Sobre el sacrificio: Raúl Zurita

Poesía en segundos

Con su prosa insomne, el poeta chileno nos muestra que nada nos hace ver con más claridad que el lenguaje.

Raúl Zurita, poeta chileno. (Foto: Elvis González | EFE)
Víctor Manuel Mendiola
Ciudad de México /

En “Lenguaje y nuevo mundo”, Raúl Zurita planteó que la poesía de Pablo Neruda había logrado, con la creación de una lengua feliz, una vida nueva. El texto fue escrito para el encuentro La Palabra Poética, organizado por Horácio Costa en el Memorial de América Latina en 1992, en la ciudad de San Pablo, y en donde participaron, entre otros, Néstor Perlongher, Manuel Ulacia, Federico Barbosa, Orlando González Esteva, Juan Malpartida, Eduardo Milán y Arturo Carrera. El poeta concretista, Haroldo de Campos, siguió atentamente la reunión, tanto en el foro como en las reuniones privadas. El planteamiento de Zurita tenía un interés particular: comprendía la relación de extrañeza que tenemos los americanos con nuestras lenguas y reivindicaba, en contra del discurso “lingüístico” y “neobarroco”, la plenitud y actualidad del sentido trágico de la épica y, por tanto, no sólo aceptaba la referencia viva sino el testimonio sustancial de la condición extraordinaria del hombre en la naturaleza. De manera honda, afirmaba una acción en contacto con lo sublime. En su explicación, ponía el acento en Edipo en Colona y en La divina comedia como extremos de un camino en el que nada más cabe la purificación —la poda— y un acercamiento limitado al esplendor del cielo. No en balde, Purgatorio y Anteparaíso son los nombres de sus dos primeros libros

Ahora, en una especie de suma total y anagnórisis, Sobre la noche el cielo y al final el mar (Random House, 2021), Zurita ha dado el salto al desocultamiento biográfico e histórico. Con un texto híbrido de vigilia y sueño —invoca el Finnegans Wake—, nos expone la dura experiencia de su propia purgación en el dolor amoroso y en el sufrimiento físico por tortura. El libro despliega, en la corriente simultánea y alógica de la conciencia, la contra narración exhaustiva de cuatro acontecimientos: la separación desgarradora de una pareja, la represión brutal del gobierno de Pinochet, las acciones colectivas y monumentales de un arte contestatario y, lo que le da a todo un carácter estremecedor y religioso, las automutilaciones. De hecho, podríamos decir, el texto de Zurita está escrito desde un cristianismo profundo y disidente, casi un catarismo (él se quemó la cara y se arrojó ácido a los ojos), insólito en el mundo cobarde y opaco de nuestra sociedad. En el lado opuesto, este vehemente soliloquio, que podría parecer la justificación del abandono del oficio de la poesía por la defensa del performance poético, es la reivindicación de la escritura misma. Su prosa insomne nos muestra que nada nos hace ver con más claridad que el lenguaje y, en particular, la palabra deslumbrante de la poesía. De esta experiencia tremenda deducimos, me atrevo a pensar, que nuestros ojos ven más gracias al lenguaje. Éste es nuestro lente más poderoso. Como quiera que sea, la poesía de Zurita es, en este libro de dolor y tortura, una exhibición verbal de la grandeza de la cordillera de los Andes, del mar del Pacífico Sur y de los glaciares antárticos. Nubes, azul, blancura, orcas, Dios. No sé si este libro es una novela, pero no me cabe duda de que es una consagración de la visión poliédrica y siempre reveladora de la poesía.


AQ

LAS MÁS VISTAS

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.