Si hay que colocarse una etiqueta, Roger Bartra (Ciudad de México, 1942) asume la de socialdemócrata. Tras militar en el Partido Comunista Mexicano e incluso dirigir uno de sus órganos de difusión, la revista El Machete, asegura nunca haber renunciado a la izquierda aunque eso no le impide ser uno de sus críticos más férreos.
Autor de libros como La jaula de la melancolía y La democracia fragmentada, el antropólogo advierte que México vive una crisis profunda gracias a que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador promueve un regreso al priismo clásico.
Convencido de la importancia de las elecciones del próximo 6 de junio, en su nuevo libro El regreso a la jaula (Debate), Bartra apuesta por hacer una radiografía política de la 4T.
—Heráclito planteaba la imposibilidad del regreso. En alusión al título de su libro, El regreso a la jaula, usted sostiene que la vuelta, en términos políticos, también es improbable.
Así es. Las restauraciones históricas no han ocurrido nunca, ni siquiera el regreso a la monarquía constitucional en Francia lo fue. Lo posible, e incluso frecuente, es el intento de regresar a una etapa anterior. Creo que esto es lo que vivimos en México.
—Incluso plantea que estamos en una “crisis civilizatoria” a partir de algo que usted llama el tedio de la democracia.
Antes de las elecciones de 2018, varios amigos y conocidos me comentaban que les parecía aburrida la falta de alternativas. Encontraban el ambiente tedioso y precisamente por eso votaron por un cambio. Consideraban que las cosas no podían ir peor. Al escucharlos yo pensaba, “más tedioso es el régimen priista”. Durante casi todo el siglo XX no hubo sorpresas electorales; el mayor sobresalto era el “tapado”, es decir cuando el presidente anunciaba a su elegido para la sucesión. Predominaba un ambiente político plano y con pocos acontecimientos, uno de ellos el movimiento estudiantil de 1968, que terminó por ser el detonante de la transición democrática.
—Usted se decanta por la socialdemocracia. ¿Cómo la define?
Antes de definirla, debo advertir que es mi utopía. En México su tradición es muy débil. Ha quedado frustrada y repartida. La socialdemocracia es una corriente claramente definida de izquierda y de orientación socialista. Se propone reformar, no derrocar, al capitalismo a partir del bienestar de la mayoría. No sólo aspira a convivir con el capitalismo sino a transformarlo. Adquirió mucha fuerza en la posguerra y dio lugar al Estado de Bienestar. En Estados Unidos se manifestó a través de la política roosveltiana y en Europa por medio de medidas keynesianas. Todo esto se deterioró con la llegada del neoliberalismo. En el libro le dedico un capítulo a partir de las reflexiones de Thomas Piketty. Insisto, es mi utopía porque no veo en el gobierno actual ningún elemento de tipo reformista y socialdemócrata; predomina la derecha.
—De hecho, habla de una izquierda casi inexistente. Argumenta que Morena se hizo hacia la derecha y el PAN rumbo al centro.
En México la izquierda es casi inexistente. Es una situación trágica pero la que se incubó dentro del PRD terminó en un desastre. Se escindió y el ala populista de derecha se fue a Morena. El PAN es un partido clásico de derecha que por suerte tiene un ala más o menos moderna y democrática; y en el PRI su presencia es menor. El panorama político mexicano está dominado por distintas expresiones de la derecha.
—¿Pero no es una tendencia global? Sin ir muy lejos, las reflexiones de Thomas Piketty contrastan con lo que sucede con la distribución de las vacunas alrededor del mundo.
Efectivamente, en el mundo predominan diferentes expresiones de la derecha, pero la socialdemocracia no está aniquilada. Gobierna en España, es fuerte en Chile, Brasil, Inglaterra y en los países nórdicos. A diferencia de las tradiciones propiamente comunistas y otras expresiones radicales, ha sobrevivido. Desgraciadamente, en México no. A escala mundial veo tendencias de lo que llamo postdemocracia, es decir democracias que se deterioran y generan sistemas como los de Turquía y Venezuela.
—La académica italiana Nadia Urbinati sostiene que es un error separar al populismo de la democracia porque ya se insertó en ella.
Es verdad. El populismo crece en los países democráticos y en los que no lo son. En Europa y América Latina forma parte de las tendencias postdemocráticas. Para mí, el populismo no es una ideología o programa político, es una cultura que se desarrolla y adquiere formas de derecha o izquierda. En Argentina es muy evidente y se manifiesta en el peronismo. El priismo es el populismo mexicano. Arranca en la época de Cárdenas y adquiere diferentes expresiones, casi siempre con tendencia a la derecha pero con tonos de izquierda como durante la época de Echeverría. Se cocinó con el PRI, pasó al PRD, luego a Morena y de ahí al gobierno.
—Para hablar de estas mutaciones regresa a una metáfora que ha usado antes: la del ajolote.
La jaula de la melancolía gira alrededor de la metáfora del ajolote, un ser incapaz de metamorfosearse y que no obstante se puede reproducir; los biólogos llaman a eso neotenia. Lo usé para referirme a ese carácter nacional del mexicano que fue creado o inventado por músicos, políticos e intelectuales, a lo largo del siglo XIX.
—¿La sociedad mexicana tiende a ser conservadora?
Estudios recientes muestran que en la sociedad mexicana pesan más el conservadurismo y las posiciones de derecha. Antropólogos y sociólogos han demostrado que la izquierda en México ha sido y sigue siendo minoritaria, tanto en la sociedad como en los partidos. A lo largo de casi veinticinco años fui militante de izquierda y formábamos parte de una pequeña minoría que se expandió un poco. Tuvimos la ilusión de que a través de Cuauhtémoc Cárdenas se había expandido, pero hoy sabemos que fue un espejismo.
—¿Categorías como “izquierda” o “derecha” alcanzan hoy para clasificar a una sociedad?
No, nunca han sido suficientes. Funcionan como conceptos para entender procesos políticos y en particular electorales. Hay muchas “izquierdas” y “derechas”, pero en toda la sociedad hay expresiones culturales e ideológicas que se escapan a esta polaridad.
—Aunque ahora la polarización es cosa de todos los días.
Claro, pero la polarización no es entre “izquierda” y “derecha”, sino entre diferentes expresiones de la derecha. La pobre izquierda está maltratada; es marginal en la sociedad y dentro de Morena o del PRD. Al interior del PAN y el PRI no existe.
—A lo largo del libro hace un ejercicio de autocrítica intelectual. ¿Cree en las ideologías?
No me gusta mucho el término y a veces se usa de manera despectiva. Creo en las ideas y en las ideas políticas. Algunas son de izquierda, otras de derecha, incluso fascistas o radicales. Me considero un intelectual de izquierda, socialdemócrata si se me quiere poner una etiqueta que acepto con gusto. A veces se habla de la desaparición de las ideologías y quienes lo hacen, creo, celebran la desaparición de las ideas en la política y, en cambio, las sustituyen por las emociones, algo todavía más dañino y peligroso.
AQ