Luis Bugarini y el oficio del escritor

Entrevista

El escritor mexicano publicó recientemente ‘El camino de la mano escrita. Vida y escritura en el nuevo siglo’, libro que anima la siguiente conversación.

Luis Bugarini, escritor mexicano. (Cortesía)
Óscar Garduño Nájera
Ciudad de México /

Michel de Montaigne y sus ensayos son uno de los tantos pretextos para conversar con Luis Bugarini ahora que publica El camino de la mano escrita. Vida y escritura en el nuevo siglo (Editorial Almuzara, 2024) , un libro donde este autor mexicano, emparentado en la contraportada con Antonio Ortuño y Daniel Espartaco como compañeros de generación, se aventura en los oficios de la escritura, en las premoniciones para los jóvenes autores mexicanos y en sus propios procesos con esa actividad: ese estar por horas tras de la pantalla de una computadora, cuando no de una anquilosada máquina de escribir y por única batalla la de la palabra correcta. Para empezar Luis me observa en la llamada que tenemos a través de Zoom, me saluda, inmediatamente pregunta cómo le va a mi novela; Luis está al tanto de las novedades editoriales, es su panorama, su labor también como crítico literario.

El camino de la mano escrita. Vida y escritura en el nuevo siglo (Editorial Almuzara, 2024), es un libro en el que Luis Bugarini cuestiona muchos de los fenómenos internos de la literatura, de la escritura, desde la raíz, pero también desde el exterior, luz y sombras ahí donde está la narrativa y la poesía mexicana actuales, lo mismo en la creación que en la crítica literaria. Sobre este libro platicamos con el autor.

Luis, ¿cómo llegas a esta propuesta, en la que recurres a diversos autores, son como tus palos de ciego, cómo es que llegas a los procesos que implica la escritura?

Me pareció importante abordar la trayectoria que he tenido como lector y escritor.

El camino de la mano escrita… es intimista, como si abrieras las puertas de tu casa e invitaras a los lectores a entrar al mundo de tu parte creativa, ¿cómo consigues tal efecto?

Mira, recuerdo, y lo he dicho en un par de ocasiones, Michael de Montaigne, puso como frontispicio un texto a sus ensayos de más de 2 mil páginas en donde dice “lector de buena fe te digo que este libro soy yo mismo”. Entonces un poco El camino de la mano escrita fui yo mismo, sin embargo, de la publicación de Montaigne a este momento ya pasaron casi 500 años.

En este sentido, tu propuesta se cierra sobre sí misma a manera de Manual para escribir, pero también Manual de lo que no se tiene que hacer si quieres dedicarte al oficio, ¿cómo defines tu libro?

Pues El camino de la mano escrita. Vida y escritura en el nuevo siglo es un repaso, básicamente, a los varios años que llevo de ejercer el oficio de la escritura.

En el libro incluyes un elogio —antielogio lo llamaría— de la poesía, uno de nuestros géneros literarios más abatidos, sobre todo en estos tiempos donde son contados los lectores de poesía, no así las multitudes que pretenden escribirla.

Claramente quise que el libro tuviera mucha ironía, pero sí, de alguna manera subraya esta importancia, que ahorita me parece un poco perdida, de ese ser esencial que es la poesía, y claro que por ¨perdida me refiero en este transcurrir permanente de contenidos a los que todos los días estamos expuestos.

Tu propuesta propicia señales a través de distintos ejercicios literarios.

Lo que intenté en El camino de la mano escrita... fue confiarme, por una parte, a la literatura, y por la otra poner una cuña de desconfianza para decir bueno, yo elegí ese camino, pero al final quién sabe si el resultado fue el esperado.

También hay una clara invitación a los demás escritores, a los jóvenes, sobre todo, parecería que prescribes cómo es que deben acercarse a las prácticas literarias, los riesgos que corren…

La invitación es a todos los colegas, pero también a todas las personas apasionadas por la literatura a pensar si están en la ruta adecuada.

También tocas un tema medular: los excesos y el posterior deterioro de salud de los poetas casi en automático, como si lo corpóreo no fuese necesario sino lo espiritual.

Creo que, efectivamente, en su momento Virginia Wolf dijo que necesitamos un cuarto propio para escribir, pero yo creo que sí, necesitamos un cuarto propio, pero también necesitamos salud.

¿Cuál ha sido tu experiencia con la salud en la escritura?

No se puede escribir desde la enfermedad, la verdad es que eso es como una trivialización de la figura del creador; lo que necesita es estar alimentado, ropa seca; necesita no estar viviendo debajo de un puente, sino estar absolutamente dedicado a su proyecto. Me parece que todas esas ideas de la bohemia, de los saberes cantineros, pues en realidad terminan ahogando los proyectos literarios de las personas.

¿Te tocó vivirlos?

Los conozco de cerca, sí, durante muchos años fui participe de las noches alcohólicas

Es que, ¿quién no, Luis?

Y de sustancias, pero al final me di cuenta de que nada más estaba aplazando y aplazando.

En esas fronteras, en esos senderos de los excesos, al parecer deja de funcionar la inteligencia…

Desde mi perspectiva la escritura es eso: una operación de la inteligencia, una operación cerebral, que te involucra la vida misma, necesitas estar muy concentrado.

De hecho, hasta te veo más delgado, Luis…

Sí, es parte de lo que comento un poco en el libro respecto a los efectos colaterales…

Los señalas y también lo haces, por ejemplo, con el estar sentado tanto en el ejercicio de la escritura como en el de la lectura.

Sí, yo creo que algún día los poetas jóvenes, que ahora tienen 25 años, van a descubrir que van a llegar a los 45 y que van a perder agudeza visual…

Eso es muy importante que se señale.

Sí, claro, porque la verdad es que uno se puede entusiasmar mucho con la poesía, no sé, por ejemplo de Charles Bukowski o de autores semejantes, pero en realidad lo que creo es que es muy difícil escribir con un problema de salud ya grave encima.

El camino de la mano escrita… apunta mucho a ese tema, hay un aporte, literario obviamente, que te deja la experiencia y la cercanía que tienes con los procesos de escritura. Pero la otra es que si uno hace lecturas paralelas, también parecería que hay como una especie de moraleja, y claro que entre comillas, hacia los escritores jóvenes.

Sí, y es por eso que el libro cierra con un epitafio un poco triste: “Contra la literatura”, y es para reflexionar sobre ese balance al que ya hice referencia, de lo bueno y lo malo de lo que fue, es decir, si realmente a los autores jóvenes les toca dejar la vida en la banqueta por la escritura o si a lo mejor su camino está en ser buzos, en ser pilotos de automóviles, hacer amigurumis o dedicarse a la pintura.

Propones un duro ejercicio de honestidad contigo mismo y con ese autor que uno cree ser…

Hay que pensar y hacer un proceso de calibración entre cuánto nos pesa llevar a cuestas una pasión y cuánto es lo que en realidad se puede aguantar como vida.

¿Cómo lo llevas tú?

Me ha costado trabajo, ha sido difícil, ha sido un poco de renunciar a la familia, renunciar a los amigos, renunciar a la vida nocturna, porque me parecía muy chispeante, muy divertida, peligrosa incluso, como con efecto magnético, pero algún día me dije que eso no podía suceder, y luego tenemos casos como los de Samuel Noyola, quien desaparece en el 2021 tras dejar tres poemarios, y bueno, pues obviamente también reflexionas sobre lo que estás haciendo y hacia dónde quieres ir.

¿Cuáles son tus complicaciones?

En mi caso tengo un hijo de 15 años y ese momento fue un parteaguas de mi elección para seguir o para declinar en la escritura; yo elegí seguir, y hasta ahora lo hago, pero El camino de la mano escrita… también plantea el silencio en los escritores.

Háblame más de ello.

Es a través de este mecanismo muy simpático o hilarante, incluso, que es el proceso de la desescritura: a todos nos enseñan a escribir, pero quién nos va a enseñar a desescribir.

Y han cambiado muchos procesos en cuanto a la escritura…

Claro, ya se hibridaron los géneros literarios, ya pasó la modernidad; la posmodernidad no sé si todavía sigue sucediendo o no, o ya nada más somos época contemporánea, pero sí, efectivamente, el yo que existe en el libro no es el yo biológico, que ahora habla.

¿Se podría decir que son dos personas?

Es un artificio, una creación literaria, no obstante, sí hay hilos autobiográficos en algunas partes que yo tomo para avanzar en el lector y darle una cercanía. Entonces es un texto epidérmico en donde, digamos, abro la gaveta para decir esta ha sido mi trayectoria y te quiero enseñar este muñequito, este cenicero, este encendedor, y así voy avanzando en un viaje donde la literatura es fundamental, pero también el acto de la escritura, y dicho acto no como alguien que toma una hoja de papel y escribe lo que le pasó en el día, sino entendida, la escritura, como la globalidad de los actos humanos.

AQ

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