No queda ninguna duda de que Fernando Valenzuela es uno de los mexicanos más influyentes en el beisbol, convirtiéndose en un hito durante su temporada de novato, al punto de ganar el premio Cy Young y la Serie Mundial con los Dodgers de Los Ángeles (1981).
Es por eso mismo que Los Angeles Times reconoce la Fernandomanía a 40 años de su inicio, a través de su columnista Gustavo Arellano, quien dedicó su espacio para hablar sobre Valenzuela, su “evangelio” y por qué sigue siendo “un ícono mexicoamericano”.
“Practicamos en nuestras habitaciones y frente a frente para el momento en que nuestros mayores nos pidieron que lo hiciéramos por un dólar o cinco o al menos un ‘Así mero, mijo’. No he intentado en más de 30 años, pero el movimiento es memoria muscular para mí y para miles de mis compañeros ahora de mediana edad, zurdos y diestros por igual”, escribe el columnista, en referencia a que muchos latinos crecieron con el estilo de pitcheo del Toro Valenzuela.
“Comience con las manos entrelazadas cerca de la cintura. Levántelos por encima de su cabeza mientras mira hacia el cielo. Lanza tu brazo lo más atrás posible, luego colócalo sobre tu pecho para llover liberación sobre bateadores imaginarios sin oración en tu contra”.
Incluso recuerda cuando Vin Scully describió todo el impulso de la Fernandomanía como una “experiencia religiosa”. En su columna, Arellano menciona que llegó a ver a Valenzuela durante su época con los Angelinos de Anaheim, en el que era una época de declive, incluso sus primos más jóvenes se reían y decían que “no querían lanzar como Fernando”, ignorantes de todo lo que representaba el originario de Navojoa, de quien todavía se espera un sucesor, reconociendo que las expectativas puestas en los peloteros mexicanos pueden ser injustas, pues es difícil hacerle frente al legado de Valenzuela.
“Los fanáticos del béisbol mexicano en el sur de California han esperado en vano la Segunda Venida de Fernandomanía desde entonces. Cada dos años, un pretendiente (Andre Ethier, Nomar Garciaparra, Adrián González, Anthony Rendón) se levanta, pero nunca se conecta como lo hizo Valenzuela. Abrazamos a profetas menores como Julio Urías y Víctor González, lanzadores clave de la escuadra de los Dodgers del campeonato del año pasado, con la resignación de que no son el Único (the One)”.
Incluso señala que los cronistas de la época aseguraban que los latinos “se enorgullecían de quiénes éramos y que no estaba allí antes de que Valenzuela se uniera a los Dodgers, pero eso es falso”, pues todos estuvieron orgullosos de su herencia hispana. “Pero por primera vez en la historia del sur de California, un mexicano fue el mejor de todos… Todos querían ser mexicanos, por una vez. Y se sintió bien”.
Asimismo, señaló que la Fernandomanía ocurrió en la época perfecta, pues de haber sucedido en los años setenta, no habrían suficientes latinos en el sur de California para convertir a Valenzuela en el ícono que fue; además, en los años noventa, habría perdido lustro frente a otros íconos tricolores, como Julio César Chávez y “la siempre trágica” selección mexicana.
“La parábola que deberíamos contarles a las nuevas generaciones es la siguiente: Érase una vez un joven que apareció y ayudó a un pueblo olvidado durante mucho tiempo a llegar a la Tierra Prometida. Pero Fernando Valenzuela no fue nuestro salvador; la salvación todo el tiempo fuimos nosotros”.
OMCS