La urgente reflexión y la memoria de los héroes, en los libros de Enrique Díaz Álvarez y Leila Guerriero

Los autores valoran los testimonios en sus libros como la fuente de respuestas a temas importantes de la sociedad contemporánea.

La urgente reflexión y la memoria de los héroes, en los libros de Enrique Díaz Álvarez y Leila Guerriero. Foto: Especial
Israel Morales
Monterrey /

Manifestaciones de la violencia


La violencia por desgracia ha mutado en muchas formas a lo largo de la historia de la humanidad, así se despliega en “La palabra que aparece. El testimonio como acto de supervivencia” (Anagrama). Desde el título, la palabra cumple una función importante. La violencia por desgracia se deriva en muchas formas y Enrique Díaz Álvarez da una visión de ese proceso que va desde la guerra de Troya, la conquista de México, la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, con Hiroshima y el Holocausto, y cómo en la actualidad la tecnología es utilizada en las manifestaciones de la violencia, con el uso de drones y otros dispositivos. Por supuesto es el lenguaje el que además cumple una función determinante en los pasajes de la cruenta historia, porque es el vínculo directo con los testimonios: “Porque la violencia se ejerce con el lenguaje, pero también se combate con él”. Otro de los temas es la guerra contra el narco en México, explorado con detalles y con tesis que llevan a la profunda y urgente reflexión. Con esta obra, Enrique Díaz Álvarez obtuvo el 49 Premio Anagrama de Ensayo.

La otra batalla de las malvinas


El testimonio sobre el peregrinar de quienes no regresaron de la batalla. Leila Guerriero aborda en “La otra guerra. Una historia del cementerio argentino en las islas Malvinas” (Anagrama) uno de los capítulos de la historia de este país que dejó muchas dudas y temas por documentar. Un cementerio en las islas Malvinas fue diseñado por el oficial inglés Geoffrey Cardozo luego de la disputa por ese territorio. La autora muestra el testimonio de Cardozo y otros militares que participaron en esta guerra de 74 días que dejó 649 soldados y oficiales argentinos muertos en combate, pero “el nombre de más de cien de ellos demoró treinta y cinco años en ser esculpido. No en la historia grande sino en una lápida” (pág. 9). Como se señala en la obra, el gobierno argentino no hizo públicos ni dio a conocer a los familiares de los caídos sobre este cementerio: “Al terminar la guerra, miles de soldados regresaron a sus casas, pero, salvo excepciones, el Estado no notificó oficialmente la muerte de quienes no volvieron. Días tras días, semana tras semana, cientos de familiares recorrieron los cuarteles buscando al muerto vivo, al despedido al pie de un autobús semanas antes. Apostados al otro lado de los muros gritaban: ‘¿¡Alguien sabe dónde está Andrés Folch!?‘, ‘¿Julio Cao, dónde está Julio Cao?’, ‘¡¡Araujo, soldado Araujo!!’” (pág. 10). Y es que como narra la autora, el gobierno argentino no aceptaba la palabra “repatriación” que las consultas británicas sugerían: “Así fue como el destino de cientos de cadáveres quedó reducido a un asunto semántico: no se repatria lo que no está en suelo propio” (pág. 11). De esta manera, Leila Guerriero parte del “oficio fúnebre” de Cardozo para después compilar entrevistas de ex combatientes (“los únicos héroes son los caídos”), los familiares de los soldados de esta guerra y desde luego una investigación completa del cementerio que marcó un pasaje cuestionable debido a la inacción institucional. Luego de muchos años se restituyó la memoria de los militares caídos sin identificar.

¿Ya tienes cuenta? Inicia sesión aquí.

Crea tu cuenta ¡GRATIS! para seguir leyendo

No te cuesta nada, únete al periodismo con carácter.

Hola, todavía no has validado tu correo electrónico

Para continuar leyendo da click en continuar.