Al recibir el Nobel de Literatura en 1967, de alguna forma Miguel Ángel Asturias abrió las puertas para que, pocos años después, el boom de la literatura latinoamericana entrara y recorriera el mundo.
Reconocido más por sus novelas El Señor Presidente y Hombres de maíz, o haciendo visible su tierra en Leyendas de Guatemala, el recordado novelista también fue un prolífico y destacado poeta.
A 50 años de su muerte, ocurrida el 9 de junio de 1974, seguro habrá quién le recuerde en esa narrativa comprometida con las comunidades más vulnerables, con la que reivindica a la población indígena, principalmente de la cultura maya.
En su momento, la Academia Sueca enfatizó que le otorgaban el Nobel: “Por sus logros literarios vivos, fuertemente arraigados en los rasgos nacionales y las tradiciones de los pueblos indígenas de América Latina”.
Dado este sesgo, algunas recopilaciones hacen visible su faceta de poeta comprometido, partícipe también de las estampas coloridas o del sufrimiento de su pueblo; en poemas como “Tecún-Umán”, “Guatemala”, “Habla el Gran Lengua” o “Bolívar”, esto queda de manifiesto.
Sin embargo, hay también en Miguel Ángel Asturias una poesía que se escribe desde la intimidad, no de cara al mundo sino buscándose dentro de sus propias emociones, y lo hace con diferentes registros.
En “Letanías del desterrado” lo hace desesperadamente en un tono elegíaco.
En “Claridad lunar” prevalece la nostalgia al reencontrarse en la ciudad de Antigua, con su pasado.
En otro poema, donde “la luz corre desnuda por el río”, el poeta se vuelve reflexivo, sopesa la ventura y desventura de “correr tras lo imposible”.
Y finalmente, en “Soledad frente al mar” está el hombre solo y a la intemperie, que reconoce en su corazón el sufrimiento, las vicisitudes más graves, las amorosas.
Las perspectivas socio políticas y culturales que hicieron visible a Miguel Ángel Asturias, que incluso le dieran la oportunidad de acceder al Nobel de Literatura, son (irremediablemente) pasajeras, y el paso del tiempo puede deslucirlas. En cambio, la condición más íntima y humana, permanece.
Con la noticia de que los restos del poeta finalmente serán llevados a Guatemala, queda entonces la invitación abierta para escuchar de nuevo la voz más sensible y humilde de un desterrado, como el que reflejan estos versos:
Letanías del desterrado
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tener la tierra como posada,
contemplar cielos que no son nuestros,
vivir con gente que no es la nuestra,
cantar canciones que no son nuestras,
probar comida que no es la nuestra,
oír un nombre que no es el nuestro,
pensar en cosas que no son nuestras,
usar moneda que no es la nuestra,
sentir caminos que no son nuestros...
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tenerlo todo como prestado,
vivir la vida que no es la nuestra,
llorar por muertos que no son nuestros,
jugar a juegos que no son nuestros,
dormir en cama que no es la nuestra,
leer noticias, menos las nuestras,
sufrir por todos y por lo nuestro,
oír que llueve con otra lluvia
y beber agua que no es la nuestra...
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
no tener sombra, sino equipaje,
brindar en fiestas que no son nuestras
compartir lecho que no es el nuestro,
contar historias que no son nuestras,
cambiar de casas que no son nuestras,
andar ciudades que no la nuestra
y en hospitales que no son nuestros
cura de males que tienen cura,
alivio al menos, que no del nuestro,
que solo sana con el regreso...
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tal vez mañana, mañana o nunca…
El tiempo falso de los relojes
no cuenta el tiempo, cuenta la ausencia,
envejecerse cumpliendo años
que no son años sino descuentos
del almanaque que no es el nuestro,
morir en tierra que no es la nuestra,
dormir en tumba que no es la nuestra,
que al fin de cuentas, hombre sin patria
hombre sin nombre, hombre sin hombre...
Y tú, desterrado:
Estar de paso, siempre de paso,
tener la tierra como posada,
tenerlo todo como prestado,
no tener sombra sino equipaje,
tal vez mañana, mañana o nunca...
AQ