El traje sastre evoca poder, autoridad. Debe influir su diseño estructurado, así como su habitual presencia en ambientes profesionales, donde se valoran la determinación y la competitividad. Con su aparición en 1966, el primer traje sastre femenino (obra de Yves Saint Laurent) vino a acicalar la aún incipiente presencia de las mujeres en las oficinas, pero pronto trascendería ese contexto para convertirse en un dress code muy versátil, para toda ocasión.
En esta era de paulatina vuelta a las oficinas, el traje sastre “ha dejado atrás el estereotipo del conjunto aburrido y oscuro”, destaca Pedro Retana, diseñador de moda y fundador de la firma, Pedro R. Más colorido y con nuevas formas, ha dejado de ser propiedad de unos cuantos círculos profesionales —despachos jurídicos, contables, bancos—. “Ahora se le ve en ambientes más heterogéneos, donde el insumo principal es la creatividad”.
El vuelco hacia la comodidad está permeando toda la moda, y el traje sastre no es la excepción, así que un mismo conjunto puede hacer match en diferentes horarios, espacios y actividades. Es el efecto athleisure, tendencia popularizada a finales de los años 1990 que integra la estética y la comodidad sin detrimento de la elegancia. “El genderness es otra tendencia que se refleja en la sastrería de hoy”, añade Pedro Retana.
GAF