¿Qué pasaría si la imagen de la Virgen de Guadalupe no fuera real? A partir de esta pregunta, David Martín del Campo (Ciudad de México, 1952) comenzó a escribir Vendrán por ti (Océano). Tras denunciar la falsificación del emblema religioso, Matías Verduzco, el protagonista, tendrá que huir de la persecución de las sectas intolerantes. Bajo la sombra de un padre que no fue quien dijo ser, el personaje llega a Europa donde conoce a Claudine, una mujer que cambiará su vida. Por medio de una serie de engaños y misterios, Martín del Campo construye una novela que parte del desencanto y termina por exhibir una época oscura y sombría.
- Te recomendamos 'La distorsión': un llamado a la impureza de las formas Laberinto
—Desde el epígrafe de Blas de Otero, “Bien lo sabeis. Vendrán/ por ti, por ti, por todos./ Y también/ por ti./ (Aquí/ no se salva ni dios. Lo asesinaron.)”, se anticipa una novela oscura al menos en su principio.
Vivimos una época sombría; al menos así lo vemos algunos de los miembros de mi generación que crecimos bajo el pensamiento marxista. Según creíamos, este sería un periodo de prosperidad, pero la realidad es que la ultra derecha avanza a pasos agigantados. Trump y Putin son ejemplos de ello, incluso aquí no estamos tan alejados de eso. Con la novela quería mostrar algo de la intolerancia, la impostura y el avasallamiento que vemos todos los días.
—Y usted lo hace por medio de un juego metaliterario.
Así es. Mi protagonista es un historiador que descubre el robo de la imagen de la Virgen de Guadalupe del Tepeyac y publica un texto sobre eso. Tras su denuncia, las sectas se le van encima. Me gusta pensar el libro como una suerte de cajas chinas: una novela dentro de la cual hay otra novela. Al final, siempre estamos homenajeando a Cervantes. El Quijote se construye con la gente que encuentra en su andar por Castilla y Extremadura.
—¿Vendrán por ti es una novela escrita desde el desencanto?
No creo en los happy end. La literatura seria es triste, como lo son Shakespeare y Cervantes. Para mi generación, los paradigmas con que crecimos resultaron fallidos. Desde luego, el modelo dominante no es mejor, pero los regímenes producto de la ideología socialista terminaron muy mal.
—El padre de Matías, la caída de la Unión Soviética y Chernóbil, representan esta crítica.
En mi época era normal y emocionante militar en el marxismo. Imagínate, estábamos en una reunión de célula y de pronto nos llamaban para advertirnos la llegada de la policía. Teníamos que salir de uno en uno para no ser capturados. En la Facultad de Ciencias Políticas era cosa de todos los días. Mis compañeros fueron Andrés Manuel López Obrador, José Woldenberg, José Buil, Ignacio Trejo y Ángeles Mastretta. Uno de nuestros maestros más deslumbrantes fue Gustavo Sainz. Gracias a él soy escritor. Inventó un par de revistas y nos pedía cuentos, sueños, crónicas. Eran días de una felicidad absoluta porque nos pagaba 400 pesos, veíamos nuestro nombre en letra de imprenta y teníamos diez en su materia. A Gustavo Sainz le debo la publicación de mi primera novela: me recomendó con Joaquín Díaz-Canedo cuando apenas tenía 21 años.
—¿En qué momento empieza a decepcionarse de lo que creía entonces?
Cuando descubrí la realidad cubana, los ideales se me vinieron abajo. Pero la novela no trata de eso.
—Aunque sí cuestiona las verdades absolutas, como las que usted asumió de joven.
Ahora sé que todo ha sido un engaño. Sin embargo, gracias al amor la vida merece ser vivida. Por eso Claudine, a quien por cierto conocí, salva la novela. Era la esposa de un buen amigo escritor.
—¿La literatura es efectiva para cuestionar estas verdades absolutas?
Las novelas buscan una conversación con el lector. Normalmente, los escritores son la gente más entrañable.
—Hay autores que no son precisamente entrañables.
A esos no hay que leerlos. A lo que voy es al valor de quienes te hacen reflexionar por medio de una historia. Al escribir busco una conversación y una ensoñación que compartir con el lector. Así es como se produce la belleza de la magia narrativa, que consiste en inventar un mundo hasta ese momento inexistente y por medio del cual cotejamos si compartimos o no valores.
—¿Cuándo sabe que alcanzó esa belleza narrativa?
La consigues cuando seduces y engatusas al lector. No necesitas una gran historia, pero sí un buen manejo del ambiente, los diálogos, las descripciones y las reflexiones. Ahí radica la belleza de la novela.
—Aquí podría haber una tesis de la novela.
Una novela nace a partir del deslumbramiento que produce una plática, un pensamiento o una anécdota. Vendrán por ti comenzó a gestarse cuando llevé a un amigo español a la Basílica. Ante el fervor, la gente me cuestionó: ¿y si la imagen no fuera real? A partir de ahí comencé a crear un universo imaginario para responder a la pregunta. Pero te voy a contestar con lo que les digo a mis alumnos: escribimos porque somos pobres. Si tuviéramos 60 millones de pesos haríamos una película, pero como no los tenemos, solo queda escribir historias.
ÁSS