Una trinidad borgiana

La guarida del viento

Los pilares de la vida y obra de Borges se reúnen alrededor de una incertidumbre de inicios del siglo XX, muy apta para el XXI.

Jorge Luis Borges, 1899-1986. (Ángel Soto)
Alonso Cueto
Ciudad de México /

Borges es el nombre que le hemos dado a un universo infinito, fragmentario, en movimiento. Como con el río de Heráclito, sus lectores hemos sido transformados varias veces por sus textos. Querencias (FCE), de Efraín Kristal, nos provoca una nueva inmersión en esta lectura.

Para Kristal, la traducción, la guerra y la filosofía son tres sustentos en la vida y la obra de Borges.

A propósito de la traducción, Kristal recoge una frase que aparece en el diccionario de Oxford. Borges dice allí que “el original es infiel a la traducción”. Habiendo vivido en diferentes lenguas (el inglés de su abuela Fanny, el francés de su educación en Ginebra, las lenguas antiguas de sus estudios y lecturas), Borges crea un castellano que en cierto modo viene de los muchos idiomas de su juventud. Sus obras son “traducciones” de sus muchas lecturas.

La experiencia de la guerra también tiene una raíz biográfica. El padre de Borges, Jorge, había concebido un paseo familiar por Europa antes de perder la vista, por una enfermedad congénita. El viaje que hizo la familia en 1914 debía durar dos meses. Al estallar la Gran Guerra, la estancia se prolongó durante siete años. El escritor fue al colegio en Ginebra y aprendió el francés. Durante ese tiempo, Borges conoció y tradujo a poetas expresionistas alemanes con ideas pacifistas. Muchas ideas de la mitología borgeana, entre ellas el coraje, el honor y la lealtad, tienen un contexto de guerra. Me llamó particularmente la atención una cita de un ensayo de Borges de 1945 que podría aplicarse al mundo de hoy: “Las dos doctrinas por la que están muriendo los hombres del siglo veinte —nazismo y comunismo—, son invenciones del siglo XIX”.

En la sección dedicada a Borges y la filosofía, Efrain Kristal nos recuerda que para Borges ésta no es un conocimiento “claro y preciso” sino un conjunto de “dudas y vacilaciones”. Los relatos de Borges parten de una experiencia filosófica, incluso de una filosofía con la que no está de acuerdo o de la que recela, para construir una obra de ficción. Schopenhauer y Berkeley, con su visión de la experiencia de la voluntad como creadora de la realidad, han significado puntos de partida fructíferos en los relatos del gran escritor argentino. La idea de Nietzsche según la cual el olvido es necesario para la abstracción, permite a Borges imaginar a Funes el memorioso.

El capítulo final de este libro revisa los últimos cuentos de Borges: “El libro de la arena”, “La memoria de Shakespeare” y “La Rosa de Paracelso”. Kristal asegura que en esa etapa final, Borges ya no pretendía ser el artífice de Ficciones. Solo intentaba construir su imaginario con una sencillez digna de sus lectores. En una entrevista con Antonio Carrizo, Borges diría: “Si la imaginación lo acepta, qué importa lo que la mera lógica diga”.

La guerra, la traducción y la filosofía son aspectos de una indagación esencial en Borges: la relatividad de la experiencia, la ambigüedad de la vida. Es difícil pensar en una incertidumbre tan actual como ésa.

AQ

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