En un presente fechado en 2017, el protagonista y narrador —quien yace postrado en una cama, entre cuadernillos y medicamentos— recrea los días y los meses de un lejano 1994, cuando su madre abandonó la casa familiar para unirse al EZLN en alguna región de Chiapas. Este es el cuerpo de El nervio principal (Sexto Piso) y, así puesto, se diría que podría ganarse nuestro interés. Provoca, sin embargo, un efecto contrario: la niñez aparece revestida de una monotonía que sugiere la contemplación de una pared en blanco.
La mitad de la novela expone el desconcierto de un niño de diez años que resuelve afrontar el abandono diseñando figuras de origami y viviendo aventuras imaginarias dentro de un clóset. A su alrededor giran una hermana en plena combustión adolescente y un padre insensible a su entorno, poco menos que un mueble arrinconado en una casa de clase media de la Ciudad de México. Y eso es todo. El aburrimiento del niño no tarda de esta manera en doblegar la buena disposición del lector.
Una vez que la monotonía ha impuesto su ley, Daniel Saldaña París se juega su resto a una última carta. Azuzado por el gañán del barrio, ese niño aborda un autobús con destino a Villahermosa para luego alcanzar San Cristóbal de las Casas. ¿En serio?, pregunta uno, ¿en serio estamos en presencia de un atentado semejante contra la verosimilitud? ¿Un niño blandengue y trivial interpretando el papel de un personaje de Dickens? Nada en las 90 páginas anteriores sugiere la posibilidad de ese viaje que, encima de todo, se resuelve con desconcertante rapidez.
Inveteradamente aburrida, y propensa a la autoconmiseración (“me movía por el mundo con una seguridad que de pronto se esfumaba, haciéndome sentir vulnerable, pequeño, a la merced de cualquier peligro”), El nervio principal no termina por justificar la buena reputación de su autor, señalado por el Hay Festival como uno de los mejores escritores de América Latina menores de 40 años. A un estilo que no pasa de la correcta medianía hay que agregar la decisión —la más importante de todas— de construir la novela hilvanando escenas que solo se concentran en una descolorida cotidianidad, por más que Saldaña París intente por momentos asomarse a la vida interior de su protagonista. Es cierto, una novela no se hace por fuerza con Grandes Hechos pero resulta apenas pasadera cuando solo exhibe una índole aséptica.
Sexto Piso
México, 2018