"La esperanza está en los jóvenes": Julia Carabias recuerda a Mario Molina

Memoria

Ante la muerte sorpresiva del Nobel, la bióloga habló del talante optimista y transformador de quien fuera uno de los científicos más reconocidos del mundo.

Mario Molina, Premio Nobel de Química en 1995, murió el 7 de octubre de 2020. (Archivo MILENIO)
Guadalupe Alonso Coratella
Ciudad de México /

La inesperada muerte del doctor Mario Molina este 7 de octubre cimbró al mundo de la ciencia en México. Hace apenas unos días, el Premio Nobel de Química 1995, primer ciudadano mexicano que recibió este reconocimiento, se preparaba con colegas de El Colegio Nacional para participar en el encuentro “Libertad por el saber”.

Nacido el 19 de marzo de 1943, Molina estudió en la Facultad de Química de la UNAM. Tras graduarse como ingeniero químico, siguió un itinerario que lo llevó por varias universidades del mundo, la Universidad de Friburgo en Alemania, y la Universidad de Berkeley, en California, donde obtuvo el doctorado en fisicoquímica.

En 1989, siendo profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) adquirió la ciudadanía estadunidense, para poder continuar su trabajo en el exterior. Molina lamentó esa renuncia obligada por la ley a la nacionalidad mexicana y no fue sino hasta la década de los 90 cuando, al modificarse la Constitución, la recuperó, siendo el primer ciudadano que recibió, de manos del presidente Ernesto Zedillo, la doble nacionalidad.

Molina también impartió cátedra en la Universidad de California, en San Diego, y fue invitado como asesor de medio ambiente durante la gestión de Barack Obama, quien lo reconoció con la Medalla Presidencial de la Libertad. Cabe mencionar que sus advertencias sobre la amenaza inexorable que representaba el uso de gases para la capa de ozono de nuestro planeta, fueron publicadas en 1974 en la revista Nature, cuando aún no se reconocía, en el escenario científico, la importancia de estas revelaciones.

Miembro de El Colegio Nacional, una vez en México, Mario Molina hizo importantes aportaciones a la investigación y difusión de temas sobre el medio ambiente. Publicó libros como La calidad del aire en la megaciudad de México: Un enfoque integral (2005) y El cambio climático. Causas, efectos y soluciones (2016), al lado de José Sarukhán y Julia Carabias. La reconocida bióloga y ecóloga, quien presidiera la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales (1994-2000), recordó al maestro y amigo para “rendirle”, dijo, “un homenaje en la mínima posibilidad que tenemos de hacerlo en estas condiciones de pandemia y de no poder acompañarlo”.

"Mario Molina contribuyó enormemente a la difusión del problema de la capa de ozono, que hoy los ciudadanos del mundo saben que es una realidad".
Julia Carabias Bióloga

“Es una noticia muy triste que a todos los que estamos cerca de él nos ha causado una lamentable sorpresa. Trabajamos apenas el lunes con él en el seno del Consejo de El Colegio Nacional y lo vimos particularmente activo. Él estaba programado para participar en un encuentro que estoy coordinando, “Libertad por el saber”, hizo varias preguntas sobre cómo iba a ser su participación, se le veía realmente entusiasmado, por eso es una noticia que nos deja completamente helados y muy deprimidos. La ciencia pierde, la ciencia del mundo, de México. Fue una persona que formó a mucha gente, que estuvo trabajando, sobre todo en los últimos años, muy de cerca con los jóvenes. Trabajó profundamente en su formación. Estaba ahora involucrado en un programa de la SEP para la difusión de temas científicos, en concreto, de cambio climático. Siempre insistió, en sus últimas conferencias, en que él ponía la esperanza en los jóvenes.

“Acabamos de grabar juntos un mensaje para la conferencia de la ONU que está ahorita en línea, en la página de la ONU. En su mensaje llama a la emergencia climática, apunta la gravedad de la situación en la que vivimos, de lo que puede ocurrir si no hacemos los grandes cambios y refrenda esta esperanza en los jóvenes. Fue un mensaje de optimismo hacia los problemas ambientales cuya solución requiere de la voluntad activa de todos los países.

“Es muy difícil pensar en un tema de medio ambiente y cambio climático sin él. Vamos a tener que reconfigurarnos ahora que hemos perdido a un líder en el tema. Además, una persona muy querida, un gran amigo. Colaboramos en muchas cosas. Lo conocí estando como titular en la Semarnat. Se anuncia, entonces, que era uno de los tres científicos que había ganado el Premio Nobel, junto con Sherwood Rowland y Paul Crutzen. Inmediatamente me comuniqué con él, lo invité a México, no dudó en venir.

“Desde aquí pudimos hacer muchas cosas de proyección sobre los temas de cambio climático que hoy toda la gente sabe que es un hecho, pero que en 1995- 96 era un tema que apenas empezaba a salir de las esferas del mundo científico. Él y sus compañeros hicieron una publicación después de haber estudiado la química de la atmósfera y se anticiparon a un proceso en el que detectaron que los gases industriales podrían provocar un problema importante en la estratósfera. Fue un conocimiento que anticipó una realidad. Años después se comprobó que esto estaba ocurriendo y es lo que conocemos como agujero de la capa de ozono.

“A partir de este conocimiento se detonaron procesos a nivel multilateral y en donde se acordaron varios instrumentos entre países que llevaron al Protocolo de Montreal, donde se acordó el compromiso de disminuir hasta su desaparición la generación de esos gases. Él decía con optimismo que el problema de la capa de ozono quedaría resuelto. En efecto, se ha revertido, y para el año 2030 se estima que quede cicatrizada. Es la única historia de éxito que podemos contar en términos de los cambios globales ambientales y fueron él y sus dos colegas quienes aportaron el conocimiento científico. Pero además consideraron que la solución tenía que ir más allá del tema de la ciencia. Implicó gestión, políticas, convencimiento a la sociedad, un cambio en los patrones de consumo de algunos productos. Es un tema de lecciones aprendidas, uno de los grandes legados que nos deja.

Mario Molina contribuyó enormemente como científico a la difusión de este tema que hoy todos los ciudadanos del mundo saben que es una realidad. Creo que en este sentido se lo debemos a él, no sólo los mexicanos, sino todos los habitantes de este planeta. La manera como él participó siempre en los procesos de negociación en la ONU y de difusión de la información científica permitió precisamente que se dieran los cambios. Hoy podemos decir que en unos pocos años este problema quedará resuelto.

“Tuve la fortuna de participar con él en el libro El cambio climático, sus causas, efectos y soluciones, que editó el FCE. Fue una de las experiencias más ricas a nivel profesional haber trabajado con él y con el doctor José Sarukhán. Mario Molina debe de estar muy satisfecho de todo lo que aportó, sin embargo, es una labor que nunca se acaba. Hizo muchísimo para el medio ambiente y también para el medio ambiente en México. Siempre tendremos un gran recuerdo y nos va a hacer mucha falta”.

ÁSS

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