Cuando hablamos de Gérard de Nerval siempre vienen a la memoria, inevitablemente, Las quimeras y Aurelia. Ambos textos, la serie de seis sonetos esotéricos (en especial el primero “Yo soy el tenebroso, el viudo, el desdichado”) y la extraña novela-sueño, descubren de manera breve, pero total, la originalidad de una obra visionaria. Los sonetos, con su poderoso lenguaje hermético y su superlirismo, prefiguraron los más elevados caminos en la poesía del siglo XX y, quizá, aunque no lo percibamos todavía, del siglo XXI; y la corta novela, con la supresión de las fronteras entre la noche y el día, entre estar dormido o despierto, anunció no sólo las innovaciones del surrealismo, sino una buena parte de la literatura en la que el yo se disuelve en el no-yo, por la morosidad del lenguaje y la elección de una aventura extrema, como sucederá también más tarde de manera ejemplar en el Ulises de James Joyce.
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Sin embargo, al compendio y a la admiración de estas dos pequeñas grandes obras nunca o casi nunca vemos agregar Los iluminados, publicada en 1852, tres años antes de la muerte trágica de Nerval. Este libro, como los otros dos mencionados, sobresale en el conjunto de su obra y, cuando nos hemos entregado a su lectura, descubrimos un texto de una singularidad notable y de un hondo conocimiento. En él, además de encontrar la descripción profunda del lado oscuro repudiado por la ilustración (la locura, la moral ambigua, el misticismo, la superstición inevitable, lo difícil no pedagógico…), hallamos una forma de género literario en el que la documentación biográfica y la ficción narrativa constituyen un examen profundo de los siglos XVII y XVIII.
En Los iluminados, como de otra forma sucederá de manera académica y erudita en El alma romántica y los sueños de Albert Béguin, surge de forma viva y compleja el espíritu mal comprendido y caricaturizado, no de la luz de la razón, sino de las iluminaciones y los excesos de la imaginación que sólo ocurren en el mundo secreto, sapiente, marginal y delirante. Este estudio-novela-biografía tiene como personajes centrales a Raoul Spifame, al Abad de Bucquoy, a Restif de la Bretonne, a Jacques Cazotte, a Cagliostro y a Quintus Aucler. Todos ellos son síntesis de un pensamiento resiliente y, de modo inopinado, subversivo. Quizá en la minuciosa reelaboración, extravagante y obscena, en torno al protagonista de La última aventura de un hombre de cuarenta años de Restif de la Bretonne o la reinvención de la muerte de Cazotte en la guillotina, representan momentos culminantes del libro. En ambas historias podemos ver cómo algo del siglo xviii aún resuena milagrosamente en nuestro tiempo gracias a la sombría y, a la vez, exaltada pasión romántica.
La traducción que acaba de publicar Rafael Segovia de Los iluminados (Infames, 2023), en correspondencia con la que hizo Tomás Segovia (Galaxia Gutenberg, 2004) —muy difícil de hallar—, es una delicia, tanto por el carácter fluido y amable de la versión como por el diseño tipográfico. La presentación de este libro ocurrió el 21 de marzo de este año en la ex Capilla de Guadalupe, en Tacubaya, con la participación de Adriana Malvido, Leticia Luna y el traductor, Rafael Segovia.
AQ