Por el camino de Proust

Personajes

El manuscrito de En busca del tiempo perdido fue rechazado varias veces antes de convertirse en una de las obras maestras del siglo XX.

Ilustración del escritor Marcel Proust. (Shutterstock)
Andrea Serdio
Ciudad de México /

El 14 de noviembre de 1913, a unos meses del estallido de la Primera Guerra Mundial, se publicó Por el camino de Swann, primer volumen de En busca del tiempo perdido, novela de más de 3 mil páginas que cambió drásticamente el rumbo de la literatura contemporánea. Desde entonces, las palabras iniciales del narrador se han repetido con devoción en numerosos idiomas: “Mucho tiempo he estado acostándome temprano”.

Marcel Proust arrancó la escritura de En busca del tiempo perdido en 1905, a la muerte de su madre, que lo sumió en una profunda y permanente depresión. En el primer volumen de su novela comenta el dolor que le causaba separarse de ella y la manera como su cotidiano beso en la frente le procuraba noches tranquilas.

La memoria involuntaria, el tiempo, el arte, la música, las pasiones, el amor homosexual, todo coincide en esta obra en la que Proust ajusta cuentas con la alta sociedad francesa de la belle époque.

Por el camino de Swann se divide en tres partes: “Combray”, “Un amor de Swann” y “Nombres de tierras”, en todas ellas las cosas más inesperadas —la célebre magdalena remojada en té, por ejemplo— propician recuerdos lejanos, prolongados viajes a la infancia o juventud de Marcel, el narrador, que no es otro sino el propio Proust.

Por el camino de Swann fue rechazada por todas las editoriales. En la Nouvelle Revue Française, de Gastón Gallimard, André Gide fue tajante en su repudio. El libro fue publicado finalmente por Bernard Grasset, en una edición pagada por el autor. Su éxito fue inmediato y al volverla a leer, Gide, arrepentido, le escribió a Proust una carta conmovedora en la que, entre otras cosas, dice: “Haber rechazado este libro quedará para siempre como el más grave error de la NFR, y (…) una de las tristezas, de los remordimientos más dolorosos de mi vida”.

Asmático desde los trece años y guiado por su abuela y su madre, Marcel Proust cultivó su inteligencia y sensibilidad. En su juventud tuvo una vida disipada en los salones de la aristocracia parisina. Pero la enfermedad y la melancolía lo llevaron a aislarse para crear, casi siempre en la cama, con altas dosis de cafeína, una obra monumental en seis tomos: Por el camino de Swann, A la sombra de las muchachas en flor, El mundo de Guermantes, Sodoma y Gomorra, La prisionera, La fugitiva y El tiempo recobrado.

En busca del tiempo perdido surge del sufrimiento de su autor, de su perenne tristeza. Pero también de su cultura, de su mirada que lo abarca todo y nos conduce a los abismos de la naturaleza humana.

En 1983 el director alemán Volker Schlöndorff llevó al cine un episodio de esta historia: Un amor de Swann, con Jeremy Irons como el adinerado y mundano Charles Swann y Ornella Muti como Odette de Crécy, una mujer hermosa y libertina, una prostituta elegante de la que se enamora y con la que se casa para vivir una infelicidad sin pausas.

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