El proyecto educativo de José Vasconcelos partió del deseo de elevar a México y a los mexicanos hasta “la cima de lo humano”, gracias al trabajo y al saber. Desde la Secretaría de Educación Pública que él creo, puso en marcha una cruzada educativa y cultural que se proponía formar hombres nuevos, que no solo tuvieran conocimientos sino también moral, que no solo aprendieran aritmética, historia y geografía sino también ética, estética, civismo y hasta higiene, pues saber utilizar el jabón le parecía tan importante como leer a Tolstoi.
Se propuso abrir escuelas y museos, y capacitar a maestros para que fueran a todos los rincones del país a “aumentar la capacidad productiva de cada mano que trabaja y la potencia de cada cerebro que piensa.” Editó miles de ejemplares con las obras maestras de la cultura universal y con consejos prácticos de higiene, dibujo, agricultura y de ciencia industrial, que se vendían a precios muy bajos y estaban en las bibliotecas públicas. Convocó a intelectuales y artistas, para que “salieran de sus torres de marfil” y se unieran a la gran tarea de redención nacional. También invitó a quienes consideraba “cumbres de la raza”, que eran intelectuales de prestigio del continente. (1)
Entre estos estuvo la poeta y maestra chilena Gabriela Mistral.
¿Por qué ella?
Porque ambos compartían el “anhelo iberoamericano”: la idea de una América que no siguiera el modelo europeo ni estadounidense, sino que fuera “el germen de una civilización nueva, de una cultura original, una personalidad independiente”, que fundaría su futuro y grandeza precisamente en lo que se había considerado su desgracia: su geografía y sus culturas originarias. Mistral admiraba a Bolívar, Sarmiento, Rodó y Martí y su poesía le cantaba a la naturaleza, al maíz y a los héroes de la historia.
Gabriela desembarca en México en 1922, “Una joven alta, de cabellos casi rubios, delgada, de ojos verdes y muy hermosas manos” escribió Palma Guillén, “mal vestida, mal fajada, con sus faldas demasiado largas, sus zapatos bajos y sus cabellos recogidos en un nudo bajo”. (2)
Vino para colaborar con Vasconcelos en una tarea específica: la de escribir el libro de texto para la enseñanza de las niñas. Durante dos años permanecería en el país para cumplir con el encargo.
Llama la atención, que el gran gesto revolucionario que fue considerar que las niñas debían también recibir educación escolarizada, se hizo a partir de la idea de que ese aprendizaje no debía ser igual para ellas que para los niños.
Por eso se encargaron dos textos: el dedicado a los varones (Lecturas clásicas para niños), fue preparado por varios autores destacados de entonces, como Salvador Novo, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Francisco Monterde, Jaime Torres Bodet, Bernardo Ortíz de Montellano, y consistió en una antología de lecturas clásicas que incluían pasajes de la Biblia, la Ilíada, Don Quijote, obras de Shakespeare y otros, y además estaba ilustrado por los mejores dibujantes del momento. El de las niñas en cambio (Lecturas para mujeres), lo hizo Mistral sola y su título no reconoce la diferencia entre mujeres y niñas.
Si el objetivo del de los niños era “estimular la imaginación” como dice José Joaquín Blanco, (3) el de las niñas era despertar los buenos sentimientos y reforzar los valores tradicionales.
Y es que Mistral consideraba que el lugar del “sexo femenino” era el ámbito doméstico y su misión el cumplimiento del papel de madre, cuidadora y educadora. (4) Para ella la única razón de ser de la mujer es la maternidad: madre material y espiritual, toda deber, servicio y virtud, toda paciencia, oración y caridad. (5)
Por eso incluyó en el libro pasajes sobre la vida en familia, el amor filial, los objetos cotidianos, animales, plantas, sacados de Pascal, Alfonso Reyes, Kierkegaard, Martí, Ruskin, Tagore, Darío, Gorki, y de escritoras como Selma Lagerloff, Sor Juana, María Enriqueta Camarillo y suyos.
Los textos elegidos tenían en común una intención pedagógica y moral según las cuales la entrega de la mujer al hogar debía ser total: "Vivir para otro, a través de otro" como escribió una poeta del siglo XIX, (6) cumpliendo el papel de "dulce compañía, ángel del hogar, depósito de la confianza, consuelo en las y desgracias”, como dijera José María Vigil. (7)
¿Quiere decir que Mistral no supo, o si lo supo lo ignoró, lo que estaba sucediendo con los movimientos de mujeres en el mundo (incluido en su natal Chile y en México) donde desde fines del siglo XIX se empezaron a organizar para exigir derechos? Querían votar y ser elegidas, tener igualdad de oportunidades, protección a la mujer y acceso a la educación. Exigían reparto agrario equitativo para ambos sexos, derechos sindicales, e incluso control de la natalidad.
¿Y quiere decir que tampoco supo, y si lo supo lo ignoró, lo que estaban escribiendo las mujeres de su época sobre el profundo descontento por las convenciones que las limitaban al hogar y al matrimonio, a la dependencia económica y al existir subordinado? (8)
No sé si lo supo o no. Solo sé que para ella “No es la inteligencia sino el corazón lo que nos dará la solución de cada problema vital y no son los valores intelectuales sino las virtudes”.
Cuando en 1924 cayó Vasconcelos, Mistral empezó a ser agredida por extranjera y se corrieron chismes sobre su persona, de modo que le preparó un rápido prólogo al libro, en el que se disculpó por haber aceptado el encargo, y al que firmó sin su nombre, solo como “La recopiladora”, para inmediatamente salir del país con la humillación que le hizo mucho daño.
El libro no cumplió nunca el objetivo para el cual fue hecho, pues solo se editaría muchos años después por una editorial privada y hasta fines de los años 80, la propia SEP haría una edición conmemorativa, que yo prologué.
Este año se cumplen 100 años de la llegada de Mistral a nuestro país. Por ello se han hecho festejos, en los que se han dicho maravillas sobre su poesía, su pensamiento, su ejemplo.
Pero si recapitulamos sobre lo que hizo, vemos que Vasconcelos se propuso una revolución educativa que correspondía a la revolución social que se había vivido, pero a quien invitó a preparar el libro de texto para niñas, tenía una visión nada revolucionaria.
A Mistral la llamaron para participar en el nacimiento de un mundo nuevo, pero ella no quería eso, al contrario, deseaba un mundo en el que prevaleciera una idea de lo bueno y lo moralmente correcto, que era romántica y arcaica incluso entonces.
(1) Sara Sefchovich, “Introducción” a Gabriela Mistral, 'Lecturas para mujeres', México, SEP, 1988, pp. 15-24 y 33-38.(2) Palma Guillén “Introducción”, a Gabriela Mistral, 'Desolación, Ternura, Tala, Lagar', México, Porrúa, 1981, p. 67.
(3) José Joaquín Blanco, 'Se llamaba Vasconcelos', México, Fondo de Cultura Económica, 1980, p. 145.
(4) Lucía Guerra-Cunningham, “¿Qué escriben las mujeres?”, México, Fem, num. 10, octubre de 1979.
(5) “Esta es la sensibilidad de las poetas del siglo XIX”, afirma Carlos Monsiváis en “De la construcción de la sensibilidad femenina”, México, Fem, num. 49, diciembre de 1986.
(6)Isabel Prieto de Landázuri, en José María Vigil, 'Poetisas mexicanas, siglos xvi, xvii, xviii y xix', México, UNAM, 1952.
(7)Julia Tunón, 'Mujeres en México, una historia olvidada', México, Planeta, 1987, p. 78.
(8)Sara Sefchovich, 'Gabriela Mistral en Fuego y agua dibujada', México, UNAM, 1997, p. 41.
AQ