El fenómeno de la migración da lugar a historias que trazan caminos y que éstos se unen en un determinado momento de la vida. La huida, el escape, la persecución, el exilio se plasman en Peregrinos (Lumen, 2018). Esta obra de la regiomontana Sofía Segovia ofrece un punto de vista detallado y reflexivo sobre ese proceso. Todo parte del siglo pasado. Prusia existía separada de Alemania, mas no de su fervor nacionalista “ni de las bombas que extinguen una vida y perdonan otra”. Las vidas de Arno Schipper e Ilse Hahlbrock, dos niños que sin siquiera conocerse ni saber lo que les depararía el destino en otras tierras, inician junto a los suyos un “peregrinaje sin descanso”.
Destrucción, hambre y muerte, tres palabras que a dos familias de distintas regiones de Prusia no dejan de atormentarlas. La huida, junto con su pueblo, en un éxodo suscitado por la Segunda Guerra Mundial, es un hecho que aún sigue marcando a la humanidad. Segovia se encuentra con esta historia y la desenvuelve, da los apuntes de cómo en ese peregrinar se encontraron dos vidas. Obra que la escritora presenta mañana en la FIL, a las 19:30, sala B.
¿Cómo es que te encontraste con esta historia que se volvió novela?
Ésta es una historia que vive en Monterrey y que siempre estuvo cerca. Solo me faltaba descubrirla. Soy amiga de una de las hijas de Arno e Ilse, los protagonistas. Ella me contó algunos detalles que me sorprendieron y comprendí que la Segunda Guerra Mundial ya no era una anécdota lejana y ajena, y que merecía la pena contarla una vez más, pero desde un punto de vista diferente, para completar una historia que parece muy contada. Para comprenderla. Lo que encontré irresistible fue el misterio de las coincidencias que encontré. Quise explorarlo.
¿Cuál es la conexión de esta historia en escenarios como Prusia o Alemania con México?
Peregrinos transcurre en esa desaparecida región de Alemania llamada Prusia, pero también tiene la intención de contar a México como un país que ha recibido a muchos refugiados o peregrinos que buscan la paz. Además, hay muchas otras conexiones, y no solo porque Arno e Ilse escogieron México para criar a sus hijos. Entre más contaba la historia de una tierra que ya no existe, que dejó de existir cuando la guerra la borró de los mapas, comprendí que era una historia que también le había sucedido a México no una, sino dos veces: cuando Estados Unidos nos quitó nuestros territorios al norte.
¿Cómo trabajaste los protagonistas, Arno e Ilse, que los siento muy cercanos a los lectores? Desde luego ambos se encuentran en un determinado momento en la obra.
Peregrinos comprende dos historias paralelas de dos niños, dos familias, dos caminos que se ven forzados a emprender para salvar sus vidas. Dos peregrinajes que en un momento se cruzarán y se fundirán en uno para siempre. Conocí a Ilse y Arno ya de padres, luego abuelos. Cuando Ilse me contó esta historia, Arno ya no estaba. Lo que Ilse me contó, me llevó a la necesidad de investigar, detonó mi imaginación. Así creé esos personajes de ficción inspirados en los de la vida real, esos personajes que nacen de y con esperanza, inocentes. Pero luego les sucede la guerra. Esa guerra.
¿Cómo trabajaste a nivel lenguaje en Peregrinos?
¡Con mucha dificultad! No hablo alemán y muchos artículos sobre el tema específico de Prusia los encontré en alemán. Tuve que usar, para esos casos, el traductor de Google. Luego la novela contiene palabras o frases en alemán, ruso y polaco salpicadas por ahí, pero solo como contexto, como recurso de ambientación y caracterización. Mi intención con el alemán es que el lector comprendiera lo dicho sin necesidad de entender palabra por palabra. Con el ruso y el polaco, la intención es lo contrario: que así como el personaje, el lector diga “no entiendo nada”.
¿Cómo enfocaste ya desde el título el fenómeno de la inmigración, en este caso del peregrinaje de ambos protagonistas? Desde el punto de vista que sigue siendo un tema actual...
Ésta es una historia que conocí de cierto modo “de atrás para adelante”. Lo primero que supe era que Arno e Ilse habían llegado a México para quedarse. Migrantes que ya de niños habían huido de su tierra en el que quizá fue el éxodo humano más grande de la historia. Para salvar la vida, para vivir en paz. Quise saber el cómo y el porqué de esa migración.
Cuando escribí Peregrinos tenía muy presente todavía El murmullo de las abejas, donde también exploré la migración del campo mexicano a la ciudad que continúa hasta hoy. Es tema actual, porque siempre lo ha sido: hoy no existe ser humano que no sea producto de una migración o de muchas, ya sean antiguas o recientes. Y no suceden solo porque sí: estoy convencida de que la de la migración es la historia más antigua, más reciente y más futura de la humanidad, de todos los seres humanos, sin importar credos o color de piel.
El hambre y la violencia son los grandes detonadores de siempre. Es necesario recordarlo para comprender a los migrantes del presente, para ayudarlos. El título Peregrinos se lo di a la novela porque comprendí que en actual el ambiente sociopolítico mundial, es el único apelativo respetable que les queda a los seres humanos que han tenido que abandonar su tierra en busca de una nueva donde echar raíz.