Avelina Lésper: "Vlady consiguió construir su propio mito"

Avelina Lésper, directora de la colección MILENIO Arte, dictó una conferencia sobre esta figura del muralismo del siglo XX.

Avelina Lésper tituló su presentación 'Vlady y sus mitos', en el Antiguo Colegio de San Ildefonso / Fotos: Ariana Pérez
Ciudad de México /

A unos días de que concluya la exposición Vlady: revolución y disidencia, la muestra más completa organizada alrededor del pintor y muralista ruso nacionalizado mexicano, Vladimir Kibálchich Rusakov, la crítica de arte Avelina Lésper, dictó una conferencia sobre esta figura del arte del siglo XX.

La autora del libro El fraude del arte contemporáneo, tituló su presentación Vlady y sus mitos, en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, ante un auditorio lleno que siguió paso a paso sus reflexiones.

Teniendo como antecedente que la exposición Vlady: revolución y disidencia, conformada por más de 300 obras, hasta ahora ha sido visitada por cerca de 20 mil personas, Lésper disertó sobre el sentido creativo del artista que llegó exiliado a México a los ocho años.

La experta dijo que los mitos de Vlady están dentro de su pintura, de su lenguaje, de su trabajo y de lo que él creía de sí mismo.

Foto: Ariana Pérez

Lésper sostuvo que Vlady idealizó las técnicas con su contradicción y su condición de exiliado, dijo que se encuentra a siglos de distancia de estas fórmulas el santo grial, de sus obras; la motivación para pintar estaba en la técnica mismas, para lo cual creó un amasiato entre sus ídolos y la pincelada con pigmentos que le darían rostro a la nostalgia, la llevaba con una pincelada que no era la precisión del barroco o del renacimiento.

“Emigrado perpetuo, alejado de las modas a las que vio con una distancia de viajero, Vlady configuró su obra y construyó su lenguaje desde la contradicción entre la fe y el escepticismo entre la utopía y la decepción”.

Uno de esos mitos, precisó Lésper, es el de frontera, constituido por los años que Vlady peregrinó desde su exilio de Rusia; él mismo añoraba la frontera, es decir, la contención, la delimitación que lo ubicaba en un lugar y le diera nacionalidad, hogar, idioma pertenencia.

“Él y su padre huían de una guerra, pero en realidad huían de las ideologías que en sí mismas son una frontera, las ideologías expulsan a las ideas que no le son afines, que los confrontan y los cuestionan; son contenedores y prisiones huyen del estalinismo y del nazismo. El artista comienza a sumarlos en su templo personal, el niño Vlady dibuja su casa, a los amigos de su padre, y en cada sitio de su peregrinar retiene sus memorias y las plasma es una bitácora”.

Vlady es un creador de idealizaciones, “consiguió construir su propio mito, su inmortalidad es la de la obra, su tragedia la del arte mismo”, explicó Lésper.

Foto: Ariana Pérez

El tiempo es otro mito, Vlady dibuja y pinta en diálogo con los clásicos, sabe que no es de esta época y tampoco del pasado “porque los exiliados pierden todo, hasta el pasado, la nacionalidad según la memoria se vuelve una nebulosa madre que reclama desde lo más lejano que ya no está a su lado, la línea de su dibujo, las páginas de sus cuadernos crean un cuerpo de obra de la intimidad por eso los denomino como su hogar, al llenar un cuaderno iniciaba otro compulsivamente”.

A decir de Avelina Lésper, Vlady creó un cuerpo de obra que evolucionó sobre el destierro físico hasta el psicológico, huyó de la locura para encontrar una pintura total, inevitable, albergada en el conocimiento técnico depurado, para abrir una puerta a la plástica mexicana, por la que pocos artistas se han atrevido a entrar.

hc

  • Leticia Sánchez Medel
  • letymedel@yahoo.com.mx
  • Reportera cultural, cursó la maestría en Periodismo Político, es autora de tres libros sobre la historia inédita del Cervantino.

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