Eduardo Galeano (Montevideo, 1940-2015) es indudable referente de la izquierda latinoamericana. Fue jefe de redacción de la legendaria revista Marcha, fundada por Mario Quijano, director del periódico Época y autor de clásicos como Las venas abiertas de América Latina, Memoria del fuego y Trilogía de los abrazos. En 1994 publicó en la editorial Planeta Úselo y tírelo, antología integrada con fragmentos de varios de sus libros en los que expresa su preocupación e indignación ante el ecocidio cotidiano en muchos países, sobre todo en los más pobres convertidos en basureros de grandes potencias y donde la devastación de selvas y bosques propicia una, hasta ahora, imparable desertificación.
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Reeditado en 2023 por Siglo XXI como Úselo y tírelo. Nuestro planeta, nuestra única casa, el libro incorpora fragmentos de otras obras y mantiene el mismo espíritu de alerta y denuncia sobre lo que sucede con la vida y los recursos naturales en la sociedad contemporánea, conservando una preocupante vigencia que cada vez se vuelve más evidente y peligrosa. Galeano, por ejemplo, critica abiertamente las supuestas campañas de reforestación con árboles maderables que se realizan en muchos países —México incluido—, y entre otros casos expone el siguiente: “en Chile, al sur de Concepción, las plantaciones de pinos proporcionan madera a los japoneses y sequía toda la región”.
La contaminación del agua, del aire, de los alimentos también preocupan al autor de Vagamundo, quien recuerda y previene: “La conquista de México empezó siendo una guerra del agua [con Cortés destruyendo el acueducto que iba de Chapultepec a Tenochtitlan], y la derrota del agua anunció la derrota de todo lo demás”. Párrafos adelante sus palabras estremecen: “Ahora, la Ciudad de México muere de sed. En busca de agua, excava. Cuanto más excava, más se hunde. Donde había aire, hay polvo. Donde había ríos, hay avenidas. Donde corría el agua, corren los autos”. Y por eso la terrible paradoja del agua en esta ciudad: las inundaciones y el desabasto.
Galeano habla de la sociedad del despilfarro que prevalece en nuestros días, generando basura a cada instante que ensucia los mares, los ríos, los desiertos, los bosques, las selvas, las ciudades y los pueblos más apartados. De la cultura que se aferra al automóvil, dejando de lado el transporte público y medios de locomoción no contaminantes, como la bicicleta. Habla de los desastres naturales (“como si la naturaleza fuera el verdugo y no la víctima”) y concluye con un relato en el que imagina a los seres humanos enfrentando el Juicio Final de todos los seres vivos —plantas y animales— a los que han dañado, quienes les preguntarán:
—¿Qué han hecho ustedes de este planeta? ¿En qué supermercado lo compraron? ¿Quién les ha otorgado a ustedes el derecho de maltratarnos y exterminarnos?
“Y veo un alto tribunal de bichos y plantas —dice Galeano— dictando sentencia de condenación eterna contra el género humano”.
AQ