Admirar el arte producido en las periferias occidentales (independientemente de sus valores artísticos) es una obligación ética. De otro modo seríamos clasistas por omisión. Pocas veces, sin embargo, el obligado minimalismo con el que trabajan los autores de América Latina se concreta en obras tan sublimes como Los colonos (disponible en MUBI). Hay que advertir que todo sucede en el pasado, que se recrea el continente austral en 1901. El chileno Felipe Gálvez nos introduce en aquella región y en aquel tiempo.
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Los colonos sucede en la frontera entre Chile y Argentina, cuando ambos países se pusieron a la tarea de establecer sus fronteras con uso de la topografía. La historia, por su premisa, tiene ecos de Apocalipsis ahora de Coppola (1979). En el caso de Los colonos, la historia gira en torno a un inglés que se interna en la cordillera junto con un mapuche y un estadunidense. Se trata de un viaje simbólico porque, si nos fijamos, Gálvez está contando la historia de una región colonizada por los ganaderos españoles que terminaron por aliarse con otros conquistadores, ingleses y estadounidenses, para permitir la construcción de dos estados nacionales, Chile y Argentina, países que tampoco han podido doblegar a un cierto grupo que se resiste a ser colonizado. El teniente MacLennan lleva el uniforme de “su majestad”, la reina Victoria, pero está al servicio de un español que busca ampliar su finca para internarla en territorios mapuches. En el camino se encuentra con argentinos, científicos europeos y, claro, los deseos genocidas de los colonos del título. Lo más terrible tiene lugar fuera de cuadro, pero, como en las obras teatrales de Shakespeare, todo está tan bien planteado que la imaginación nos horroriza.
Dividida en los tres actos que exige el público acostumbrado a los golpes de teatro, Los colonos nos mantiene siempre interesados y los giros se suceden en modo ininterrumpido. No extraña, pues, que la película haya sido nominada al premio Una cierta mirada en Cannes y que haya recibido aquel año el premio del Festival del nuevo cine, celebrado en Montreal, Canadá, fiesta que se ha vuelto brújula para atender al cine de bajos presupuestos que se produce en la periferia del sistema mundial.
Y, sin embargo, Gálvez consigue una imagen comparable a películas como El poder del perro o Extraña forma de vida, obras que revisan el western desde una perspectiva mucho más acorde con nuestro tiempo. Porque, más que una película que exalte la colonización, esta ópera prima de Gálvez se inscribe en otra tradición joven a la que debemos prestar aún más atención: la de un cine poscolonial que va más allá de reescribir un capítulo histórico lleno de malos recuerdos. Si nos lo permitimos, con obras así, podemos descolonizar nuestra forma de pensar. Porque, ¿quién pidió a Occidente que civilizara a los selknams y, en general, al resto del mundo?
En México la discusión llegó a un nivel tal que terminó por desarticular el Instituto Nacional Indigenista para transformarlo, creo que atinadamente, en el Instituto Nacional para los Pueblos Indígenas, que busca más bien promover el desarrollo de una población desatendida que incluye, por supuesto, a los afroamericanos. Descolonizarnos de todo aquello que nos ha sido insertado por quien utiliza al cine para justificar al imperialismo occidental sirve, Los colonos sirve. Porque está al servicio de que pensemos en todos los seres humanos que se niegan a la sumisión. En su orgullo y su dignidad.
Los colonos
Felipe Gálvez | Chile, Argentina | 2023
AQ