Dedicarme a las letras hubiera sido un crimen: Francisco González Crussí

Entrevista

El médico patólogo y ensayista habla de su origen humilde y su vida en la colonia Obrera, la cual era famosa por los salones de baile; lamenta que no existiera ahí una sola librería y que la violencia en el país haya crecido como un cáncer.

“Descuidar las humanidades es un error”. (Avelina Martínez)
Ciudad de México /

A sus 83 años, el doctor Francisco González Crussí vive en el piso 35 de un rascacielos en Chicago, en un departamento al que le compró otro donde los libros acaparan los clósets, suplantan los frascos de mermelada y otras conservas dentro de las gavetas de la cocina o hibernan junto a las sandías en el refrigerador. Pero su primer cuarto de siglo transcurrió en la Obrera, una colonia que carecía por completo de librerías o bibliotecas a pesar de que sus calles tenían nombres de escritores mexicanos y que, en cambio, ha sido famosa toda su historia por sus bares, giros negros, cabarets y salones de baile.

Conversador y erudito, como su modelo y mentor Ruy Pérez Tamayo; humilde hasta al confesar que le da vanidad y prestigio recibir, después de 60 años de carrera, un primer reconocimiento en México, “país del que se puede salir fácil, pero que es difícil sacar de un mexicano”, González Crussí volvió a la ciudad donde nació a recibir el sexto Premio de Ensayo Pedro Henríquez Ureña, que le otorgó la Academia Mexicana de la Lengua (AML) por obras como Notas de un anatomista (FCE).

Médico patólogo y ensayista, que mantuvo una larga correspondencia con su par estadunidense Oliver Sacks, sufría en su juventud frente a los escaparates de la antigua librería Savoy, en el Centro Histórico, mirando los libros de la colección Clásicos, de la editorial Aguilar, que no podía comprar; y cuando pudo, adquirió las Obras completas, de Lucio Anneo Séneca, un volumen que desde su adolescencia lo ha acompañado a todas sus casas en el Distrito Federal, Florida, Colorado, Indiana, Ontario o Kingston.

“Nací en la calle de Efrén Rebolledo esquina con Bolívar, cosa rara que hicieran esquina el poeta y narrador con el general, eso solo pasa en México. Pasé mi juventud ahí, me fui hecho ya un hombre a los 25 años. Una cosa que lamento mucho es que en toda la Obrera no había una sola biblioteca ni una sola librería ni creo que haya ahora. Así que pasé 25 años bajo la égida de Efrén Rebolledo y nunca supe quién fue hasta que a los 60 compré sus obras en Mérida”, cuenta con emoción.

“Antes de estudiar medicina, tenía gran afinidad por las humanidades, la literatura, sobre todo. Pero como me eduqué y crié en un rumbo humilde, mi madre venía de provincia, pobre, su educación llegó hasta cuarto de primaria nada más, mi padre murió, me crié huérfano con una madre viuda, tener que dedicarme a la filosofía y las letras, que eran realmente mi preferencia, hubiera sido un crimen, había que ganarse la vida”, recuerda el patólogo egresado de la UNAM y autor de una veintena de libros.

Cuando estudiaba patología supongo no había muchos cadáveres; ahora hay muertos hasta para exportar. ¿Qué opina sobre lo que ocurre en México?

Eso sí me duele (...) Pero hay suficiente gente de buena voluntad en México que van a salir adelante, no de inmediato. Ahora se habla de esta cuarta transformación. Si hay que trazar un paralelo con la patología y la anatomía: se ha dejado crecer el cáncer con metástasis por más de 70 años, así que no lo van a curar en un sexenio, pero puede ser que sí lo detengan en un sexenio y, a la postre, confío en que van a salir. México tiene una historia muy antigua, lo van a superar, pero por ahora es sumamente doloroso, viene de tantas causas: la corrupción, la educación, porque un pueblo educado no permite que esas cosas se desarrollen.

Durante el sexenio de Vicente Fox se eliminaron materias humanísticas de la educación básica, ¿cree que eso haya influido con la situación actual?

Cuando esas materias se enseñan bien, completan la personalidad humana. Una cosa es la técnica y la información, eso le dice cómo hacer las cosas; pero el humanismo le dice para qué hacer las cosas, de qué sirve hacerlas y si vale la pena o no hacerlas. Descuidar las humanidades en favor de la cosa puramente material y técnica es un error que a la postre se paga y tal vez contribuyó a que no se detenga la criminalidad.

¿Qué le gusta beber?

Un tiempo bebí vino rojo. Ayer me tiró de espaldas Ruy Pérez Tamayo, en una comida, pidió un tequilita y brindó por mi llegada y se lo echó de un tiro. Yo, licor muy pesado, no. Empecé a beber vino rojo en las comidas por razones médicas, después tuve problemas de varios tipos y la literatura misma empezó a dudar sobre sus beneficios; ahora no tomo mucho, pero, cuando lo hago es vino. Por cierto, la Academia Mexicana de la Lengua, en la comida que hicieron en El Cardenal, qué buen vino dieron. Yo dije: qué buena vida se dan los académicos aquí. Y me contestaron que era excepcional por el premio.

No habrá averiguado si el vino es bueno para salud, pero ya lo bailado quién se lo quita.

Ja, ja, ja. Ese es uno de los mejores dichos: lo bailado quién te lo quita.

La Obrera justo era famosa por los salones de baile.

Sí, el salón Colonia, iba la pura broza. Fui por curiosidad, pero no sé ni bailar. Era para enterarme, vivía ahí y se hablaba tanto de eso. Otros no los conocí. Los cabarets más icónicos estaban ahí: el Barbas, el Barbazul, El Burro, El Molino Rojo. Me han contado, ja, ja, ja. A veces duele México: ¿cómo hay todo eso y ni una librería? Ojalá eso cambie porque es fundamental para salir del atolladero.

  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.