de referencias y símbolos en la nueva pieza. Sabemos, en parte, cómo ocurrió este proceso: conocemos las correcciones fundamentales de Pound, un joyceano total, al texto original de Eliot y conocemos el shock producido en los lectores literarios por la beligerante novela. Asimismo, conocemos la opinión de Eliot sobre la insólita historia de un día.

En “Sobre Ulises y el mito”, después de advertir que lo que le ha permitido a Joyce dar un salto en el tiempo es su insatisfacción respecto a la forma, Eliot afirma: “Al utilizar el mito, al manejar un paralelismo continuo entre presente y antigüedad, Joyce sigue un método que otros seguirán después”. Y este recurso consiste en utilizar “en lugar del método narrativo, [...] el método mítico”. Está claro que al sobreponer la imagen de Odiseo en la figura del judío errante y ésta en la figura de un irlandés, Leopoldo Bloom, la narración crea un paralelismo íntimo y, a la vez, épico. Esto nos permite entender a Joyce. Pero, además, nos permite entender a Eliot.

En La tierra baldía también hallamos una correspondencia mitológica: la fábula del rey viejo atraviesa el mito del adivino Tiresias y éste, la historia del fenicio Phebas, hasta llegar a lo que “El trueno dijo”. Todas estas representaciones —como sucede en Ulises— establecen un vínculo y un contrapunto con la comedia sexual del mundo moderno y con la soledad miserable del hombre común. Tal vez sería más apropiado decir que la fuerza expresiva, tanto en una como en otra obra, crece bajo la fuerza de un sistema de arquetipos, en juego y en contraposición al hombre moderno, y gracias a la corriente libre de la conciencia. Como quiera que sea, Joyce también celebró, a su manera humorística y en privado —en una carta a Harriet Shaw Weaver—, la publicación de La tierra baldía, cuando escribió en un poema casual: “Ruan es el lugar más lluvioso, traspasa / todos los impermeables” en paralelo paródico con “Abril es el mes más cruel, consiente / lilas de la tierra muerta”.

AQ

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