Su cuerpo no es sólo suyo. En su piel, su tripa o su ombligo vive también una particular comunidad de vecinos que, al igual que usted, puede contribuir en mayor o menor medida al bienestar y buen funcionamiento del 'edificio' que les alberga.
Numerosas investigaciones están demostrando que esas bacterias, hongos y virus con los que convivimos y a los que se les conoce como microbiota tienen un papel importante en muchos procesos fisiológicos e influyen, en función de su perfil, tanto en el riesgo de desarrollar enfermedades como en la efectividad de algunos tratamientos médicos.
Pero, además, esos microorganismos también podrían tener algo que decir sobre su rendimiento deportivo. Eso es lo que sugiere un artículo publicado en Nature Medicine, que ha identificado una familia de bacterias intestinales cuyo papel podría contribuir a mejorar la capacidad física.
Se trata del género Veillonella, un viejo conocido para los estudiosos de la microbiota intestinal.
"Se han hecho muchísimos estudios conectando los microbios de nuestra tripa con todo tipo de procesos", explica José Ordovás, director del departamento de Nutrición y Genómica de la Universidad de Tufts (EEUU). En lo que respecta al ejercicio, continúa, "se había observado que la actividad física podía tener una influencia positiva en la microbiota" -y la Veillonella era una de las familias bacterianas que parecía abundar en el intestino de los atletas-. Sin embargo, explica, hasta ahora ninguna investigación había analizado si la microbiota también podía tener un efecto sobre la capacidad física.
El equipo de Aleksandar Kostic, del Joslin Diabetes Center de Boston (EEUU), quiso adentrarse en esa senda y averiguar en qué medida los microorganismos que se encuentran en mayor abundancia en el organismo de los atletas pueden contribuir también a mejorar el rendimiento físico.
Para ello, reclutaron a 15 deportistas que iban a correr el maratón de Boston en 2015 y analizaron a los 'inquilinos' de su intestino tanto una semana antes y como después de la prueba. Además, compararon los resultados con los de otros 10 individuos de hábitos sedentarios.
El estudio mostró que la familia Veillonella se volvía más abundante en los atletas estudiados después del ejercicio, una asociación que se dispusieron a analizar más a fondo.
Por un lado, los científicos validaron los resultados obtenidos en una muestra de 87 atletas -la mayoría ultramaratonianos y especialistas olímpicos en remo.
Pero, además, también tomaron una cepa de Veillonella y la inocularon en el intestino de 16 ratones, a los que realizaron un seguimiento y compararon con otros animales de un grupo de control.
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Ese análisis demostró que los ratones dopados con la bacteria mejoraban su rendimiento en los test de laboratorio. En concreto, estos animales corrían, de media, un 13% más que los del grupo control.
Aunque no conocen a fondo los mecanismos que explican la relación, los científicos sugieren que se debe al ácido láctico que metabolizan bacterias como las Veillonella.
Durante el ejercicio intenso, los músculos 'convierten' la glucosa en ácido láctico, una sustancia que, según explican, es capaz de llegar al intestino, donde 'alimenta' y promueve el crecimiento de estas bacterias. Estas, a su vez, lo transforman en ácidos grasos de cadena corta -como propionato-, que vuelven a la sangre, desde donde sirven de energía a los músculos del atleta y aumentan su rendimiento.
Las bacterias parecen funcionar como un turbo en un motor de gasolina, aunque, en su trabajo, los investigadores reconocen que no tienen claro el camino exacto que explica esa potencia extra.
Tampoco han podido determinar qué es lo que inicia esta relación: si es el ejercicio quien provoca cambios en la microbiota o viceversa.
Para Sergio Serrano, especialista en microbioma de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), lo más plausible es que sea "el entrenamiento y el ejercicio el que produce cambios en la microbiota que, a su vez, podrían tener efectos sobre la fisiología del ejercicio".
De cualquier forma, este experto no cree -al contrario que los autores de la investigación- que estos nuevos datos puedan llevar, en el futuro, al diseño de suplementos de bacterias capaces de mejorar las habilidades deportivas de una persona.
"Las bacterias son seres difíciles de controlar, y defender los beneficios de los probióticos es, en mi humilde opinión, poco científico a día de hoy", señala.
"Esta bacteria no va a convertir a un sedentario en atleta", coincide Ordovás. "La suplementación con este tipo de bacterias aumentaría su concentración en el intestino. Pero esta bacteria se alimenta de lactato, que no viene de lo que comemos, sino de la actividad física de nuestros músculos. Por lo tanto, si no nos ejercitamos y generamos cantidades sustanciales de lactato, esas bacterias no recibirán alimento y desaparecerán".
No vale con tener las bacterias, "también hay que tratarlas bien", concluyen los expertos, quienes advierten de que "ningún cocktail probiótico librará al que quiera terminar una maratón de un entrenamiento intenso".
eml