Reinas del cine mexicano

Personajes

Una recopilación de divertidas y sorprendentes anécdotas de divas de la pantalla grande nos transporta al mundo de la farándula mexicana en el siglo XX.

Portada de 'Las reinas del cine nacional'. (Secretaría de Cultura de Yucatán)
Andrea Serdio
Ciudad de México /

Las reinas del cine nacional (Secretaría de Cultura de Yucatán, 2018) es un libro divertido y aleccionador sobre el mundo de la farándula, sobre las aventuras, ocurrencias, enredos e incluso tretas de los promotores de los certámenes de belleza y popularidad, como el yucateco Enrique Vidal Herrera, creador en Mérida de la Guía Cinematográfica, de la que surgió en 1959 el concurso “La Reina del Cine Nacional”, en un principio elegida mediante el voto de los lectores y posteriormente según las condiciones y ganancias que auguraba cada soberana.

Vidal Herrera nació en Mérida el 10 de febrero de 1940. Entusiasta del cine de la Época de Oro, publicó su primer texto en 1955 en la legendaria revista Cinema Reporter, en el que hacía una apasionada defensa de los desnudos de Ana Luisa Peluffo en La fuerza del deseo; en 1956 fundó la Guía Cinematográfica, “de cuatro páginas en linotipo con clichés de fotografías”, según recuerda, y en 1988 la Guía del Espectáculo en México.

La primera Reina del Cine Nacional fue Ana Bertha Lepe, primera mexicana finalista en el concurso de Miss Universo, en el que obtuvo el cuarto lugar en 1953. Era una verdadera estrella. Fue amable y comprensiva con el joven periodista, que a los 19 años se lanzaba a una empresa de ligas mayores. Para llevarla a Mérida pidió favores y dinero prestado; afortunadamente, la coronación fue un éxito con repercusiones en la Ciudad de México.

En el libro, firmado por Enrique Vidal Herrera, José Germán Pasos Tzec y José Abraham Castillo, y que al parecer es resultado de una o varias entrevistas con el veterano periodista y empresario (no hay ninguna indicación al respecto en la edición), Vidal Herrera dice: “Me endrogué muchísimo con Ana Bertha Lepe, porque había que llevarla a comer y todo eso; claro, tenía firma en todos lados, después vería cómo pagaba”.

Con la lección aprendida, al margen de la voluntad de los lectores de su revista, la segunda reina —Celia D’Alarcón, una actriz veterana casada con un médico millonario— fue elegida directamente por él. No oculta el motivo: ella estaba haciendo una temporada teatral en Mérida: “Así que pensé: si la corono Reina del Cine Nacional, me ahorro los pasajes (de avión), hotel, comidas… Los primos del marido eran quienes manejaban el cine Peón Contreras, así que podríamos conseguir el teatro gratis (…). Era la reina perfecta”.

La tercera reina, la hermosa Sonia Furió, “sí fue por votación” y fue también coronada en el Peón Contreras, “que era un cine mugriento, por el polvo y los murciélagos que tenía”. Los tumultos para ver a las reinas “eran impresionantes, y ellas, como es posible imaginar, se sentían muy halagadas”. Se proyectaba una película en la que las reinas eran protagonistas, después se hacía la ceremonia de coronación y se presentaba una variedad con artistas locales o nacionales de paso por la llamada Ciudad Blanca.

“Es así como comenzamos”, rememora Vidal Herrera, quien creó de esta manera una tradición de la que formaron parte Ariadna Welter, Angélica María, Elvira Quintana, Maricruz Olivier, Irma Dorantes, Meche Carreño, Jacqueline Andere, Isela Vega, Sasha Montenegro, Lorena Velázquez y muchas otras actrices, siendo la última Rosa Gloria Chagoyán, con quien en 1983 culminó uno de los capítulos más interesantes en la vida de un eterno enamorado del espectáculo mexicano, quien falleció el 28 de julio de 2021.

AQ

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