Nueva York y el fin de las vanguardias

Memoria

Jonas Mekas (1922-2019)

Recuerdo de uno de los máximos exponentes del cine experimental
Silvia Herrera
Ciudad de México /

Surgidas en Europa, las vanguardias artísticas de principios del siglo XX —cubismo, futurismo, dadaísmo, surrealismo, suprematismo— no tardaron en llegar a Estados Unidos. Con la International Exhibition of Modern Art, mejor conocida como Armory Show, abierta el 7 de febrero de 1913, y aunque no estuvieron representadas todas las escuelas, Nueva York ocupó un sitio privilegiado al lado de París, Roma, Zúrich, Berlín y Moscú. Luego del escándalo y rechazo que provocaron en el público los diversos ismos en esa etapa inicial, en el renacimiento que hubo en los años sesenta de su sino transgresor y renovador en el que nuevos movimientos como el pop, el op, el arte conceptual y el minimalismo escultórico y musical hicieron su aparición, Nueva York se convirtió en el omphalos del mundo del arte.


El cineasta y animador cultural Jonas Mekas (Semeniškiai, Lituania, 23 de diciembre de 1922-Nueva York, 23 de enero de 2019) fue actor y testigo privilegiado de la explosión artística en la Urbe de Hierro. Como cineasta ha sido reconocido como maestro por directores de la fama de Martin Scorsese y George Lucas. En favor de la industria underground fundó la cooperativa The Film Makers (1962) y creó los Anthology Film Archives (1970). El libro Cuaderno de los sesenta. Escritos 1958-2010 (Caja Negra, 2017) (no hagamos caso a la incongruencia de los años y centrémonos en la primera parte del título, que es la que nos sirve de guía) da cuenta de su papel en la revolución artística neoyorquina. Como nos han enseñado los historiadores, una época no comienza estrictamente en sus años nominales, sino que puede arrancar antes o después; para Mekas la década de 1960 empieza en 1958. Si bien esa especie de texto-manifiesto de Mekas que abre el libro —“En defensa de la perversión”— tiene como protagonistas a los escritores beatniks, al final traza una genealogía que se extiende al cine, el rock, el jazz, el teatro y la pintura con nombres contemporáneos y algunos ilustres antiguos; dos términos hermanan la revolución artística que se gestaba: negar y destruir.
Para Mekas, y en general para los artistas de los sesenta, expandir la percepción del público era esencial para un despertar de la conciencia. Andy Warhol, además de sus pinturas pop, ocupa un sitio fundamental en la aparición del arte expansivo, como lo llamaba Mekas; con sus actos The Exploding Plastic Inevitable anticipó la multimedia. En ellos se combinaban música, baile y luces (el grupo que participaba, recordemos, era The Velvet Underground, encabezado por Lou Reed y John Cale). Pero para Mekas el verdadero sentido del significado del espectáculo con toda su violencia y dinamismo implicó un ocaso: “no es el comienzo de una nueva era o una conciencia cósmica, sino que es la paz que viene con el ocaso de la Era de Piscis, de la edad cristiana”. En los sesenta, se habló mucho del fin de la Era de Piscis, tiempo de los valores caducos, y la entrada a la Era de Acuario, o de una nueva conciencia, esa que propugnaba Mekas y otros artistas como el Living Theatre de Judith Malinas y Julian Beck.
Pero al final, si los sesenta son el último canto de las vanguardias, se debe a que esa nueva era nunca llegó y el arte terminó asimilado al sistema. Juan García Ponce ya lo veía en un ensayo de esos tiempos (“El arte y lo sagrado”, La aparición de lo invisible, 1968). Argumentaba que el no-arte (pop, op y otros experimentos), el cual malinterpretó a Marcel Duchamp, “sirve a la sociedad que condena y es asimilado por ella como un objeto más de consumo”. En su opinión, “el arte contemporáneo auténtico está fuera de la sociedad, de lo colectivo”; por ello, “nos pone en contacto con lo sagrado” y nos hace “encontrar el verdadero sentido de nuestra permanencia en el mundo”. En el paisaje desolador que predomina actualmente, sus palabras tienen que ser reivindicadas.


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