Dos vigorosas figuras se elevan para tratar de alcanzar el cielo. Suben y bajan mientras posan sus pies sobre dos cables. Su ejecución se desarrolla a casi tres metros de altura. Los cables que los aguantan están atados a dos soportes conformados por postes de fierro.
Cada cuerda vibra y se sacude de forma armoniosa con los pies de estos jóvenes, quienes no pierden su oportunidad para mostrar su habilidad, destreza y equilibrio en la delgada línea que soporta su peso.
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De manera previa, ambos realizaron acrobacias tomados de una barra donde demostraron equilibrio, fuerza, flexibilidad, agilidad, resistencia y control. Al compás de su cuerpo giran una y otra vez, ya sea tomados de ambas manos o cruzando una, o las dos piernas sobre la barra de acero.
Las ejecuciones están amenizadas con tonos especiales. Solo por esta ocasión no acompaña el mágico momento una banda monumental, pues se trata de una presentación especial, pero la presencia de los músicos es imprescindible.
Se trata de dos integrantes de los maromeros de Cuauhtinchan, uno de los municipios del estado de Puebla, quienes en su andar por los aires replican una práctica ritual náhuatl que une de manera simbólica al cielo, la tierra y el inframundo.
Esta manifestación cultural está presente en la parte central de Puebla y en la región mixteca que abarca comunidades del lado Este de Puebla y Oaxaca, donde tuvo un auge muy grande en el siglo XIX.
Actualmente, la maroma es Patrimonio de la Humanidad, reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco, por sus siglas en inglés). Este tipo de eventos o presentaciones siempre se hacían y hacen en el marco de las fiestas tradicionales de las comunidades en el atrio de la iglesia.
Un poco de historia
Celestino Téllez Velázquez, director de La Maroma de Cuauhtinchan, informó que esta práctica ancestral se perdía al paso de los años, por lo que en 2010 se dio a la tarea de rescatarla: “Tenía como 30 años que se había perdido, ya no lo hacíamos, pero lo volvimos a rescatar gracias a un compañero de Circo Rodará, Roberto Mendiola, que fue el que nos vino a invitar que si no queríamos rescatar este juego de la maroma, que era muy bonito (...) y una historia muy grande”, explicó Téllez Velázquez.
Detalló que esta tradición de su pueblo inició en 1940 cuando llegó a la comunidad un sacerdote y un profesor de Santa María Chigmecatitlán, quienes les enseñaron. Con el correr de los años, por diversos motivos, se dejó de realizar.
Contó que en su caso se involucró porque su padre, Genaro Téllez, practicó este ritual de origen prehispánico e incluso llegó a ser nombrado el payasito mayor: “Cuando tomé el mando era él quien me apoyaba. El (próximo) 17 de septiembre van a hacerse dos años que ya no está con nosotros. Gracias a Dios seguimos la tradición y aquí estamos”.
Esta manifestación cultural en México, tiene sus orígenes desde antes de la llegada de los españoles cuando a este espectáculo se le conocía como “La Maroma”.
Para realizar este acto los participantes se juntaban en la plaza central y ahí hacían “la pantomima” y “la maroma”, para festejar el año nuevo; en 1990 se dejó de realizar en Cuauhtinchan. En 2010 fue retomada y se convocó a niños y jóvenes de la comunidad para tener su primera presentación en las fiestas patronales de enero de 2011. De esta manera, Celestino Téllez mencionó que ellos recorren los pueblos para llamar a la fiesta con música, versos, bromas, acrobacias y malabares.
La Maroma de Cuauhtinchan se presenta dos veces al año por vocación religiosa: en la fiesta patronal, el 24 de junio que se celebra el Día de San Juan; y el 3 de enero, cuando se conmemora la Preciosa Sangre del Divino Redentor.
Celestino Téllez aclaró que se presentan en esas fechas “por nuestra cuenta porque no tenemos ningún apoyo. Da tristeza que no tengamos apoyo de las autoridades. No nos queda de otra más que seguir por amor al arte, lo importante es que nos gusta”.
Resaltó que su intención es que esta tradición continúe “y no se pierda, queremos que crezca (...) espero lograr recursos, porque mi intención es formar una escuela para que esto siga y salgan más grupos adelante y no se pierda esa tradición del pueblo”.
No obstante, reveló que la Compañía participó en la convocatoria que les permitió ganarse el derecho de presentarse en octubre próximo en Chapultepec, en Ciudad de México. “Vino gente de (la Secretaría de) Cultura de México y les gustó nuestro trabajo (...) ya solo espero las fechas, pero vamos a estar de tres a cuatro días”.
Integración de la Compañía
Cabe señalar que al grupo de maromeros se le denomina “Compañía”, que se integra de diez y hasta 15 personas. Esta Compañía está conformada por acróbatas, equilibristas, payasos y trapecistas.
Cada uno de los miembros desarrolla con habilidad un papel específico. Presentan diferentes números, como caminar en unos alambres, girar sobre una barra metálica y hacer diversas acrobacias en unos trapecios, que ponen antes de iniciar su función.
“Nada más que el trapecio, que son unas vigas largas de seis metros, nos cuestan bastante para instalar y desinstalar. Es lo que nos cuesta más, por eso casi más trabajamos con las dos barras”, explicó Celestino.
Algo muy peculiar dentro de la maroma es el “versador” o payaso mayor, quien con sus versos hace reír al público presente. Se acompaña con una banda de música, la cual ejecuta la tonada que les indica. En el caso de don Celestino, es conocido como el payasito Titi. Aclaró que todo esto se realiza “por amor al arte y solo tenemos ingreso cuando nos contratan para una presentación”.
Respecto a la preparación, cuando tienen una presentación intensifican sus ensayos, “de lo contrario solo le dedicamos una hora u hora y media y si no hay salidas no ensayamos y armamos”. Por lo anterior, Celestino lamentó que cada vez haya menos gente que practique esta ancestral manifestación artística.
Mujeres también participan
En esta compañía también participan mujeres, es el caso de Martha Serrano González, de 18 años, quien desde hace tres meses se integró atraída tras verlos actuar: “Los vi y dije, ‘qué padre’. Además, es una tradición de Cuauhtinchan, del pueblo, por eso me interesé”.
Ella se integró al grupo para cumplir con la función inicial de payasita, aunque su meta es realizar acrobacias como sus compañeros: “Tomé el papel de payasita, que es importante también. Pero mi sueño es subirme al alambre y a ver. Andar en el alambre”, remarcó.
Desveló que ya ensaya para lograr su propósito, “pero me falta agarrar los palos e ir así (señala el cable y lo sigue con la mirada como si lo recorriera mentalmente)”. Cabe explicar que además de animar con sus versos, los payasos marcan el ritmo de las ejecuciones.
Por su parte, Jorge Eduardo Torija López suma trece años como integrante de la Maroma de Cuauhtinchan, aunque reconoce que su participación ha sido inconstante: “Con presentaciones esporádicas, de repente estoy un tiempo y a veces me ausento”.
Indicó que se incorporó porque su padre también formó parte de la compañía, aunque vagamente puede recordar haberlo visto actuar sobre el alambre: “Me cuenta que de chavo igual cruzaba el alambre junto con otro señor, que con él sí me tocó trabajar, don Alfonso Cerón. Me platicaba que subía y de niño recuerdo haber visto la maroma, pero estaba muy chavito”, narró.
Añadió que lo invitó don Celestino y aceptó para retomar la actividad que hacía su padre: “A mi abuelo no le gustó mucho, pero de hecho sí también se daba sus vueltas a los ensayos, pero nunca participó. Tengo un hermano que participó hace algún tiempo junto conmigo y uno más pequeño que le enseñamos a subirse a la barra pero ya no quiso seguir”.
Respecto al tiempo que le dedica a su preparación, dijo que depende de las presentaciones, “pero mínimo es una hora diaria y si no tenemos presentación no le dedicamos tanto tiempo”.
Entre sus metas está convertirse en un funambulista, es decir, el poder cruzar el alambre apoyado con una pértiga, pero realizando el salto de uno o ambos pies tal y como lo ejecutaban nuestros ancestros y lo siguen realizando los grupos originarios de la Mixteca poblana y oaxaqueña.
“Aquí nos enseñaron a trabajar con dos cables, pero viendo videos me di cuenta que hay maromeros que caminan en una sola cuerda. Dediqué un poco de mi tiempo a practicar y logré pasar y el ir y venir, pero no seguí practicando para hacer el baile como lo hacen los otros maromeros, pero me gustaría seguir practicándolo y en un futuro presentarlo”. Por último, expresó que su deseo tiene como fin que esta actividad no se pierda e invitó a más jóvenes a integrarse.
AFM