“Si la arquitectura no es útil a la sociedad, es un artículo de lujo”: Miquel Adriá

Entrevista

A propósito de los 25 años de la revista Arquine, su fundador habla en entrevista sobre los temas urgentes que deben ser atendidos desde esta disciplina.

Miquel Adriá, arquitecto y fundador de 'Arquine'. (Foto: Araceli López | MILENIO)
Ciudad de México /

La revista de arquitectura Arquine surgió hace 25 años como un “proyecto de proyectos”, como lo define su fundador, Miquel Adriá (Barcelona, 1956). La inquietud surgió tras identificar que no existía una publicación regular que examinara, desde una postura crítica, a este arte del diseño y la construcción. Además de la publicación trimestral, de Arquine se desprenden otros proyectos: un concurso de arquitectura, el Festival Mextrópoli y una editorial de libros especializada en esta disciplina. Todos estas aristas, cuenta Adriá, están concebidas desde la búsqueda de “construir cultura desde la arquitectura”.

En entrevista, el arquitecto y editor reflexiona sobre las formas en que se habla hoy de arquitectura; los temas urgentes que deben ser atendidos desde la disciplina, como la crisis climática o la vivienda colectiva, y la constante y necesaria discusión sobre la arquitectura vista y ejercida como un “objeto de lujo”.

—Desde la postura crítica que tiene la revista, ¿cómo ha cambiado la forma de hablar de arquitectura en sus contenidos?

Estaría la forma y también el fondo: dos temas que siempre nos preocupan desde la arquitectura. La forma, más que cambiar, se ha diversificado. Es decir, hay distintos modos de compartir esos contenidos: desde la revista impresa, la revista digital o desde los libros, que tienen un carácter más monográfico.

El fondo también se ha ampliado y sigue recogiendo esa vocación de los primeros números de la revista, en los que compartíamos o dábamos a conocer arquitecturas recientes, de México pero también de otros lugares.

Cada vez hemos ampliado más esa mirada a temas transversales que tienen que ver con la ciudadanía, con aspectos más incluyentes que cuestionan y reflexionan temas vinculados a la arquitectura. Por ejemplo: cómo se enseña la arquitectura, o cómo podemos hacer mejor vivienda colectiva. Nos interesa dar soluciones para resolver problemas que puedan subsanar este tipo de necesidades. De algún modo, tratamos de aportar ideas que sean estímulos para que los arquitectos tomen conciencia de estos aspectos.

Conjunto de viviendas sociales Charles Keller en la Florida. (Foto: Roland Halbe | Cotresía de Arquine)


—¿Cómo hablar de temas como crisis climática, territorios o vivienda colectiva desde una revista puede cambiar la forma de plantear soluciones desde la arquitectura?

Creo que una herramienta cultural como Arquine debería servir para poner sobre la mesa temas que nos preocupan, transversales, pero que pasan por la arquitectura. Y compartirlo con una comunidad, a veces para poner preguntas sobre la mesa, a veces para proponer posibles respuestas y posibles soluciones. Para el número de aniversario generamos cinco mesas con voces reconocidas en cada uno de estos campos para oír sus opiniones. Pensamos que es una buena manera para concientizarnos sobre aspectos que en el día a día pueden pasar desapercibidos, pero que, sin duda, son los ejes en los que —pensamos— se tiene que centrar la profesión del arquitecto hoy en día.

El arquitecto liberal del siglo pasado —que solo pensaba y diseñaba edificios para ser construidos— representa un área posible de la arquitectura, pero nos parece fundamental pensar cómo pueden ser nuestras ciudades, cómo se puede educar la arquitectura y cómo, de algún modo, podemos ser más conscientes con este mundo y amortiguar el impacto de la crisis climática en la que ya estamos.

—En el número 100 de Arquine se plantea una idea que se ha mantenido durante mucho tiempo en discusión: “dejar de ser élite”. ¿Se está logrando dejar de pensar la arquitectura desde este lugar?

Hoy en día, si los arquitectos no somos capaces de dar soluciones, de facilitar, de coordinar iniciativas y realmente ser útiles a la sociedad, somos un artículo de lujo. Y esto, realmente, sería poco propositivo de nuestro lado. Nadie está obligado a tener que contratar a un arquitecto; más de la mitad de lo que se construye en México y en Latinoamérica es resultado de la autoconstrucción. Pero sólo será si los arquitectos somos capaces de aportar desde ese conocimiento adquirido, para encontrar soluciones mejores para la sociedad, que realmente dejemos de ser este objeto de lujo y, eventualmente, de marginar.

Desde ahí es desde donde tenemos que trabajar, en este caso desde Arquine, pero también desde las escuelas de arquitectura. Hay que concientizar que, o bien los arquitectos formamos parte de esa construcción de conocimiento para ser útiles, o estamos perdiendo el tiempo.

—¿Qué se tendría que estar enseñando hoy para hacer arquitectura, para pensar las soluciones y propuestas que se deberían estar planteando?

Deberíamos profundizar en cómo acercarnos a la sociedad civil para ofrecer propuestas y alternativas en términos de construcción. Creo que si somos capaces de proponer buenas soluciones para vivir en clave contemporánea —por ejemplo, proponiendo vivienda colectiva, mejor y más eficiente— podemos tener mejores ciudades. Si encontramos maneras, tipologías de viviendas que puedan ser económicas y que al mismo tiempo puedan tener espacios compartidos, que ya no respondan a esos modelos del siglo pasado —como las viviendas para un solo tipo de familia—, sino que atiendan a necesidades mucho más diversas, más plurales como las que tenemos hoy en día, nos vamos a poder acercar mucho más a las necesidades reales.

También podemos aportar mucho en nociones contemporáneas del espacio público. Porque el espacio público en nuestras ciudades no deja de ser una extensión del espacio doméstico mínimo que se amplía en las plazas, las banquetas. Por tanto, hay que abogar, hay que reivindicar y diseñar mejores calles que privilegien al ciudadano de a pie, que se entienda la importancia también de la movilidad, del transporte público, y que eso nos permita tener ciudades menos contaminadas, más seguras y mejor diseñadas en términos de inclusión.

—¿Qué pasa cuando la arquitectura y la urbanización invaden territorios que atienden a otras formas de organización y convivencia, por ejemplo, en espacios rurales?

De eso es un poco de lo que abordamos en este número cuando hablamos de territorio, entendiendo que ya no se puede hablar de esa condición casi complementaria que había entre ciudad y campo, entre lo urbano y lo rural. Hay que pensar en una planeación estratégica que vaya a lo territorial precisamente para respetar esos espacios de borde.

Este año en Mextrópoli, junto con la Bienal Iberoamericana de Arquitectura y Urbanismo, vamos a abordar estos temas. Se va a llamar “Habitar al margen”. Habitar al margen de las ciudades, pero también habitar al margen de la disciplina, para entender esa lógica que muchas veces pasa por trabajar con las comunidades, entender sus usos y costumbres, participar en esos procesos, aportar, si cabe, conocimiento dentro de su propia lógica, y también entender que serán buenas aquellas soluciones que puedan ser repetibles, replicables, más allá de soluciones puntuales que solo sirvan a algún caso concreto.

Vista área de Tezoyuca, Morelos, México, 2019. (Foto: Materia Prima | Cortesía de Arquine).


PCL

  • Patricia Curiel
  • patricia.curiel@milenio.com
  • Estudió Comunicación y Periodismo en la UNAM. Escribe sobre arquitectura social y el trabajo de las mujeres en el campo de las artes. Cofundadora de Data Crítica, organización de investigación periodística que produce historias potenciadas por análisis de datos.

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