La necesidad de entender al museo como una realidad dinámica ha sido parte fundamental de la reflexión de su existencia casi desde la creación del primer museo público a finales del siglo XVIII. O quizá esta es la mirada contemporánea para entender la solidez de una institución, cuyo concepto se ha transformado poco para algunos o muy lentamente para otros. Esta lentitud fue, de acuerdo con Eugenio D’Ors, la que consolidó a estos espacios de identidad, que hoy ya no se sienten cómodos como mausoleo ni como santuario, tampoco como un medio de comunicación ni centro de entretenimiento.
La lucha entre el museo decimonónico y el museo moderno ya también se antoja añeja; una pugna que, además, ha sido larga y extenuante. Durante casi 50 años se ha reflexionado sobre las aristas, consecuencias, posibilidades, inclusiones, ausencias en la definición de museo paralelamente al éxito comercial y el auge del fenómeno de la museificación del mundo. Una contradicción que nos acostumbramos a consumir sin pausas, hasta que llegó la pandemia y nos mandó al encierro, obligándonos a cambiar de ritmo, ¿más lento, más rápido?
Sobre esta variación charlamos con Silvia Singer, directora del Museo Interactivo de Economía (MIDE) e Hilda Trujillo, directora de los museos Frida Kahlo y Anahuacalli, tres fideicomisos fuera de esquemas gubernamentales que están a la orden de la sociedad y hoy, preocupados por su sobrevivencia, una vez más asumen el reto de la reinvención y de la reapertura.
Si bien, como aclara Trujillo, “la pérdida para nosotros es de 100 por ciento de ingresos y no hemos despedido a nadie”, ella y su equipo han recuperado parte de la experiencia vivida en 2009 con la influenza AH1N1. En aquel entonces, después del cierre de poco menos de un mes, apenas tenían 10 visitantes al día. El cierre se prolongó, oficialmente, hasta el 11 de agosto, muchas instancias han decidido esperar para ajustar sus protocolos.
Los museos Kahlo y Anahuacalli superarán los cinco meses de estar alejados físicamente de los públicos (reabrirán el 1 de septiembre), mientras que el MIDE habrá permanecido cerrado un semestre (tentativamente reabre el 17 de septiembre). A esta situación se suman las restricciones. En este sentido, Singer lamenta: “Sólo atenderemos a 30 por ciento por ciento de la gente a la que estamos dirigida. Todo mundo está hablando del ingreso, de la reducción en la taquilla; a mí lo que más me preocupa es la reducción en el impacto, ¿cómo lo resolveremos? Para nosotros es un tema educativo. Si bien tendremos una limitante de visitantes por hora, los podemos redistribuir. Hasta antes de la pandemia, las horas de máxima ocupación entre semana eran entre 10 de la mañana y una de la tarde, y en fin de semana entre las once y las tres de la tarde; tenemos margen de acción, pero la gente tiene que estar dispuesta a hacer una reservación y asistir a museo en un horario determinado, esto es parte de la educación del visitante en la que aún no estamos en México”.
Aprender a ser creativos
Hilda Trujillo apunta que “al ser museos no gubernamentales no tenemos un consejo empresarial que nos dé apoyos, vivimos de dar servicio, que va de la taquilla incluso, exposiciones internacionales, venta de libros, audioguías, videoguías, el Fridabús… en fin, tenemos 17 ingresos distintos en el Frida y 18 en el Anahuacalli, hemos aprendido a ser creativos”, como lo han demostrado no sólo en su plataforma digital, sino en sus estrategias para mantener vivos proyectos, como el aniversario de Frida celebrado en streaming; queda claro que la experiencia presencial es irremplazable, “no veo un futuro distinto”, asegura, “se añadirán estas formas complementarias. Nada volverá a ser igual, porque ya estamos operando estos nuevos instrumentos de comunicación”. Y como explica Singer: “La crisis nos pone de forma positiva frente a otros desafíos, ahora tenemos que ser capaces de reinterpretar los contenidos para un formato de comunicación distinto, nos invita a romper las formas tradicionales exigiéndonos aprender a hacer y a ser de otras maneras”.
Esta otra existencia virtual no ha detenido al museo in situ a pesar de los ajustes para mantener a las plantillas laborales intactas. “Ha habido muchos recortes sin parar en temas muy importantes, como la obra arquitectónica que estamos construyendo en el Anahuacalli el que fuera el sueño de Diego Rivera: la Ciudad de las Artes. Un proyectazo, a cargo del arquitecto Mauricio Rocha, que estará listo en diciembre de este año o en enero del próximo”, comenta Trujillo.
El confinamiento nunca detuvo a ninguno de los equipos de estos museos, si bien encontraron retos y nuevas rutas de acción –y públicos– en las plataformas digitales, también ha sido un tiempo de mucha reflexión porque, como Singer indica, “esta crisis sanitaria y económica confronta al museo a un momento definitorio porque exacerba nuestros problemas y nuestras ventajas. Nos estamos enfrentando a nuestros rezagos, que pueden ser de infraestructura o de orden conceptual; es decir, museos que se han dedicado a ser los espacios donde están sus contenidos y colecciones, pero que no tienen una conexión verdadera con el público; entonces, resulta muy difícil pensar en estos tiempos cómo conectarse con los demás si no has tenido esta mirada”.
Si bien el MIDE basó su diseño en estudios de público para entender no sólo qué buscaba su visitante, sino qué ignoraba y qué necesitaba aprender, apunta Singer: “Estamos muy conscientes de nuestros públicos, están al centro de nuestro diseño, esa ha sido nuestra gran ventaja y también nuestro gran problema”, y aunque se percibe como un museo altamente tecnológico, “nos hemos enfrentado al reto de hacer plataforma digital”, asevera la directora, “teníamos una página bastante decente, pero eso no es una plataforma digital, no se trata de digitalizar los contenidos, sino de diseñarlos para que puedan vivir en el ámbito virtual. Conocemos muy bien a esos públicos a los que servimos, ahora tenemos que conocer a otros públicos para ponerlos en el centro de nuestro diseño y poder ofrecer una plataforma que sea atractiva para otros sectores de la población”.
La tarea no ha sido fácil. Leticia Pérez, especialista en estudios de público de la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, apunta que la respuesta de los museos a la emergencia sanitaria también tuvo sus fases:
“La uno: reacción, todos a producir, a estar ‘ahí afuera’, demostrar que estaban y solidarizarse con la población, ‘abrir’ o ‘liberar’ contenidos. La dos: ‘¡ah!, esto durará más y tendrá un gran impacto, cómo afectará, qué hacer’. Entonces, comenzaron las primeras investigaciones dirigidas a directivos, gestores y profesionales de museos concertadas desde ámbitos gubernamentales, de cooperación internacional, de asociaciones de profesionales o de grupos independientes que se pusieron en marcha. La tercera, ¿y los públicos?, ‘ah, sí, parece que estamos generando contenidos’, aunque en realidad no sabemos qué requieren, cuáles son sus necesidades y expectativas actuales, quiénes son, cómo se están involucrando con las estrategias digitales, ¿y los que no tienen acceso a internet o dispositivos? Entonces vinieron los primeros estudios enfocados a la situación”.
Y más allá de la investigación hay que resaltar la cooperación entre profesionales para asegurar una sana reapertura. En este sentido, Trujillo profundiza:
“Derivado del tema de la desinfección, nos unimos en un focus group los museos Soumaya, de la Tolerancia, la Casa Rivas Mercado, la Casa Luis Barragán, el Frida y el Anahuacalli, con los equipos completos para estudiar las mejores prácticas internacionales, lo que se ha generado en México y a partir de eso hicimos un programa de desinfección que presentamos al área encargada de generar los protocolos en el Gobierno de la CdMx. A esta iniciativa se sumará una campaña en medios tradicionales y digitales para mostrar que no solo estamos cumpliendo con las exigencias de la Secretaría de Salud, sino que las superamos”.
¿Regresará la gente? ¿Cómo dar confianza? ¿Qué medidas tomar para atraerla? Como resalta Pérez, “hay que estudiar el comportamiento de los públicos para atender la fase cuatro, la urgente, que consiste en tomar medidas. Los estudios de público servirán de base para fundamentar el valor de los museos y sobrevivir en este difícil mundo de ‘selección natural’ a la que nos enfrentamos. También para cimentar mejor sus acciones y realmente establecer un diálogo cercano con sus públicos. Esta herramienta ayudaría a analizar lo que se daba por sentado: la gente asiste, paga, compra… exposiciones internacionales, movimiento de obras entre países, grandes presupuestos, inversiones millonarias, en fin. Creo que la crisis reactivará la creatividad y nos está enseñando que se puede hacer más con menos, no me refiero a la precarización, sino al derroche. Un análisis fundamentado sería de gran ayuda”.
No todos los museos son iguales
La pandemia ha visibilizado nuestras abulias y aquellas cosas que, como dice Singer, “no hemos venido haciendo, no queríamos hacer o no les habíamos dado la importancia necesaria. Nos está obligando a reconocer los espacios de confort, que van desde los planteamientos museológicos, hasta la forma en la que se administra, el personal y su capacitación”.
Si bien como la directora del MIDE aclara, no todos los museos son iguales “ni fallamos en lo mismo ni enfrentamos las mismas necesidades, creo que el museo en general en México, sin que esto sea una aseveración, no ha entablado relaciones equitativas con su comunidad, esta interacción ha sido paternalista, ‘yo ayudo a’. Muy pocos museos han sido capaces de enfrentar la relación con su comunidad de uno a uno, de aceptar que hay un intercambio de saberes de ambos lados. Aquí está la oportunidad y también la pregunta: ¿quién es la comunidad del museo? ¿Los vecinos, los visitantes asiduos, aquellos que no lo visitan o que no lo consideran parte de sus posibilidades? El cierre de nuestras instituciones nos enfrenta a pensar que tenemos que llegar a públicos nuevos, crearlos, buscar que se beneficien de lo que nosotros creemos que hacemos muy bien, de nuestros contenidos, de la comunicación de estos. En este momento de confinamiento, claramente las redes digitales son la respuesta obvia, pero y ¿luego?”.
Más allá de las muchas limitaciones con las que reabrirán los museos, lo principal es, añade Trujillo, “trabajar mucho con la comunidad. Es importante que la comunidad se sienta segura, que sepa que los museos tendremos el manejo adecuado, que la respetamos y la protegemos cuidándonos, para ello, como se lo comenté a los diputados en una sesión encabezada por Sergio Mayer, es importante que las autoridades se percaten de que los museos y los espacios culturales no gubernamentales carecemos de una figura que nos reconozca como lo que somos y no nos considere establecimientos mercantiles, porque no tenemos un fin mercantil, tenemos un fin social. Y a pesar de que no nos hacen reducciones de impuestos y de que desde hace más de diez años se empezaron a eliminar los estímulos fiscales, seguimos ofreciendo cultura y educación a la sociedad”.
Quizá el reto más grande no sea la reapertura ni el aseguramiento de espacios desinfectados, sino sobrevivir a la crisis económica. Dice Singer:
“Los museos privados vivimos de la taquilla y de los ingresos que generamos a través de nuestro propio trabajo; y ese dinero que teníamos por dado, porque la gente iba a llegar, porque nuestra oferta es buena, porque íbamos a rentar el espacio porque es muy bello, y nuestras campañas financieras iban a continuar… pues nada de eso está sucediendo. Así que tenemos que replantear el modelo operativo para seguir manteniéndonos; debemos crear una conciencia social de la necesidad del museo en la sociedad, encontrar la manera en que ésta y el gobierno reconozcan que somos instancias que aportamos al país”.
Parecería obvio, pero los museos hoy nos están recordando que son necesarios. Es un hecho que les faltará 70 por ciento de los visitantes; por ello, comenta Trujillo:
“Esta pandemia nos ha llevado a todos a pensar en la importancia del entorno social. Si no se conoce a los vecinos, al otro, si no trabajas para ellos, entonces, ¿para quién? Reconocernos como personas empáticas con el contexto social, cultural y ecológico ha tomado relevancia a partir de la fragilidad que exhibe el covid-19. En este periodo, el arte y la cultura han sido centrales, los contenidos que los museos estamos compartiendo demuestran no solo que somos pertinentes, sino que somos parte de la sociedad”.
Ante la responsabilidad de ofrecer espacios seguros, los gastos van sumando al déficit, el cual será equivalente al porcentaje de visitantes que no se podrá atender. Los museos verán mermados en 70 por sus ingresos, a los cuales se les restarán los costos operativos sanitarios, que podrían extenderse 12 o 18 meses mientras se crea la vacuna; pero más allá del encarecimiento está la seguridad del visitante, la cual explica Singer, “es la característica definitoria del museo, que debe ser un espacio que brinde seguridad en todos sentidos: seguridad intelectual, de tolerancia, de intercambio de ideas, física y sanitaria. En este sentido, los museos de tocar nos enfrentamos a un reto singular, no es un asunto menor ni de simplemente usar guantes, es más complejo, tanto que ya estamos trabajando en la inclusión de estos temas. Durante el confinamiento diseñamos y trabajamos contenidos curados ex profeso para esta crisis, tendremos una exposición temporal que hablará de solidaridad, empatía, tolerancia y agradecimiento a aquellos que no se han guardado para mantener la salud de todos. Será una exhibición dedicada a los trabajadores de la limpieza, del orden, de la salud que han hecho que esto camine mientras los demás estamos guardándonos”.
Más allá de la seguridad, está el deleite y la opción de convertir las limitaciones en oportunidades, que en el caso de los museos Frida Kahlo y Anahuacalli será la vivencia casi solitaria en sala. “Tenemos muy estudiado cuántas personas atendemos cada 30 minutos y al 30 por ciento son 32 personas que tendrán el espacio para ellos; en el Anahuacalli son 120”, refiere Trujillo, “para reforzar esta oportunidad, nuestros dos espacios son sede del proyecto ‘Museo Uno en Uno’, es una estrategia bien bonita que llevamos meses planeando y que empezó a mediados de agosto. Es una idea del artista contemporáneo Mario García Torres y se trata de una experiencia de uno a uno; recibiremos a un solo visitante cada media hora, el propósito es que la sociedad se sensibilice acerca de la importancia de regresar y disfrutar sus museos”. Esta propuesta ha sido apoyada por Discovery Inc., el festival de cine documental de la CdMx DocsMX, Grupo Habita y la agencia Lenom Poshbranding, “sin ningún fin de lucro”, recalca Trujillo.
La nueva realidad, de la que tanto se habla, está en proceso de configuración y alberga más dudas que respuestas. Quizá de las pocas certezas está la coexistencia de experiencias compartidas. Ninguna sustituye a la otra, si bien la visita virtual a la Casa Azul es vívida y el MIDE lanzó, durante el confinamiento, dos apps útiles (una para calcular la huella propia de plástico y otra sobre cómo organizarse si se es emprendedor), queda claro que la recuperación de los espacios públicos será lenta, porque la pandemia no pasará rápido y sus huellas permanecerán, lo que sugiere que más que en un museo postpandémico, debemos pensar en el museo pandémico, uno que, como señala Leticia Pérez, “deberá tomar decisiones fundamentadas. Los estudios de públicos nos podrán dar claves para ser asertivos; sobre todo para abrir el diálogo, escuchar y recibir, en lugar de sólo pensar en dar, a quién o para quién”.
Los museos deberán escucharnos, para así experimentar e incluir los cambios sociales, no se trata, como explica Singer de “redefinir o volver a buscar otros enunciados que nos representen mejor, creo que finalmente tenemos que ser esas instituciones que respondemos a los cambios de la sociedad”. Al fin y al cabo, son espacios de encuentro de ideas.
ÁSS