Esa noche lluviosa del 30 de junio de 1520, en la que los conquistadores españoles huyeron en silencio en sus caballos, llevando consigo el oro que habían arrebatado a los mexicas durante la matanza de la fiesta de Tóxcatl en el Templo Mayor, durante la celebración en honor de Tezcatlipoca, es motivo de análisis al conmemorarse los 500 años del hecho conocido como la Noche Triste.
El arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, dice en entrevista con M2, que ese acontecimiento “exaltó los ánimos de los mexicas, quienes asediaron el palacio de Axayácatl, donde residían los españoles y sus aliados indígenas, lo que motivó que Hernán Cortés pidiera a Moctezuma, prisionero de los españoles —y a quien finalmente asesinarían—, que se asomara para calmar los ánimos de las huestes, pero los mexicas ya habían nombrado a otro tlatoani o gobernante a Cuitláhuac, hermano de Moctezuma”.
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Se ha escrito sobre esas horas de venganza del 30 de junio y madrugada de 1 de julio, en las que los españoles y sus aliados indígenas salieron del Templo Mayor de Tenochtitan por la calle de Tlacopan, hoy Tacuba, utilizando puentes portátiles para pasar por las lagunas, las cuales quedaron convertidas en cementerios y en enormes depósitos donde quedó sumergido el llamado tesoro de Moctezuma, con el que pretendían huir los españoles.
La Noche Triste es narrada en las Cartas de relación de Hernán Cortés y en la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, de Bernal Díaz del Castillo. A esas versiones se sumó la del historiador Miguel León-Portilla con su libro Visión de los vencidos, texto que ofreció por primera vez una interpretación distinta a la escrita por los conquistadores.
En ese devenir, se ha puesto en duda la creencia de que Hernán Cortés lloró precisamente en un ahuehuete localizado en Popotla, porque no hay testimonios que así lo avalen. No obstante, lo que sí es relatado por Díaz del Castillo, es que al conquistador “se le saltaron las lágrimas de los ojos”.
El único vestigio arqueológico que hay de este pasaje de la historia, es el tejo de oro, hundido hace 500 años en los canales de México-Tenochtitlan, que fue localizado en Avenida Hidalgo, frente a la Alameda Central, y ahora resguardado en el Museo Nacional de Antropología. Tras diversos análisis se ha comprobado que esa pieza metálica es resultado de la fundición de joyas mexicas, ya que presentan la misma composición química.
A 500 años de la Noche Triste, tres de los máximos expertos en el estudio de este momento histórico, hablan a MILENIO sobre su significado y lo que representa en la actualidad.
Doctor en Historia, Rodrigo Martínez Baracs, especialista en el periodo de la Conquista, dice que: “la Noche Triste se debe recordar como un acontecimiento consultando las fuentes existentes y leyendo con cuidado a los mejores autores que lo han tratado”.
El también filólogo subraya que “también fue una noche triste para los mexicas que no lograron atrapar a Cortés”. Esa inacción tendría consecuencias, un año después, cuando Cortés encabezaría la caída de México-Tenochtitlan.
Desde la perspectiva de uno de los principales estudiosos de las sociedades prehispánicas del centro de México, el arqueólogo Leonardo López Luján, la Noche Triste es un punto de inflexión “que demostró a los españoles que la caída del imperio mexica, no sería tan rápida ni tan pacífica como ellos lo habían imaginado”.
El acontecimiento, agrega, “es también el arranque de un proceso que significó el sometimiento de millones de personas, la explotación colonial e incontables crímenes de lesa humanidad, incluidos exterminios, traslados forzosos de población, asesinatos, esclavitud, torturas y violaciones. Por desgracia, ese proceso sigue su curso en el México indígena de nuestro tiempo”.
Testimonio arqueológico
López Luján, director del Proyecto del Templo Mayor, quien presentó los estudios científicos y químicos del tejo de oro, único testimonio arqueológico y material de la llamada Noche Triste, afirma que esa “barra de oro de 18 quilates y 2 kilogramos de peso, es el único despojo conocido hasta ahora de esa batalla, pero eso no impide que en el futuro se hagan nuevos hallazgos”.
Hasta donde se sabe, indica el miembro de El Colegio Nacional es “la única evidencia arqueológica de la Noche Triste. En cambio, las fuentes documentales son testimonios de carácter histórico, evocaciones de ese acontecimiento redactadas meses, años o décadas más tarde”.
PCL