México en el primer relato de Julio Verne

Literatura

Aunque nunca visitó nuestro país, el escritor francés hizo su debut con un relato que cuenta el origen de la Armada mexicana y aborda minuciosamente la preparación de la barbacoa de borrego.

'Un drama en México' es el título de la ópera prima de Verne. (Laberinto)
Ciudad de México /

El primer relato de Julio Verne es sobre México, aunque nunca visitó el país. Se inspiró en una historia de 1825 sobre cómo la naciente república se hizo de los dos primeros barcos de su Armada, que el pasado 4 de octubre conmemoró su bicentenario. Más todavía, Verne, a los 22 años, quizás haya sido el primer escritor europeo en detallar en una aventura histórica y de ficción una barbacoa de borrego.

“I. De la isla de Guam a Acapulco. Escala. El 18 de octubre del año 1825, dos navíos, El Asia, buque de alto bordo, y La Constanza, bergantín de ocho cañones, hicieron escala en la isla de Guam, una de las Marianas”, así comienza Un drama en México, ópera prima del autor de Viaje al centro de la Tierra.

Verne (8 de febrero de 1828-24 de marzo de 1905) escribió en 1950 Les premiers navires de la marine mexicaine, que publicó hace 170 años en la edición de julio de 1851 de Musée de Familles, por iniciativa de su amigo y director de esa revista, Pierre-Michel-François Chevalier, con el título L’Amérique du Sud. Études historiques. Les premiers navires de la marine mexicaine, que se reeditó en 1876, corregida y resumida por el autor, para la editorial de Pierre-Jules Hetzel, con el nombre Un drame au Mexique, que ahora se ha vuelto a lanzar en México en puestos de periódicos.

La nouvelle (relato corto), dividida en cinco capítulos, parte de sendos motines en el navío El Asia y el bergantín La Constanza, de la Corona española, que acababa de perder su más preciada colonia en América. Es decir, el drama en México comienza con una doble traición: el vil teniente Martínez y el gaviero José, que confabulan en aguas de Filipinas contra los capitanes Don Orteva y Don Roque de Guzuarte para hacerse del control de ambos barcos de guerra, con el propósito de venderlos a México.

Los primeros protagonistas de Verne fueron antihéores, viles traidores y asesinos, en un relato que el fantasma de sus crímenes se emparenta con el drama psicológico del Raskólnikov de Crimen y castigo; de hecho, se anticipa a él en 15 años, pues la obra de Dostoievski empezó a aparecer hasta 1866. Y ya entrados en gastos quizá también se adelantó a El castillo de Kafka: nunca llegan a Ciudad de México.

Los otros capítulos de la obra de Verne, de quien en siete años se conmemora el bicentenario de natalicio, son: II. De Acapulco a Cigualán. Cita perdida. III. De Cigualán a Taxco. La cabeza de serpiente. IV. De Taxco a Cuernavaca. El árbol y el peñasco. V. De Cuernavaca al Popocatépetl. El puente.

Leslie Alger, internacionalista, periodista, traductora y profesora de Ciencias Políticas del ITAM, halló durante una estancia en Francia a principios del milenio la edición original del primer relato de Verne y publicó su propia traducción, con una introducción sobre la obra de apenas una veintena de páginas, en julio de 2004, en la colección Sello Bermejo del entonces Consejo Nacional para la Cultura y las Artes.

La edición de Alger incluye un prólogo del historiador José N. Iturriaga, autor de Anecdotario de viajeros extranjeros en México, siglos XVI-XX (FCE, 1988), en el que se destaca, al igual que en la introducción, la influencia que tuvieron en el joven Julio Verne los libros del barón Alexander von Humboldt (tal vez el primer mexicano con doble nacionalidad, pues el presidente Guadalupe Victoria le concedió en 1827 la mexicana, que se sumó a la prusiana), quien estuvo en la Nueva España de marzo de 1803 a marzo de 1804 y cuyas obras eran de lectura obligada para europeos ilustrados y viajeros del siglo XIX.

Aunque algo naive, normal para ser el primer relato de Verne, con el que abriría sus Voyages Extraordinaires con Hetzel, el narrador ya estructura su historia de bandidos con la naturaleza como escenario y los cuatro elementos marcando el curso: el agua del mar y la lluvia, el aire con la tempestad que enfrentan los marinos traidores, la tierra de las montañas de la Sierra Madre y el fuego, con los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuátl, que también marcan en el francés su obsesión por los volcanes.

La documentación que tuvo de México Verne a los 22 años impresiona por su retrato de las castas novohispanas, como si hubiera visto los cuadros de Miguel Cabrera que hoy cuelgan en el Museo del Virreinato y por la elaboración de platillos típicos mexicanos, como es la barbacoa de borrego.

Martínez pregunta a José cuáles son las castas de indios en México. Y el gaviero responde: “(…) Vea mejor todas estas mezclas de raza. Que he estudiado cuidadosamente para contraer un día matrimonio ventajoso. Encontramos a la mestiza, nacida de un español y de una india; castiza, de una mujer mestiza y de un español; mulata, de una española y de un negro; morisca, de una mulata y de un español; albina, de una morisca y de un español; tornatrás, de un albino y de una española; tintinclaire, de un tornatrás y de una española; lobo, de una india y de un negro; cambujo, de una india y de un lobo; barsino, de un coyote y de una mulata; grifo, de una negra y un lobo; albarazado, de un coyote e india; chanisa, de una mestiza y de un indio; mechino, de una loba y de un coyote. Sin contar, teniente, las bellas y blancas goletas que más de un filibustero aborda por el costado”, describe el gaviero José.


En un lugar que llama Verne Cigualán, sus antihéroes atestiguan la elaboración de barbacoa mexicana: “Se albergaron en una especie de cabaña y prepararon para la cena una cabeza de borrego cocida en estofado. Después de haber cavado un hoyo en el suelo, y haberlo llenado de leños encendidos y piedras limpias para conservar el calor, dejaron consumir los materiales combustibles; después dispusieron sobre las cenizas ardientes la carne sin preparación envuelta en hojas aromáticas y recubrieron todo herméticamente con ramas y pilas de tierra. Poco después, el cocimiento estaba en su punto y la degustación no se dejó esperar”, narra el futuro autor de La vuelta al mundo en 80 días.

Antes, cuando los dos navíos españoles llegan a Acapulco, los amotinados utilizan un truco para evitar ser repelidos por los habitantes recién independizados: ondean una bandera mexicana, en lo que quizás sea la primera mención en una obra de ficción de un escritor europeo donde el estandarte aparece.

“Cuál sería entonces su sorpresa, cuando dicha embarcación tan temida llegó para ofrecerles un bergantín hermoso que ondeaba la bandera de la Independencia mexicana”, escribió Verne una docena de años antes de la intervención francesa en México y de la llegada de Maximiliano de Habsburgo.

Sostiene Alger que Verne se inspiró en una historia real registrada en la Gaceta Extraordinaria de México, del miércoles 15 de junio de 1825, “donde se da fe del amotinamiento de los navíos El Asia y El Constante (sic), la capitulación de su tripulación y su anclamiento en las costas del Pacífico mexicano el 11 de junio de 1825”. Iturriaga, por su parte, reproduce el fragmento de una carta del comerciante inglés William T. Penny, del 31 de diciembre de 1825, “para reforzar la vertiente histórica” que inspiró al escritor fantástico francés, en la que se da cuenta de un encuentro con seis marineros.

“Mientras progresábamos cuesta abajo por los espesos bosques de Huitzilac, nos sorprendimos al ver seis marineros a caballo y bien armados con carabinas y sables. Habían dejado El Asia, un navío español con 74 cañones, que había sido entregado por los oficiales y la tripulación al gobierno mexicano bajo determinadas condiciones, en virtud de las cuales se les pagarían todos sus atrasos y se les permitiría ingresar al ejército mexicano con el rango correspondiente al que habrían tenido a bordo; todo lo cual les habría sido concedido. Estos seis hombres no habían aceptado enrolarse en la marina mexicana...”, explica Penny en la carta, en la que más subraya que México salió perdiendo en el trato.

“...lo que mejor podría hacerse, inclusive ahora, es quemar el barco, sobre todo ya que el castillo de San Juan de Ulúa se ha rendido. En lugar de hacer lo que hemos dicho, se están invirtiendo grandes sumas de dinero en repararlo y en que conseguir marineros que lleven al navío alrededor del cabo de Hornos; y, después de todo, sin ninguna utilidad para México; es locura y vanidad el tratar de utilizar esta nueva arma...”, dice el comerciante inglés, en lo que parece una visión actual de la cultura política mexicana.

Iturriaga subraya que Un drama en México tiene el atractivo de ser relato histórico, “pues los españoles derrotados por los insurgentes peruanos, en 1825, se embarcaron en el Callao rumbo a Manila; un barco, El Asia, sufrió un levantamiento de su tripulación. Se desviaron a San Francisco y de allí a Acapulco, donde el gobierno en efecto adquirió el buque y lo rebautizó como Congreso Mexicano”.

También supone que Verne revisó y corrigió el texto para su segunda edición con Helzer tras conversar con su amigo Alejandro Dumas padre, “quien escribió al alimón con Marie Giovanni (seudónimo de madame Callegari) un Diario de viaje que incluye México” y quien sí estuvo en el país.

Alger, que en 2005 contó a este reportero que encontró la edición original de Les premiers navires de la marine mexicaine en la Biblioteca Nacional de Francia, también aventura que fue quizás una relación personal la que llevó a Verne a plasmar en un relato fantástico su conocimiento de la historia y geografía mexicana, al detallar su amistad con el periodista Jacques Arago, que le permitió relacionarse con dos hermanos de éste: el astrónomo Dominique François, descubridor del magnetismo rotatorio y amigo de Humboldt, y Jean, liberal francés que vivió en México, participó en la consumación de la Independencia y, en la joven nación, fue nombrado general ejército y ciudadano benemérito en 1833.

También subraya cómo Verne en Un drama en México ya “hace explícita su devoción por la historia y la geografía, tan común y obligada en sus futuras novelas”, que sus protagonistas recorren los mismos caminos relatados por indígenas, naturalistas y científicos, que desde el puerto de Acapulco (como hizo Humboldt) se internaban rumbo a la capital de México”.

Sagaz, Alger hace notar además que con este relato, incluido en la edición de Hetzel en el segundo tomo de Miguel Strogoff (1876), Verne también inicia su travesía por Latinoamérica, que siguió en obras como “la historia peruana de Martín Paz (1852), Chile y las pampas argentinas en Los hijos del capitán Grant (1867) y La Jangada (1881), la selva venezolana en El soberbio Orinoco (1898) y los paisajes patagónicos en El faro del fin del mundo (1905)”, última novela publicada el año de su muerte.

En las efemérides nacionales, el Día de la Armada se celebra cada 23 de noviembre, para conmemorar la rendición de la fortaleza de San Juan de Ulúa, último reducto español, en 1823. Pero, apenas el 4 de octubre pasado, se conmemoró el bicentenario de la Armada de México, ya que el 4 de octubre de 1821 se creó la primera Secretaría de Guerra y Marina, a cargo del teniente de navío Antonio de Medina.

Verne, el gran fabulador, maestro del relato fantástico y de anticipación, tuvo otros datos, de 1825:

“Así nació, en un drama digno del autor de los Mohicanos, la marina de la confederación mexicana, ya que los dos navíos españoles permanecieron en la nueva república y se convirtieron en la semilla de la pequeña flota que pelearía en Texas y California contra los buques gigantes de los Estados Unidos de América”, finaliza Verne su aventura virtual en México, honrando a su ídolo James Fenimore Cooper.

ÁSS

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.

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