Mbembe, la comunidad terrestre

Ensayo

El control democrático estorba a la expansión desbocada del capital, porque éste busca eliminar cualquier límite o regulación pública.

Achille Mbembe, historiador y teórico camerunés. (Foto: Stefan Möhl)
Carlos Illades
Ciudad de México /

Mucho se ha escrito desde el siglo XIX acerca de las contradicciones inmanentes al sistema capitalista y de las secuelas que provoca su expansión incontenible a todos los dominios mercantilizables, incluidos los humanos. El socialismo surgió justamente para atenuar o desaparecer los costos vitales pagados por las clases trabajadoras para que el engranaje capitalista funcionara. Su vertiente anarquista llamó la atención sobre el indispensable equilibrio de la actividad económica con la preservación de la Naturaleza, como haría mucho tiempo después el ecosocialismo. Los estudios poscoloniales también realizan su aporte, como podemos leer en Achille Mbembe, La comunidad terrestre. Reflexiones sobre la última utopía (NED, 2024).

El volumen cierra una trilogía que suma a Políticas de la enemistad (2016) y Brutalismo (2020) emplazada desde el pensamiento africano para elaborar una comprensión inteligible de las fuerzas que pautan la transformación de lo viviente en la era de la planetización. Era en que “una plutocracia devoradora no ha dejado de jugar aquí y allá para capturar y secuestrar los bienes de toda la humanidad y, pronto, el conjunto de recursos de lo viviente”. Este saqueo corroe “el sistema nutricio de la Tierra” y pone en predicamento “la capacidad de los humanos de hacer historia”. Se impone por tanto cual mandato ético y objetivo político la recuperación de lo común, una “comunidad terrestre” o “asamblea de lo viviente” que reúna a las personas naturales con las personas humanas, que sume a los vivos, a quienes no han nacido y a los muertos, la utopía postrera.

El calentamiento global, el crecimiento ilimitado y el dominio de la razón computacional constituyen los jinetes del apocalipsis poshistórico bosquejado por Mbembe. Las aplicaciones de la última en funciones de localización, monitoreo y control prefiguran de acuerdo con el historiador y teórico social camerunés el poder mutante, el nuevo poder cuyo cometido fundamental es “la depredación de lo viviente”. Una constelación de seres técnicos comanda las fuerzas del devenir y ha agotado al planeta en lo que podría llamarse el tecnoceno o antropoceno, un híbrido del maridaje del ser humano con la tecnología que lo objetiva en un ser artificial animado y autónomo (el humano desdoblado en el androide), de tal modo que estamos en la antesala de “una biología totalmente nueva, que traerá consigo formas inéditas de división de la Tierra”, además de rubricar nuestro ingreso en “una nueva era viral y patógena”.

La tecnología es “el otro nombre del capital” que penetró todos los intersticios de lo humano conformando nuestra infraestructura común (la segunda naturaleza), el sistema nervioso y núcleo trascendental que reconfigura “los mapas de nuestro mundo y nuestros límites psicofísicos”. Y ahora despliega sus redes “hasta los cimientos del mundo”, de forma tal que ni la Tierra ni la tecnología pueden entenderse ya por separado. Para nada es descartable que en el futuro cercano el genoma humano —augura Mbembe— pueda convertirse en propiedad privada. Por tanto, es apremiante resistir “la hegemonía epistémica que reduce la Tierra a un problema de valor financiero”, convierte a la técnica en un objetivo y no en un instrumento, y desvía “el sentido de la vida en su propio beneficio”.

El control democrático —señala el intelectual camerunés— estorba a la expansión desbocada del capital, porque éste busca eliminar cualquier límite o regulación pública. Al erosionarse los fundamentos democráticos, domina el antagonismo y se impone el lenguaje de la guerra civil. Ello reduce considerablemente el volumen de conflictos susceptibles de solución política. Incluso las “sociedades abiertas” y las viejas democracias se ven amenazadas por el “retorno violento de los potenciales tiránicos”, porque cada vez con mayor fuerza el mundo se reconfigura con base en la fuerza y la inequidad, multiplicando el desorden y el caos organizado, es decir, la incertidumbre y la inestabilidad. La “toma de lo viviente” es el gran acontecimiento histórico de nuestra época y, en torno de su órbita, es que se desplegará la disputa entre “el poder público, la propiedad privada y los bienes comunes”.

Carlos Illades

Profesor distinguido de la UAM y miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia. Autor de ‘Por la izquierda. Intelectuales socialistas en México’ (Akal, 2023) y de ‘La revolución imaginaria. El obradorismo y el futuro de la izquierda en México’ (Océano, 2024).

AQ

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