Niño Fidencio, el curandero cuya historia permanece en la actualidad

Alrededor de 1921, el niño Fidencio llegó a la ranchería conocida como Espinazo donde su fama como curandero se espació por toda la región incluso hasta Estados Unidos.

Las imágenes son ampliamente conocidas y son un fiel testimonio de cómo se vivió la efervescencia por el culto a Fidencio. (Especial)
Gustavo Mendoza Lemus
Monterrey /

En medio del desierto entre Coahuila y Nuevo León, una ranchería de Espinazo vio crecer al niño Fidencio, el curandero que trataba toda clase de males y cuya historia permanece hasta nuestros días.

Los relatos históricos sitúan la llegada del joven José Fidencio Sintora Constantino a Espinazo en algún punto de 1921, invitado por su hermano adoptivo Enrique López de la Fuente para trabajar en la hacienda del terrateniente alemán Teodoro von Wernich.

Por ello, se estaría cumpliendo un centenario de la llegada del joven oriundo del poblado Valle de las Cuevas, cercano a Irámuco Guanajuato, a nuestro estado, sin saber que su nombre daría forma a un culto que traspasa las fronteras.

Beatriz De Ita Rubio, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras UANL, ha estudiado el fenómeno del fidencismo, desde los apuntes históricos de su vida, así como la perseverancia del culto hasta nuestros días.

“La historia de las curaciones por Fidencio se remonta a sus primeros años. Se comenta que a los 8 años su madre se fractura un brazo al estropearse la carreta donde viajaban, y es él quien le acomoda”, relata la investigadora de la FFyL.

Inicio del culto

José Fidencio nació en una familia pobre y numerosa de integrantes. Los relatos narran que fue entregado por su madre a la familia De la Fuente. Con el estallido de la Revolución, su medio hermano Enrique se alistó al movimiento.

El destino trae a Enrique López de la Fuente a Nuevo León, donde en el rancho de Von Wernich se trabajaba el campo y minas ubicadas en Mina y García. Pronto mandó traer a José Fidencio para ofrecerle trabajo.

“Se ha comentado que Von Wernich tenía una pequeña biblioteca sobre anatomía, algo que llamó la atención de Fidencio, que si bien no era muy escolarizado sabía leer y se ponía a hojear estos libros”, relata Beatriz De Ita Rubio.

Fidencio era un joven que llamaba la atención. Se ha estudiado que padecía del Síndrome de Klinefelter, por lo cual sus caracteres sexuales como voz, vello y sus genitales no se desarrollaron.

Al ser Espinazo una población en medio del desierto, los servicios médicos escaseaban. Además, los estragos de la gripe española de 1918, junto al final de la Revolución, dejaron a las comunidades rurales prácticamente en el olvido.

“Se presenta el caso de un embarazo complicado, donde se tiene que practicar una cesárea, y le piden a Fidencio que la practique, teniendo éxito al salvar la vida del bebé y la madre”, agrega la investigadora.

Métodos “sui generis” de curación

A partir de este hecho, la fama de Fidencio como sanador se esparció por la región. Empezó a tratar a los peones de la hacienda, así como a los pobladores de las rancherías cercanas.

Sin embargo, no era el único. Comunidades en Villaldama y Buscamante, así como en estados vecinos de Coahuila y Texas también tenían a sus curanderos, una tradición que se remonta a finales del siglo XIX en la región.

“En torno a Fidencio coexistían otros curanderos, estaba por ejemplo la que llamaban ‘Gitana de catalán’, y otros como ‘don Pedrito’ Jaramillo. Era la forma en que las personas se curaban, porque no había dinero para viajar a ver un médico, o pagar sus servicios”, resalta la profesora de la FFyL.

Sus métodos de curación, con vidrios rotos, rezando bajo un pirul o sumergiendo a los enfermos en agua, dan cuenta de un cúmulo de creencias entre los saberes prehispánicos, el catolicismo y la fe.

“Hay una fusión en esta tradición de curaciones prehispánicas en el sentido de las limpias cuando se paran bajo el pirul, que es un árbol sagrado en la mayoría de las tradiciones y son las que se utilizan para las limpias”, afirma Beatriz De Ita Rubio.

La fama de José Fidencio creció al grado de reunir a más de 11 mil personas en Espinazo, a decir de documentación en resguardo del Archivo General del Estado. Incluso, se documentó la visita del presidente Calles, junto al gobernador Aarón Sáenz, en 1928, para tratar un problema en la piel.

Su culto hasta ahora

José Fidencio fallecería en 1938 a causa del agotamiento físico. No obstante, su culto nacería en los siguientes días gracias a la tradición oral, que relataban cómo su espíritu tomó el cuerpo de unos de sus seguidores para anunciar su ‘resurrección’.

Desde entonces, cada mes de marzo y octubre, miles de personas procedentes de México y Estados Unidos se siguen dando cita en Espinazo, en espera de una curación milagrosa o algo que reconforte sus penas.

“El culto está para aquellos quienes han perdido la esperanza, ya sea porque no tienen el dinero para pagar servicios médicos o que están desahuciados. Fidencio no distinguía, sólo les pedía que tuvieran la humildad suficiente para la curación”, señala la investigadora.

A causa de la crisis sanitaria por covid-19 que afectó a la región en 2020, las celebraciones al culto de Fidencio se suspendieron en el pueblo de Espinazo.

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