Nathalie Léger: la indagación femenina

Literatura

Sus libros 'La exposición', 'Vida de Barbara Loden' y 'El vestido blanco' conforman un tríptico consagrado a mujeres vinculadas al arte y el misterio.

La escritora francesa Nathalie Léger. (Editorial Sexto Piso)
Mauricio Montiel Figueiras
Ciudad de México /

Archivista, curadora y editora además de escritora con un admirable olfato literario, la francesa Nathalie Léger (1960) se desempeña actualmente como directora ejecutiva de L’Institut mémoires de l’édition contemporaine (IMEC) con sede en Caen, Normandía. En 2006 debutó como autora con Las vidas silenciosas de Samuel Beckett, un ensayo compuesto por fragmentos que terminan por dibujar un perfil no solo intelectual sino psicológico del Premio Nobel de Literatura 1969, y dos años después, en 2008, entregó a la imprenta La exposición. Híbrido fascinante y provocador que se mueve con destreza anfibia entre la autoficción, el ensayo y la investigación histórica para hacer aún más porosas las fronteras entre géneros, La exposición echa mano de herramientas similares a las empleadas en La cámara lúcida (1980) por Roland Barthes, autor al que Léger dedicó una exhibición montada en el Centro Georges Pompidou de París en 2002, para adentrarse en la vida tan apasionante como enigmática de Virginia Oldoini, condesa de Castiglione (1837-1899), la aristócrata y agente secreta que fue amante del emperador Napoleón III de Francia y que jugó un papel esencial en los inicios del arte fotográfico gracias a su estrecha colaboración con Pierre-Louis Pierson en calidad de modelo durante cuarenta años. Dueña de una de las bellezas más extraordinarias de su tiempo, la Castiglione posó en centenares de retratos que constituyen el mayor ejemplo de narcisismo femenino del siglo diecinueve, un narcisismo que sin embargo logró ocultar la verdadera naturaleza de esta mujer que aun en su decadencia física se dejó captar por el ojo implacable de la cámara. Como si quisiera rasgar la “capa mortífera de la Pose” a la que alude Barthes en el texto antes mencionado, Léger emprende una reconstrucción que es a la vez una deconstrucción de los retratos de la Castiglione y en ese proceso entrevera el relato del fracaso matrimonial de sus propios padres y sobre todo la congoja de su madre ante el engaño masculino. Obra dura, luminosa e inclasificable, La exposición muestra que las etiquetas literarias están hechas solo para ser transgredidas con inteligencia y sagacidad. Este es justo el tipo de libro que envidio sana pero innegablemente: “Es tan difícil contar una historia, empezar por un comienzo, acabar por un comienzo, dar montones de detalles insignificantes, pequeños incidentes, sobrevolar los acontecimientos señalándolos aprisa, como Nadar cuando sobrevolaba en globo la ciudad para captarlo todo de golpe, aunque de lejos”.

En su tercer libro, Léger hace que el globo de Nadar toque tierra para “captarlo todo de golpe”, sí, aunque de cerca. Al igual que La exposición, Vida de Barbara Loden es un texto breve que esconde una profundidad humana e intelectual ausente en muchos autores contemporáneos de largo aliento y que plantea una nueva disolución de los géneros literarios en aras de una mezcla que en este caso funde y confunde la autoficción y el ensayo biográfico, la crítica de cine y la indagación periodística, la road story y la búsqueda de los mecanismos secretos de la feminidad. Aparecido en su lengua original en 2012 y ganador del Prix du Livre Inter, Vida de Barbara Loden sigue la trayectoria vital y artística de la actriz y cineasta estadunidense nacida en 1932 y fallecida tempranamente en 1980 debido a un agresivo cáncer de mama. Casada con el mítico director Elia Kazan —quien la llegó a usar como personaje en su única novela El compromiso, publicada en 1967 y llevada al cine por él mismo en 1969— y descrita no sin razón como la contraparte femenina de John Cassavetes, paladín del mejor cine independiente, Barbara Loden se inspiró en un hecho real —el asalto frustrado a un banco ocurrido en Cleveland en septiembre de 1959— para escribir, dirigir y protagonizar Wanda, su único largometraje, que desde su estreno en 1970 ha ido ganando un estatus de culto. Calificado por Marguerite Duras como un milagro que erradica por completo “la distancia entre representación y texto, entre sujeto y acción”, Wanda sirve de punto de partida a Léger para emprender uno de los periplos al fondo de la identidad de la mujer más apasionantes con que me he topado en los últimos años, una espléndida odisea intimista en la que detecto ecos de Elena Ferrante: “Él me dijo que temía ese hábito especial de las mujeres en general y de mí en particular […] de ser incapaces de o reacias a resistir el deseo masculino no solicitado […] No podía entender lo difícil que es decir ‘no’, confrontar el deseo del otro y rechazarlo: lo difícil y quizá lo inútil que resulta. ¿Cómo no podía comprender la necesidad a veces abrumadora de ceder al deseo del otro para tener una mejor oportunidad de escapar?”

Con El vestido blanco (2018), Léger cierra su fabuloso tríptico consagrado a mujeres vinculadas al arte y el misterio y completado por La exposición y Vida de Barbara Loden. La compleja relación con la madre abandonada por el padre, que ya había abordado anteriormente, sirve a Léger en El vestido blanco como vibrante trasfondo emocional de su investigación en torno de la muerte de la artista italiana Giuseppina Pasqualino di Marineo, conocida como Pippa Bacca (1974-2008), quien fue violada y asesinada en un pueblo de Turquía al parecer por más de una persona —así lo sugirieron las pruebas de ADN tomadas por la policía— mientras ejecutaba uno de sus performances titulado Sposa in Viaggio y consistente en atravesar Europa en autoestop, ataviada con un simbólico vestido de novia para fomentar la armonía y la pureza entre diversas identidades nacionales. El resultado de la doble indagación de Nathalie Léger, en el brutal feminicidio de Bacca y en el nexo madre-hija, es un texto doloroso aunque deslumbrante que se adentra sin tapujos en los riesgos y acertijos que entraña la condición femenina: “Quizá las mujeres creen que el vestido de novia es su antiguo cuerpo, el cuerpo que solía pertenecerles; su verdadero cuerpo, podríamos decir, un cuerpo lleno de esperanza y carente de remordimientos, un cuerpo que continúa existiendo en el vestido, su pura abstracción presente allí en calidad de sedimento”.

AQ

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