Eduardo Antonio Parra: retrato de una depresión crónica

El autor de ‘Laberinto’ considera que no podemos encontrar la salida a la violencia que se vive actualmente en México.

Al escritor guanajuatense le interesa hacer una obra que refleje lo que pasa en el país. (Nelly Salas)
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

El pasado 17 de enero, la noticia en Chihuahua fue que un comando había incendiado una veintena de casas y vehículos en la ciudad de Madera. A cada tanto se sabe que, en distintas poblaciones guerrerenses, la gente abandona sus casas y sus tierras debido a la violencia.

“Durante la época de la revolución surgió una buena novela, Los de abajo, las demás tardaron como 15 años en escribirse. Llega un momento en que dices ‘creo que ya’ y surge algo más, entonces te tienes que esperar para volver a asimilar todo lo que está sucediendo”, dice el escritor Eduardo Antonio Parra, quien, sin embargo, con esa certeza a cuestas se propuso escribir una novela que pareciera ser parte de los noticieros cotidianos: Laberinto (Literatura Random House, 2019).

“Para hacer literatura sobre el tema, el camino que vi más abierto fue tratar de reflejar el efecto de esta violencia en la gente. Si nos ponemos a tirar balazos, si nos ponemos a escribir una novela sobre los capos, puede ser muy interesante o muy vendible, pero van a pasar dos cosas: ni siquiera los vas a conocer bien, porque nadie tiene idea de cómo son ni cómo viven, ni vas a reflejar lo que está pasando en el país”.

De ahí que en su historia no haya un narrador, sino dos personas que se encuentran en una cantina y buscan en el alcohol el remedio para esa memoria que cada día parece lastimarlos más por el simple hecho de ser sobrevivientes, de diferentes formas, de un hecho de violencia en su comunidad.

“Lo que interesa para escribir literatura es reflejar lo que pasa en el país: es decir qué pasa en la gente, qué efectos ha tenido y qué efectos de destrucción emocional o psicológica han tenido estos actos que parecen increíbles, porque seguramente hace 15 años nadie los hubiera creído”, cuenta Parra.

DERROTA EMOCIONAL

La realidad de violencia e inseguridad que se vive en distintas regiones del país ha poblado la literatura de distintas maneras, si bien, Eduardo Antonio Parra reconoce que es muy poco lo que se puede reflejar “o lo que hemos hecho hasta ahora: si todos los escritores que hemos tocado el tema nos propusiéramos reflejar este caos, estos efectos, sí habría un registro mucho más completo”.

El problema, explica, “es que empiezas a escribir sobre esto y te vas sobre cosas que te dejan ingresos. Se puede seguir escarbando, pero creo que la emoción actual en los mexicanos es bastante negativa: todos los que han vivido estas cosas de cerca están derrotados de cierta manera”.

En los pueblos del norte hay, “vamos a decirlo así, mucha depresión crónica de hace algunos años para acá”, indica el autor nacido en León, Guanajuato. No se ve una salida, no se ven los rayos de luz, “estoy seguro que todos sabemos que hay una salida, pero no la podemos encontrar”.

“Cuando en alguna región sientes que baja la violencia, lo único que significa es que quien manda es más fuerte que los demás. No vimos nada en Sinaloa en tres años y, de repente, viene el levantamiento: qué significa eso, que el cártel de Sinaloa los tiene a todos bien controlados, que ahí está y es el poder. No hay salida, cuando crees que están desapareciendo, vuelven a resurgir”.

La novela es el reflejo del laberinto emocional que vivimos ahora en México, todo se muestra oscuro en este Laberinto, en donde Parra no solo hace circular de distintas maneras las emociones de los personajes, sino incluso la narración, con vueltas al pasado y reflexiones desde el presente, a través de distintos recuerdos.

“Cuando te quedas en los puros actos y en los puros actos violentos, en los protagonistas de esos actos, en realidad es como si estuvieras viendo películas de Hollywood. Si piensas en lo que deja en la gente, ahí sí le tomas la temperatura a la Nación”.

Y ADEMÁS

LITERATURA CONTRA LAS ESTADÍSTICAS

Mientras la prensa y la televisión hacen una reseña rápida de cómo quedó destruido algo y te dan cifras, pero nada más, la literatura particulariza sobre algo, reflexiona el autor. “La idea es salirte de la estadística, que el lector vea lo que puede pasar, la destrucción interna”.

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