Comunidad de Altamira que vive de remesas espera un deportado

El poblado de Cuauhtémoc, con más de 5 mil habitantes y 500 familias que dependen del envío de dinero desde EU, recibirá en un mes al primero de los suyos tras ser capturado por ICE

Altamira, Tamaulipas. (Cortesía)
Mario Juárez
Altamira /

Lo que tanto temían los residentes de Villa Cuauhtémoc, en el municipio de Altamira, en un mes se hará realidad; llegará el primero deportado originario de este poblado donde las remesas cobran tal relevancia que les permitió superar hasta la mala calidad que tenían sus viviendas. 

A 30 minutos de la cabecera municipal, la incertidumbre ha comenzado a instalarse en los hogares; el primero de sus paisanos ya está en un Centro de Detención en los Estados Unidos y en marzo lo llevarán a la frontera para deportarlo. 

Más de 500 familias de Villa Cuauhtémoc salen adelante gracias al dinero que llega proveniente de los Estados Unidos, pero además sus migrantes se mantienen al pendiente de lo que ocurre en el lugar, organizan y envían donativos para personas que sufren accidentes, inclusive fueron un factor que hizo la diferencia durante la pandemia de Covid, mandaban efectivo para comprar medicamento y comida para aquellos que no podían salir a trabajar. 

Las casas que antes tenían techos de lámina y paredes endebles, hoy lucen hasta de varios pisos y con jardín, muchas se levantaron con años de trabajo en Estados Unidos, por uno o varios integrantes de la familia. 

Martín Luna, delegado interino del ejido, reconoce que hay un sentido de preocupación: “hemos platicado con varios y nos dicen que los trámites de familiares para tener la residencia se pararon, o incluso quienes ya tienen los papeles, si caen en una falta, pueden ser deportados; hay zozobra por todo este terrorismo que maneja el presidente de Estados Unidos. Muchas familias dependen de las remesas, aquí se vive al día, si haces un recorrido por Villa Cuauhtémoc vas a encontrar casas muy bonitas que son producto del esfuerzo de algún familiar que se fue para el otro lado”. 

La ropa se agita levemente en un patio de escaso césped. Sobre la Villa, el cielo comienza a teñirse oscuro y el viento avisa una tormenta. Pero doña Francisca Vázquez no se apresura a recoger las prendas, su mente está lejos de su hogar. Desde hace dos semanas, su pensamiento viaja hasta una celda donde su nieto espera un destino incierto tras ser deportado de los Estados Unidos. 

Doña francisca, abuela del primer deportado del ejido. (Mario Juárez)
“Alan Gabriel es mi nieto, se fue hace un año para mantener a su familia, su mujer estaba embarazada y quería hacer un solar, su permiso se acabó y los de migración lo agarraron cuando estaba echando gasolina, él mintió que tenía papeles y se puso nervioso. Ahorita está en prisión, en San Angelo, está esperando a que para el 30 de marzo le den su salida, todavía falta y él ya firmó su hoja; yo le pido a Dios que me lo manden rápido”, dijo doña Francisca mientras llora y se tapa la cara. 

Los echan como delincuentes

A Amparo Hernández se le quiebra la voz porque no ha abrazado a sus tres hijas desde hace 20 años que partieron a tierras norteamericanas. “Huyeron de la delincuencia y buscaban una mejor vida, pero allá los están acosando, pareciera que son unos delincuentes y eso duele mucho”. 

Las llamadas desde Estados Unidos ahora llevan consigo una carga de miedo: “¿Cómo están las cosas por allá?”, “¿Han escuchado algo nuevo?”. Nadie tiene respuestas certeras, pero todos saben que la política migratoria de la Casa Blanca puede traer más despedidas y sueños truncados.

Amparo Hernández tiene tres hijas en EU desde hace 20 años. (Mario Juárez)


SJHN


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