Raquel Aguirre: “A las mujeres les aplican castigos mayores que a los hombres por el mismo delito”

Entrevista

La cofundadora de la asociación civil La Cana explica la relación entre la violencia estructural y la población penitenciaria femenil en México.

Raquel Aguirre, una de las cofundadores de La Cana. (Foto: lacana.mx)
Silvia Herrera
Ciudad de México /

Daniela Ancira, Mercedes Becker, Raquel Aguirre y Wendy Balcázar son las autoras del libro Acusáis a la mujer sin razón. Feminismo desde la cárcel: un paso para desarmar la violencia estructural de género (Aguilar, 2023); Ancira, Aguirre y Balcázar son abogadas, y Becker, psicóloga. Ellas tienen una organización, La Cana, que ha trabajado esta problemática, generando un programa que ha dado resultados. En el libro presentan entrevistas con mujeres y han encontrado un patrón que buscan romper para las mujeres no caigan en la cárcel y las que han caído se reintegren verdaderamente en la sociedad. Raquel Aguirre ahonda para Laberinto sobre algunos temas planteados en el libro.

—En la introducción señalan que algunas de las mujeres entrevistadas son culpables de delitos que se les achacan y otras no, pero el título parece hacer referencia a que todas están en la cárcel injustamente.

No para nada. Le pusimos ese título por dos razones: la primera porque Sor Juana Inés es una de las primeras feministas mexicanas que hubo y nos gustó mucho ese poema; y segundo, cuando lees el libro te das cuenta que lo elegimos no porque sean culpables o inocentes, sino lo que nosotras estamos tratando de visibilizar es que la gente analice y vea más allá los motivos y las causas que las llevan a terminar prisión.

Cuando te pones a ver en todos estos contextos, en las que ellas son víctimas de violencia estructural de género desde que son niñas, entonces te das cuenta que no tenían por qué acabar en prisión. Esas mismas circunstancias son las que las orillan a cometer el delito o no. Sí, efectivamente hay un apartado de injusticias en el libro, pero no estamos centradas solo en eso.

—Ahora, por un lado están las causas que las orillan a cometer los delitos, pero parece que ya hay un esquema en los que el nivel socioeconómico parece determinante. ¿Hay casos de mujeres de clase media y alta?

Nosotras lo que hemos visto es que la cárcel está llena de gente pobre, desde luego estamos conscientes que lo que se criminaliza es la pobreza y pues entre menos dinero y menos influencias tienes más probabilidades de caer en la cárcel.

Aquí el tema lo dividiría en dos: la violencia de género no distingue de clases sociales, pero lo que vemos en este libro es que sí, efectivamente, son mujeres de escasos recursos con muy pocas oportunidades en los que los roles de género se ven desde sus infancias. El machismo está presente, pero no solo del lado de los hombres, sino también de sus mamás y sus abuelas por todas esas creencias que les han inculcado en el sentido de que las mujeres solo sirven para el hogar y cuidar a los hijos. Nuestro alcance está enfocado a una población penitenciaria, mujeres de diferentes estados de la república. En la mayoría de los casos son de clase baja y muy pocas de clase media.

—El otro aspecto que estudian son las condiciones en las que viven en la cárcel y la supuesta rehabilitación.

Precisamente otra de las cuestiones que pretendemos es que los lectores sepan más que esta violencia comienza desde su casa y después continúa con sus parejas y llegando a prisión eso sigue. Las estadísticas muestran que en la mayoría de los casos son torturadas al momento de su detención. Son doblemente discriminadas: por su delito y por haber incumplido el rol de ama de casa.

Al momento de juzgar, estadísticamente está comprobado, además, que a las mujeres se les aplican castigos mayores que los hombres por el mismo delito o que se tardan más en sentenciarlas. Al final, se trata de proponer; nosotras apostamos a la reinserción social y esto solo puede ser posible si generamos herramientas y actividades productivas dentro de prisión. Nosotras tenemos un programa social que vemos que sí funciona; llevamos siete años trabajando.

—En cuanto a la prevención, hablan de los aspectos personales y sociales, en cuanto a la educación ¿qué tanto se han involucrado?

Nosotras lo que consideramos es que estos programas dentro de prisión tienen que ser integrales: desde capacitación para un empleo, trabajar el tema la salud mental, la educación, o sea, al final son oportunidades que ellas nunca han tenido. Con este libro queremos irnos desde antes, son historias en las que vemos, sean culpables o no, que fueron abusadas desde que son niñas, son maltratadas por sus familiares, sus amigos, quedan embarazadas desde pequeñas de sus violadores.

Si no comenzamos a reeducar desde otra perspectiva en la que no generemos estos machismos y veamos que no son necesarios los roles de género, esto no va a cambiar. Hay que apostar por los servicios postpenitenciarios; que el gobierno provea una red de trabajo cursos que les permita seguirse reinsertando y esto no nada más para las mujeres, sino también para los hombres. Nosotros queremos que esto se visibilice y cambiemos como sociedad.

Acusáis a la mujer sin razón. Feminismo desde la cárcel: un paso para desarmar la violencia estructural de género. (Aguilar)

—Cómo lograron insertar estos programas en prisión, ¿tuvieron problemas con las autoridades?

La verdad estuvo complicado al principio, pero al final nos ganamos la confianza de las autoridades porque estamos ayudando y haciendo parte de la chamba que le correspondería hacer a ellas. Llevamos casi siete años trabajando en las cárceles del país, ahorita estamos en seis.

Con el tema de la investigación al principio estuvo complicado porque a nadie le gusta salir expuesto. De cierta manera había ciertas resistencias porque no sabían a qué iba estar enfocada y, desde luego, esta investigación se inició para ver si el patrón que habíamos encontrado, en el que las mujeres estaban en la cárcel a consecuencia de un hombre o por haber sido víctima de violencia, se repetía en los diferentes estados. En el momento en que enviamos el cuestionario que le íbamos a hacer a las mujeres, y que se dieron cuenta que nada tenía que ver con las autoridades ni con las instalaciones, es que nos permitieron el acceso. Al final, lo que buscamos es generar política pública con esto que descubrimos. Todo lo referente a lo económico para hacerlo lo absorbió la organización.

AQ

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