De niño fui danzante y en la UAdeC hoy recuperamos esas tradiciones: Salvador Hernández

El rector de la universidad recordó la historia de cuando movió el guaje y la nahuilla.

Salvador Hernández asegura que la ciencia no lo ha alejado de la tradición. (Especial)
Editorial Milenio
Torreón, Coahuila. /

Como rector de la Universidad Autónoma de Coahuila, Salvador Hernández Vélez asegura que la primera prioridad de los centros de enseñanza debe ser la difusión de la cultura. Y justo en el día en que se le dedican cantos, rezos y reliquias a San Judas Tadeo, patrón de los casos difíciles y desesperados, dijo que luego del trabajo le esperaría en casa un plato rebosante de las sopas y el asado, pues la ciencia no lo ha alejado de la tradición.

Incluso de niño y al vivir en un pueblo minero donde no había energía eléctrica, recuerda que el ingenio le permitió siempre contar con alimentos ricos en nutrientes, pero sobre todo de un entretenimiento maravilloso, motivo por el cual y con el permiso de sus padres, pudo ser parte de la danza de matlachines y bailar al ritmo de un tambor y dos violines que tocaban los viejos del pueblo.

“Yo nací en Viesca, Coahuila, pero mi papá trabajaba en la mina de mi abuelo que él era un pequeño minero en un pueblo junto a la estación del ferrocarril en Durango; pertenece al municipio de San Juan de Guadalupe, que colinda con el municipio de Viesca, están pegados los dos municipios y ahí viví toda mi infancia. Era un pueblo donde no había luz eléctrica ni agua potable ni drenaje. Era un pueblo chiquito”.

A pesar de las carencias, siendo niño Hernández Vélez aprendió que todo se puede resolver con algo de ingenio e incluso recordó que en ese ranchito vivió en mejores condiciones que cuando llegó a Torreón para estudiar la secundaria.

“En el pueblo resolvíamos de mucha mejor manera, por ejemplo, en la casa yo recuerdo que no había refrigerador porque no había luz eléctrica, sin embargo, había muchos procedimientos para conservar los alimentos y nunca había escasez de comida. Mi abuela tenía un cuarto especial, chiquito como de tres por tres, con ventanas y puerta de tela mosquitera y ahí adentro, comprábamos la reja de tomates, por ejemplo, lo rebanábamos y lo colgábamos en un hilo para que se secara. Lo guardaba en frascos y cuando lo necesita sólo lo hidrataba otra vez. Así le hacía con las papas, los chiles, había más formas de conservar”.

En ese pueblo había varias danzas y un maestro en la primaria llevó a los niños para apreciar el baile y para que, de desearlo, se integraran con la aceptación de los padres porque se hacía un gasto para hacer la nahuilla y comprar los accesorios. Así Salvador Hernández Vélez fue parte de la danza de matlachines.

“Sí, yo fui danzante de niño con ellos y recuerdo bien que había el viejo de la danza, el diablo que nos chicoteaba, pero era la persona que mejor sabía danzar, no se dedicaba a echar chistes o hacer escándalo, era el mejor danzante y nos preparaba durante un tiempo, antes de danzar y si no lo hacíamos bien, nos traía bien cerquita. Ahí el tamborero lo era de verdad, alguien que sabía tocar muy bien, pero lo acompañaban siempre dos viejitos que tocaban violín”.

En la recuperación de la memoria, Hernández Vélez extrajo una expresión en su contexto pues se dijo “Cada venida de obispo”. Es decir, se usa cuando se piensa en que algo puede no ocurrir con la frecuencia que se espera. Y en la comunidad donde vivió siendo niño era posible que el cura fuera una vez al año pero, si se trataba del obispo, la vista era improbable, más aún en una comunidad ejidal sin agua y sin luz.

“Durante los doce años que viví en el rancho nunca fue el obispo, pero en el rancho, las fiestas que hacían y que iban los sacerdotes, una cosa que me impresionaba mucho es que a la hora de los cánticos, había tres señoras, una de ellas era mi tía abuela, tocaban viola y violonchelo y cantaban precioso en el coro de la iglesia, y ahora no hay eso, ni en las misas.

“Cuando iba de vacaciones a Viesca, yo veía todas esas expresiones. El 25 de julio es el día de Santo Santiago Apóstol, que es el que encabezó a los cristianos para expulsar a los moros de España. Representaban y decían El amorisma, la representaban a caballo de un lado con los moros, y del otro lado los cristianos a caballo y nosotros viendo la representación en la plaza que, como niños nos impresionaba a todos”.

El rector dijo que al instalar un Jardín Etnobiológico del Semidesierto, la Universidad Autónoma de Coahuila, vuelve a Viesca con la intención de recuperar aspectos culturales trascendentes a través de los saberes, tradiciones y sabores.

EGO

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