El doctor Alberto Peralta de Legarreta es catedrático e investigador de la Facultad de Turismo de la Universidad Anáhuac, y es la persona idónea para conocer los contextos históricos y culturales de nuestras costumbres culinarias. A continuación, lo que nos dijo sobre la rosca de reyes.
¿Cuál es el origen de la rosca que comemos en México?
En lo personal, creo que proviene del exilio español de la Guerra Civil. No pude encontrar recetas de roscones al estilo europeo en los recetarios del XIX, lo cual desde luego no excluye la posibilidad de que sea más antigua. La receta con masa de bizcocho parece una invención propia, pues en Europa se hace con pasta de hojaldre.
El pan de bizcocho sí está en muchos recetarios, pero no con la forma que le damos hoy y mucho menos con los adornos de biznaga, jalea y las franjas de azúcar. La rosca es una idea muy antigua, y aunque aquí parece una recién llegada, en realidad se trata de una adaptación del siglo XX.
La idea de la rosca para recordar la visita de los magos de oriente, ¿cuándo se originó?
Quizá en la Grecia antigua, hace unos 2 mil años, durante las fiestas solsticiales conocidas como las Saturnales. En aquel entonces se preparaban panes redondeados en cuya masa se mezclaban higos, dátiles y miel —quizás el fruitcake europeo también está emparentado con ese origen—; estos panes se regalaban a los pobres.
En el siglo IV, en la época de Constantino I, comenzó la idea de meter un haba seca en la masa y de que quien la encontrara se convertía, simbólicamente, en “rey de reyes” o “rey de la haba”. En la Edad Media, este pan ya se llamaba roscón de reyes.
¿Y por qué el 6 de enero?
El Día de Reyes sucede 12 días después del solsticio de invierno; es decir, "una completitud" después de éste. En occidente tendemos a medir el tiempo mundano como un reflejo que depende del tiempo sagrado, por lo que nos gustan los ciclos y somos afines a formar “completitudes”, algunas relacionadas con nuestra corporalidad como las decenas —basadas en nuestros 10 dedos— y, otras muy anteriores como las docenas, con las cuales percibimos al 12 como un número en el que se refleja la divinidad y el universo que nos rodea.
Así, Cristo tuvo 12 apóstoles, el año tiene 12 meses y 12 son las constelaciones del Zodiaco; contamos 12 horas diurnas y 12 nocturnas, y cada hora puede partirse en cinco secciones de 12 minutos; Jesús apareció 12 veces tras su resurrección, hubo 12 tribus de Israel y 12 son los frutos del Espíritu Santo. En suma, el 12 parece ser un número representativo de lo que está completo y de la perfección. Entonces, la rosca de reyes hoy en día parece simbolizar un ciclo completo del Sol: el ciclo anual.
¿Y eso también se refleja en su forma circular?
Sí, aunque esa forma pudo haberla tomado como una emulación de la corona real o, en el caso católico, de una corona de adviento.
¿Qué otros simbolismos encierra la rosca de reyes?
Para mí, el más importante es el símbolo de lo familiar. Es un pan que nació para ser compartido: con los desposeídos primero, en la mesa para todos después. Es grande, para ser partida y compartida de manera democrática; en esa esencia, se parece al pan de muerto; por eso, desde mi punto de vista, las versiones individuales que se venden en las tiendas de conveniencia, francamente carecen de sentido.
¿Qué hay de su relación con el Día de la Candelaria y la obligación de invitar los tamales?
Parece que todo tiene una liga con el calendario agrícola: después de Navidad, una “completitud” culmina en Día de Reyes, que en calendarios antiguos se llamaba epifanía; es decir que "el Sol niño se manifiesta". El cristianismo tomó este significado y se lo puso a Jesús, que “se manifestó” y los tres confines del mundo conocido mandaron a sus reyes a rendirse ante el “rey de reyes”.
Por otro lado, el 2 de febrero terminó la cuarentena después del parto de María. Ese día Jesús fue presentado en el templo y hoy se celebra la Candelaria: la luz de las candelas o velas, ardiente y amorosa, se presenta.
¿Y eso cómo se une a las creencias del México antiguo?
En Mesoamérica, el 25 de diciembre renacía el Sol después de haberse “detenido” en el horizonte; 13 días después —de este lado no eran 12 sino 13 , pero es lo mismo—, el 2 de febrero, comenzaba según Fray Bernardino de Sahagún el año mexica, justo coincidiendo con “la presentación de la luz” en la Candelaria.
En esas fiestas mexicas se elaboraban tamales —que se consideraban “niños tiernos y solares”— cocidos al interior de una olla “embarazada”. De manera mestiza, hoy en día los mexicanos contemporáneos ligamos ambas fiestas, con dos panes “antagónicos”: la rosca, que implica una promesa, y el tamal, que cumple con dicho compromiso.
Ahora bien, Sahagún señaló que el año mexica comenzaba el 12 de febrero; pero como escribió antes de la imposición del calendario gregoriano en 1582, que restó 10 días al juliano, quedó en el 2 de febrero.
Eso explica también que, si el solsticio es alrededor del 21 de diciembre, hoy celebremos a la virgen de Guadalupe el 12 de diciembre: 10 días antes de dicho momento del año.
Su presencia en la historia
En su obra El Carnaval, el antropólogo e historiador español Julio Caro Baroja expone dos testimonios sobre el roscón de reyes o el rey de la faba, que datan del siglo XII.
El primero proviene del Reino de Navarra, donde en 1361 se designaba rey de la faba al niño que encontraba el haba escondida en la rosca, como sucede hasta el día de hoy en muchos países.
El segundo testimonio corresponde al poeta andalusí Ben Quzman, quien en su Cancionero da fe de una tradición semejante con un pastel llamado hallón o hallullo —un vocablo arcaico que persiste en Granada— en el año nuevo, la cual contenía una moneda oculta. Dichas tradiciones se han conservado durante siglos.
600 Millones de pesos es la derrama económica que generan las roscas de Reyes en México, según la Cámara Nacional de la Industria Panificadora.
7,916 Panaderías se beneficiaron en 2016 con la venta de más de 4 millones de roscas, según la Presidencia de la República.