Como en el caso de otros grandes poetas, la figura real y legendaria de Octavio Paz no ha dejado de acrecentarse, en contra —en palabras de Carlos de Sigüenza y Góngora— del archivo de la omisión, desde su muerte y quizá ha cobrado, en los últimos años, mayor relieve en textos de muy diversa índole.
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Paz no entró al limbo. La aproximación crítica Los rostros de Octavio Paz, de Braulio Peralta, el ensayo Estrella de dos puntas: Octavio Paz y Carlos Fuentes, de Malva Flores, el análisis Los signos vitales, de Armando González Torres, las diversas correspondencias editadas como Al calor de la amistad, de Rodrigo Martínez Baracs, Iconografía, de Rafael Vargas, o los estudios apasionados —y apasionantes— de Guillermo Sheridan, sólo son una muestra pequeña, pero significativa, de la actualidad de la obra del poeta de Mixcoac. En cada nueva publicación, el lector encuentra la alusión a una doble originalidad: la poesía como percepción inmediata del mundo en movimiento y, al mismo tiempo, como pensamiento revelador del instante petrificado en su imposible fijeza. Esta dualidad, esta compleja ambigüedad en la que realidad e idea cobran un significado múltiple y contradictorio, “inmóvil en la luz, pero danzante”, es la razón fundamental por la que la poesía de Paz provocó fascinación y la sigue provocando.
Así, la aparición de Odi et amo: las cartas a Elena en edición de Guillermo Sheridan (Siglo XXI, 2021) no sólo representa la prolongación de la inquietud permanente en torno a la obra del poeta. Este libro tiene un mérito adicional y tal vez más profundo en la presentación del escenario, lleno y vacío, de la conciencia de un artista joven: aporta una materia fundamental para comprender la compleja relación amorosa entre Elena Garro y Octavio Paz; ofrece un cuerpo de impresiones, opiniones y reflexiones de primera mano que nos dejan entender el coraje y las dudas de un poeta en el comienzo pleno de sus primeras intuiciones; y arroja una luz intensa sobre las reacciones y animosidades morales de un escritor rebelde y del ambiente durante el cardenismo. Quizá podríamos agregar algo más: estas cartas nos ayudan a discernir el contexto en que fue creado el primer gran poema de Paz. Ese poema es “Entre la piedra y la flor”. Originalmente, como podemos ver en la serie de envíos de 1937, llevaba por nombre “Henequén”.
Odi et amo tiene, además, otro valor. La introducción de Sheridan, aparte de enunciar la originalidad de estas misivas, muchas veces “papeles salvajes”, “Redactadas sin cautela, libres del yugo social y familiar... poesía en bruto”, nos propone acercarnos, en el proceso de comprensión literaria y psicológica del propio editor, al debate sobre la relación de la obra con la biografía. Sin caer en el reduccionismo romántico, Sheridan pone el dedo en la llaga. En suave cuestionamiento a los prejuicios estructuralistas, subraya el efecto volitivo, esencial e inevitable, de lo privado y lo íntimo en la creación y, lo que es de igual importancia, en el análisis de una obra.
AQ