Estamos viviendo el síndrome de la fatiga democrática: Emilio Rabasa Gamboa

Entrevista

La editorial Tirant lo Blanch publicó recientemente el libro Del estado de súbditos al estado de ciudadanos, sobre el cual conversamos con su autor, quien es docente e investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM.

Rabasa, en el Foro de Migración y Derechos Humanos de la OEA. (Foto: Juan Manuel Herrera/OAS)
Marcos Daniel Aguilar
Ciudad de México /

El doctor Emilio Rabasa Gamboa es actualmente docente-investigador en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM. Durante sus estudios de Derecho y de Filosofía Política, tanto en la Universidad de Cambridge como en la UNAM, se ha preocupado por entender la historia y el desarrollo del sistema político mexicano, en especial de la historia reciente de la política nacional, cuando llegó la alternancia y la consolidación de las instituciones de corte democrático. A propósito de estos temas, recientemente la editorial Tirant Lo Blanch le publicó el libro Del estado de súbditos al estado de ciudadanos, cuatro ensayos que reflexionan sobre el momento actual, de México y el mundo, con base en el pasado reciente. A propósito de este libro conversamos con él.

—Son cuatro ensayos que habían permanecido inéditos en torno a la democracia, los movimientos sociales y la transición democrática, ¿por qué decide publicarlos justo ahora?

Estos ensayos los escribí en una etapa muy importante para mí, y para todos, que fue durante la democratización de México. Me tocó también vivir cómo se dieron transiciones a la democracia en países de Europa, Asia y América, con movimientos en sentidos opuestos al autoritarismo, y eso hizo preguntarme ¿qué estaba pasando para que muchas naciones se dirigieran del autoritarismo a la democracia? Y entonces surgieron tres hipótesis, que también están en mi estudio de maestrías en Cambridge, una de ellas es que hacia 1990 se había llegado el fin de la Guerra Fría; segundo, porque se había producido el shock petrolero a consecuencia a la Guerra del Golfo que puso de rodillas a Occidente; y el tercero, por los movimientos de base. Pero lo más curioso es que en México no ocurría eso, en México seguíamos con el sistema del partido hegemónico en el gobierno, y ahí hallé un contraste porque mientras el mundo se democratizaba, México estaba impasible hacia ese fenómeno. Me inquietó el caso mexicano de resistencia a la democratización. Y es que se decía que no había democracia porque no había crecido la economía mexicana, pero no era cierto, porque otros países con diversas economías se estaban democratizando. Entonces el primer ensayo de este libro es una crítica a esos llamados “prerrequisitos de la democracia”, prerrequisitos que me parecieron una teoría perversa para dilatar la democratización, porque no se necesitaba una pujanza económica para acceder a los derechos y valores democráticos, sino la voluntad y el trabajo ciudadano de querer construir el edificio de la democracia.

—Su libro también habla sobre la importancia de los movimientos sociales como mecanismo para esa democratización en México, ¿cómo actúan éstos y qué casos explica en el libro?

En el siglo XX observé que se daba en México una lucha abierta contra este régimen autoritario mexicano, y el caso más enigmático fue el del doctor Salvador Nava, en San Luis Potosí, en contra del cacique Gonzalo N. Santos, que había escrito sus memorias de una manera cínica, porque explica cómo robaba votos. La lucha entre estos dos personajes me pareció una imagen perfecta del conflicto entre el autoritarismo y la democracia, y es que los movimientos sociales siempre han sido importantes para la democratización de cualquier país. Además, a mí me tocó vivir uno de los más importantes, el movimiento del 68, donde salimos a las calles en contra de un régimen que nos asfixiaba, un régimen que estaba sosteniendo una gran mentira porque la Constitución establecía que éramos una república democrática y federal, y en la práctica eso no ocurría, porque el presidente elegía a su sucesor y a quienes iban a ser los gobernadores. Y el movimiento de los estudiantes, de los médicos, de los electricistas, el movimiento zapatista, entre muchos otros, evidenciaron en el siglo XX esa falta de democracia. Pero el día de hoy no puedo dejar de mencionar que quien encabeza la lucha por las libertades y la democracia es el movimiento feminista, el movimiento de reclamo de sus derechos de acceso a la justicia y de acabar con el feminicidio y con la violencia contra las mujeres me parece de alto valor social y político. Los movimientos sociales han sido catalizadores de descontentos que han coadyuvado a la democratización y a la transformación social.

—Hay un capítulo dedicado a la historia de la transición a la democracia, ¿cómo se dio esto en México y en qué momento nos encontramos hoy?

En este ensayo hablo de la reformas políticas y electorales, comenzando con la reforma de 1977, que permitió este sistema mixto de mayoría y representación proporcional, y empecé a advertir que ya se daban esas condiciones de cambio en México, pero aún no la democratización, porque Jesús Reyes Heroles, autor de esta reforma, no pensó en la democratización sino sólo en la liberación del sistema. Pero ya observaba aquí lo que decía Alexis de Tocquvillle, que la democracia es una marea que avanza, luego se retrae dos pasos para avanzar un poco más adelante, y así estaba ocurriendo en México. Y es lo que le explico a mis alumnos en la universidad, que no tomen a la democracia como un hecho dado, sino que ésta también puede retroceder, y ahí está el caso de lo que le pasó a los Estados Unidos en tiempos de Donald Trump. Y es que la democracia representativa está en crisis en el mundo, estamos viviendo lo que se ha denominado el síndrome de la fatiga democrática, en donde los representados están perdiendo confianza en los representantes por el abismo que se produce una vez que estos últimos son electos. Y la cuestión aquí es exigir cuentas a nuestros representantes, porque lo que no podemos hacer es regresar a un sistema autoritario en donde lo normal sea un partido y un gobierno hegemónicos, eso sería nefasto para México. Y esta regresión ocurre porque nuestros graves problemas como la desigualdad social, la extrema pobreza, la inseguridad en todo el país y la corrupción extendida se fueron agravando y no fueron atendidos a tiempo en las diversas transiciones partidistas. Y esta falta de soluciones en México y en otras partes del mundo han generado un sentimiento de frustración en relación con la democracia y el ascenso de liderazgos populistas, muchos de ellos contribuyen al desmoronamiento de las instituciones democráticas como las electorales, por ejemplo, como está sucediendo en diversos países como en Hungría, Turquía y lo que sucedió en Estados Unidos con Trump.

ÁSS

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