El Instituto Cervantes de Madrid rindió un homenaje al cantautor Joaquín Sabina (Úbeda, Jaén, 1949) en el que el músico, poeta y pintor depositó un legado en la Caja de las Letras. Sabina dejó claro que no volverá a los escenarios mientras la gente siga llevando puesta la mascarilla.
“Me siento bien, pero no pienso volver a los escenarios mientras la gente esté con mascarilla y no pueda levantarse, fumar y tomarse una copa. (...) Y me temo que eso no será hasta dentro de un año y medio. Volveré a los escenarios a decir hola y adiós”, anticipó el andaluz.
Sabina, uno de los artistas más reconocidos en España e Hispanoamérica, donó al Cervantes un legado que incluye, entre otros contenidos, la colección completa de la revista literaria argentina Sur, que fue una publicación de referencia cultural entre 1931 (fecha en la que la fundó la escritora Victoria Ocampo) y 1992. La colección cuenta con todos los números publicados (del 1 al 371) y se encuentra en perfecto estado, lo que le añade aún más valor.
Sabina guardó la colección en la caja de seguridad número 1237 de la cámara acorazada de la sede del Instituto Cervantes, en un acto en el que estuvo acompañado por el director de la institución, Luis García Montero, y la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet.
La donación perpetua pasa a formar parte de la Biblioteca Patrimonial del Instituto Cervantes. Sabina también dejó otros objetos personales que han caracterizado su imagen a lo largo de su dilatada carrera, es decir, un bombín, así como varias pinturas hechas por el propio artista andaluz.
También dejó el original manuscrito de una de sus canciones más icónicas, “Que se llama soledad”, al que definió como “mi soneto favorito”, junto con otra copia impresa del mismo.
Quería ser escritor
Posteriormente se celebró un coloquio “Encuentro en torno a Joaquín Sabina” en el que el cantautor dialogó con Luis García Montero, el poeta Benjamín Prado y Nativel Preciado.
Repasaron las múltiples facetas creativas y la carrera profesional de Sabina, que ha vendido millones de discos, ha conseguido los galardones musicales más importantes, ha escrito libros y ha recorrido multitud de países en sus conciertos.
Sabina reconoció que cuando tenía 14 años se preguntó a qué se iba a dedicar en la vida y lo primero que pensó fue en la escritura y la literatura. “Nunca pensé que iba a ser músico y menos cantante, (ahora) en mi casa se escucha muy poca música y menos mía, se escucha de la buena. A los 20 años comencé a cantar para ganarme la vida, en restaurantes de dudosa reputación y eso lo recuerdo poco, más bien me recuerdo escribiendo. Lo de cantar fue viniendo así, porque era el modo de ganarme la vida. Luego ya con mayor rigor y pensando en hacerlo bien sucedió cuando volví de Londres al morir (Francisco) Franco.
“En esa época, las canciones que quería oír no sonaban en la radio, ni en ningún lado. Me di cuenta de que la falta de magia y literatura en las letras era bastante asombrosa. He tratado de dignificar literariamente las letras de las canciones, porque como cantante no era bueno”, expresó Sabina.
Recordó que una vez en Londres, ya trabajando como cantante, en el restaurante Lupita de México, llegó George Harrison con unos amigos a celebrar un cumpleaños.
“Teníamos un truco que era cantarle a los clientes en la oreja lo más desafinado posible, así no echaban de su lado y nos daban un dinero. Eso hice con Harrison, entonces me dio cinco libras, que era mucho dinero. Entonces pensé, con ese ánimo de coleccionista que tengo, que las iba a enmarcar. Pero no, eso me duró en las manos el tiempo que tardé en llegar al primer pub (bar)”, recordó entre risas.
Sabina, además, reconoció que “no he sido nunca un padre ejemplar, ni un marido ejemplar, ni un amante ejemplar. Lo que sí creo es que he sido un amigo ejemplar”.
Dijo que “sin canciones no hubiera hecho tantas giras por América Latina, que me han dado mucha vida”, y subrayó: “Las canciones siempre deben ser cursis”.
Temas económicos
Joaquín Sabina también habló del dinero. “He empezado a pensar en el dinero hace un par de años, y por esa cosa tan pequeño burguesa de asegurarles a mis hijas que no les pase eso que le está pasando a la juventud, que están viviendo peor que sus padres. Yo quisiera que por lo menos vivieran igual. A mí el dinero nunca me ha importado nada, me servía para que mis amigos pudieran ir a los sitios donde no podían por falta de dinero, o los restaurantes. Así que lo despilfarré invitándolos y pasándolo muy bien”.