La música acompañó el último viaje de René Villanueva, uno de los fundadores de Los Folkloristas en 1966. Promotor infatigable de la música tradicional, registró grabaciones de campo que dan cuenta de nuestro rico patrimonio, además de cultivar su talento como pintor y abrazar el activismo social.
Nacido en Oaxaca en 1938, estudió flauta, teoría musical y musicología en la Escuela Nacional de Música, además de pintura en la Esmeralda y la Academia de San Carlos bajo la guía de Raúl Anguiano, Santos Balmori, Fernando Castro Pacheco y Benito Messeguer.
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Investigador acucioso, durante las décadas de 1970 y 1980 fue un activo participante en congresos y cursos nacionales e internacionales sobre folclor y pedagogía musical. A principios de los años ochenta, como director de la Fonoteca del Instituto Nacional de Antropología e Historia, impulsó la serie Testimonios Musicales de México, además de proponer la creación de una Fonoteca Nacional para preservar nuestro patrimonio sonoro, proyecto que entonces no tuvo eco.
Como investigador musical, sus grabaciones de campo hechas a lo largo y ancho de nuestro país y de nuestro continente suman quince volúmenes editados por Discos Pueblo y Pentagrama. Su último disco, Oaxaca profunda, publicado por Pentagrama poco después de su muerte, es un emotivo homenaje a su tierra nativa y que se suma a títulos como La flauta chontal de Tabasco, Cantos y música de Michoacán, Arte musical del Ecuador y Sones zapotecos de Juchitán. Las grabaciones de Oaxaca profunda fueron completadas en diciembre de 2000, cuando, en palabras de Villanueva, empezaba a “sentir que la muerta empezaba a entrar en mi cuerpo”.
Autora de Como gotas de ámbar. Memorias de René Villanueva (Ediciones Pentagrama, 2008), la periodista y escritora Beatriz Zalce, su pareja durante más de diez años, recuerda su forma de trabajar. “En ocasiones lo acompañé en sus viajes y constataba que cuando llegaba a una comunidad la gente ya sabía de antemano sobre su trabajo. Al llegar lo primero que hacía era sentarse a platicar, siempre ponía el trato humano por delante. Ya después, al momento de trabajar, era lo más riguroso que te puedas imaginar. Aprendió que una grabación de campo tiene que estar técnicamente bien hecha, con equipo de primera, con los micrófonos bien colocados y continuamente monitoreados. Su rigor se nota en las grabaciones de campo”.
De acuerdo con su compañera, formó parte de una generación de músicos que se comprometieron con la difusión de nuestra música. “No sólo estaban René y los Folkloristas, también gente como Amparo Ochoa, Óscar Chávez, Gabino Palomares y Tehua, con quienes además compartió la amistad. Por fortuna para el país y la cultura, actualmente hay más gente haciendo lo mismo. Lo ves un poco con el renacer de la música veracruzana, que ha tenido un segundo aire muy afortunado”.
El periodista cultural Fortino Torrentera asegura que, “de manera similar a como los humanos han emprendido caminatas largas en pos de la música, como aquellas masivas peregrinaciones de campo a ciudades para oír en vivo a Liszt, a Chopin, a Paganini, al viejo Bruckner, el maestro René Villanueva recorrió una vida entera recopilando música, como Bartók, como Kodály por las campiñas y armado de grabadora, papel y lápiz. Por ello, en la historia no oficial, en la historia de la cultura popular y específicamente en la historia de la música tradicional latinoamericana, el nombre de René Villanueva es referencia inevitable”.
AQ