En primer lugar, quiero expresar mi gran satisfacción por la concesión de este Premio a Roberto Calasso, por su labor al frente de una editorial ejemplar: Adelphi.
Una editorial insólita, con vocación inactual y en sus inicios, en los primeros 60, modesta empresarialmente y marginal, pero que desde hace décadas se ha situado en primerísimo lugar de la edición no sólo italiana sino también internacional.
Haciendo una síntesis, obligadamente breve, del riquísimo catálogo de Adelphi cabría destacar:
● La gran presencia de la literatura mitteleuropea, con Joseph Roth, Hesse, Schnitzler, Karl Krauss, Kafka, Sebald.
● Las literaturas de Europa del Este, con Zinoview, Kis o Kundera.
● Una empresa tan ambiciosa como las obras completas de Nietzsche con la edición de Colli-Montinari.
● Astros diseminados y bien presentes como Jarry y Artaud, Karen Blixen, Oliver Sacks, Chatwin.
● La atención al pensamiento y literatura orientales no sólo en el catálogo de Adelphi sino también, progresivamente, en la obra de Roberto Calasso escritor.
Y entre otras características de Adelphi hay algunas que lo convierten en un caso quizá imperdonable para sus colegas italianos. Por ejemplo:
● La estrepitosa acumulación de Premios Nobel, especialmente en los últimos y penúltimos años, como Milosz, Canetti, Brodsky, Naipaul, Symborska, Walcott, como mínimo. Premios a menudo inesperados, pero parece como si existieran pistas, indicios, rumores, que Calasso parece, estadísticamente, descifrar.
● Operaciones de tanta envergadura literaria como la publicación sistemática de las obras de Nabokov y de Borges.
● Convertir en acontecimiento y bestseller la publicación de cada título de un autor como Simenon, ya tan conocido y explotado y editado en otros sellos.
● Transformar en bestsellers obras de autores autores poco reconocidos en sus respectivos países como Patrick McGrath, Mordecai Richler o Cathleen Schine.
Acrobacias, esas, realmente espectaculares.
● Cuando parecía que el filón mitteleuropeo se había extinguido definitivamente, Calasso redescubre a Sandor Márai, con extraordinario éxito italiano e internacional.
Y así como hay editoriales que funcionan con el axioma de publicar libros malos para financiar a los buenos, Calasso tiende a otro axioma mucho más infrecuente: buscar lectores para obras de verdadera calidad. Como vemos, a nuestro premiado podríamos llamarlo Roberto el Mago, o también el Mago imperdonable.
Posiblemente los dos editores internacionales con los que me siento en mayor sintonía son Christian Bourgois y Roberto Calasso, y así lo acreditan nuestros catálogos respectivos.
Christian Bourgois ha publicado a muchos autores españoles y latinoamericanos, en especial de Anagrama pero también de otras editoriales, y no creo que esté descontento de los resultados. Precisamente este otoño hemos asistido a la consagración francesa de París no se acaba nunca de Vila-Matas, después de sus éxitos con El mal de Montano y Bartleby y compañía, así como la de Roberto Bolaño, de quien Christian acaba de publicar tres títulos simultáneamente, mientras prepara para la primavera próxima la edición de Los detectives salvajes.
Por el contrario, Calasso es extremadamente reticente respecto a la literatura de los escritores contemporáneos en lengua española, con muy escasas excepciones. Rastreando el catálogo de Adelphi de 2004 se detectan las siguientes traducciones del español. Una primera tanda de clásicos, publicados de 1966 a 1970: Don Segundo Sombra de Ricardo Güiraldes (1966), la autobiografía de Ignacio de Loyola (con edición del joven Calasso en persona, también en 1966), La vida es sueño de Calderón de la Barca (1967), La lozana andaluza de Francisco Delicado (1970), Tristana de Benito Pérez Galdós (1970), a los que se unirá años más tarde La Gatomaquia de Lope de Vega (1983) y también El reverso de la conquista de Miguel León-Portilla López (1974).
Pero, en fin, que no cunda el pánico: en la década de 1990, parece brotar en Adelphi un sosegado interés. Así se publica En la penumbra de Juan Benet (1991), el único autor español contemporáneo, dos novelas del colombiano Álvaro Mutis, La última escala del Tramp Steamer (1991) y La mansión de Araucaíma (1997), Tuyo es el mundo del cubano Abilio Estévez (1999), Escolios a un texto implícito del ensayista colombiano Nicolás Gómez Dávila (2001) y Blanco sobre negro, escrito en ruso, por Rubén Gallego (2004). Seis títulos en total. Y está en vías de publicación, imagino que en “La collana dei casi”, el extraordinario reportaje Huesos en el desierto de Sergio González Rodríguez.
Y como gran operación, Adelphi ha emprendido, como antes he dicho, la publicación de toda la obra de Jorge Luis Borges, con ocho títulos ya publicados entre 1997 y 2004. Y como curiosidad, figuran en su catálogo nueve títulos del argentino J. Rodolfo Wilcock, quien como es sabido, empezó a escribir en español, luego se trasladó a Italia donde escribió todos sus libros en italiano y tradujo los anteriores a esta lengua. (Entre ellos figura quizá su mejor joya: La sinagoga de los iconoclastas.)
Como vemos, el tan merecido Premio a Calasso, no se debe a su atención a los autores en lengua española (al igual que, como se subrayó ayer, no se le ha dado el Premio Juan Rulfo a Juan Goytisolo en el año dedicado a la cultura catalana por ser catalán). Sino que el premio, la Presea, se le ha otorgado por su extraordinaria labor editorial a lo largo de varias décadas. (Por cierto, cuando los responsables de la FIL le comunicaron en Frankfurt que le habían otorgado el premio, luego Roberto me comentó que había recibido una carta, en perfectísimo italiano, en la que aparecía una palabra incomprensible y enigmática que había buscado en vano en los diccionarios: la susodicha Presea).
Una labor, la de Calasso, particularmente valiosa en un panorama como el italiano con la presencia apabullante de grandes grupos como Mondadori (con Einaudi) y Rizzoli (con Bompiani), y también Longanesi (con Guanda), además de la gran independiente Feltrinelli.
Las estrategias de Adelphi, desde sus inicios con Vittorio Foà y Roberto Bazlen, han consistido en la implantación rigurosa de un proyecto editorial inconfundible, con la renuncia a lo "actual", a lo visible estentóreamente, a los títulos que pregonan los scouts y agentes literarios, combates por otra parte perdidos de antemano ante unos rivales financieramente tan potentes.
Tomemos el caso de los autores italianos. Por una parte, en el catálogo de Adelphi están presentes muchos de los más importantes pensadores italianos: Ceronetti, Severino, Cecciani, Sgalambro. El caso de la narrativa es distinto: debido al prestigio de Adelphi, al “toque Adelphi”, cada joven autor que publican se convierte en un desaforado objeto del deseo por parte de los grandes grupos, que les ofrecen anticipos disparatados, "una oferta a la que no podrán renunciar", como decía Marlon Brando en El padrino. Por ello, en el catálogo se observan sobre todo "casos literarios" como Satta, Morelli y Ortese, así como la publicación póstuma de grandes autores como Flaiano, Savinio, Landolfi, Manganelli, Sciascia.
Como consecuencia de tan valioso como premeditado catálogo, cabe destacar la gran vitalidad del fondo, con incontables reediciones, en una época como la actual, marcada por la sobreproducción, la aceleración vertiginosa de los libros en librerías y su escasa vida, y su lógica consecuencia: la descatalogación sistemática. Lo opuesto, pues, al caso de Adelphi.
También hay que subrayar, además de la pulcritud de las ediciones y el cuidado de las traducciones, el bellísimo e inconfundible (pese a haber sido muy copiado) diseño de las colecciones de Adelphi. Un diseño de una vez y para siempre, sin cambios innecesarios (sin intromisiones de un inexistente "experto" en marketing). Inactual, si se quiere, y a la vez permanente, una identidad como contraseña visual eficacísima.
Y para terminar, me remito al Calasso escritor, una faceta tanto o más importante que la de editor. Además de títulos como La ruina de Kasch, Las bodas de Cadmo y Harmonía, Ka (dedicado a las mitologías indias) y K. (la K. de Kafka), piezas de su personal work in progress, Calasso ha publicado numerosos ensayos.
Uno de ellos se llama La edición como género literario, y en él expone su ya célebre definición y exigencia del catálogo como Forma (con "f" muy mayúscula), en el cual todos los libros están, deben estar, conectados entre sí, de una manera más o menos evidente o secreta, pero indiscutible. Tanto los textos como el modo de publicarlos, conformando un único texto. Un ensayo, cuya primera edición en castellano ha aparecido precisamente en México, en el libro La locura que viene de las ninfas y otros ensayos, publicado por la joven y excelente editorial Sexto Piso. Un texto que todos los editores vocacionales deberían leer de inmediato en provecho propio.
Enhorabuena, querido Roberto, por ese único texto que conforman el catálogo de Adelphi y tus propios libros.
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Apostilla, entre paréntesis. Hace años hablamos con Roberto de un proyecto posible o imposible: que un grupo de editores escribiera sobre las más notorias patologías del ego de los escritores que conocíamos bien. Un proyecto rigurosamente anónimo y clandestino y de momento aparcado. Como habrán visto, mi intervención ha consistido en anotaciones a un catálogo, dejando de lado un Calasso mayor, el de la conversación.
Este texto fue leído durante el Reconocimiento al Mérito Editorial en la Feria de Guadalajara el 28 de noviembre de 2004.
AQ