En conjunto con su padre, fundador de Fomares, y un equipo de especialistas como Sylvia Earle (presidenta de Mission Blue, exploradora residente de National Geographic Society y nombrada “heroína del planeta” por Time Magazine), Paul Nicklen (Cofundador de la organización SeaLegacy y fotógrafo), Cristina Mittermeier (bióloga marina, fotógrafa mexicana para National Geographic y cofundadora de SeaLegacy) y Rodrigo Friscione (fotógrafo submarino), Gabriela creó este fondo para salvaguardar los mares y crear corredores seguros entre territorios para que las especies migratorias lleguen a sus destinos.
México es uno de los países más biodiversos. Su territorio marítimo es 150 por ciento más grande que el terrestre. Con 315 hectáreas de mar, cuenta con una gran cantidad de especies en peligro debido a la actividad humana.
- Te recomendamos Amnistía Internacional México lamenta la muerte del activista Mario Vergara Política
¿Cómo surge Fomares?
Nace de la necesidad de cubrir la brecha financiera que existe entre los recursos económicos disponibles y los que son necesarios para operar programas que ayuden a conservar los mares.
Apoyamos proyectos de conservación marina que se apeguen a los modelos y tendencias mundiales, como la creación e implementación de Áreas Marinas Protegidas (AMP) de gran escala, con superficies mayores a las 10 millones de hectáreas. Algunos ejemplos son el Parque Nacional de Revillagigedo y el Corredor Marino del Pacífico Este Tropical, que pasa por Colombia, Ecuador, Costa Rica y Panamá.
¿Cuál es el mayor obstáculo en el proceso de defender los océanos?
Sin duda, los intereses encontrados por la voracidad de la industria pesquera y la industria minera submarina. Otro obstáculo es la desinformación que confunde a las comunidades y a muchas organizaciones de la sociedad civil, y que desvía la atención de los principales retos que enfrentamos en este proceso de protección.
Asimismo, el turismo mal regulado se ha convertido en una amenaza tanto para la flora como para la fauna de los ecosistemas marinos y costeros.
¿Otros países tienen esta misma problemática?
Algunos países sí. Sin embargo, hay otros como Chile, Colombia y Panamá en los que sus gobiernos han sido muy abiertos a participar en iniciativas como la 30x30 de High Ambition Coalition, que pretende que al menos 30% del planeta esté protegido para el año 2030.
México está lejos de cumplir con este compromiso firmado en diciembre del 2021, pues actualmente solo 5% de la Zona Económica Exclusiva se encuentra protegido. Si el país se compromete con la firma del decreto para proteger las aguas del Mar de Cortés y del Pacífico Sudcaliforniano, podríamos destinar fondos para ayudar tanto a su implementación como a proyectos de investigación, conservación y apoyo.
Para lograr tener áreas protegidas, es necesario que la comunidad participe. ¿Qué proceso han empleado para informar a las personas sobre el cuidado de sus mares?
Es imperativo que ellos mismos formen parte de la solución y que estén activamente involucrados. No todas las áreas protegidas están habitadas, como es el caso del Parque Nacional Revillagigedo. Esta AMP, es la más grande de Norteamérica, y un nuevo modelo exitoso de conservación a nivel mundial: se trata de un archipiélago no habitado, pero con normas de protección que son cumplidas por todos los visitantes.
¿Qué consejo le darías a quienes tienen los recursos para invertir en investigación e implementación de este tipo de programas?
Lo que se hace en la tierra repercute siempre en el mar. Tenemos que sensibilizarnos sobre este tema. Lo que pasa en las ciudades, así como lo que comemos, tiene un gran impacto en la salud del océano; las primeras comunidades afectadas siempre son las costeras.
Habría que vincular de nuevo a la gente con el mar, no solo de una forma extractiva, sino para enseñarles el valor que tiene en la vida de todos. El océano produce más de la mitad del oxígeno que respiramos, regula el clima en el mundo entero, absorbe cantidades enormes de CO2, y aun así no somos conscientes de todos los servicios que nos provee.
El cambio climático está teniendo un efecto importante en el desempeño de estos servicios, los polos se están derritiendo y el mar se acidifica, enfermando la vida que hay ahí adentro. Es así de simple: sin mares sanos no podría existir la vida en la Tierra como la conocemos.
mrevistademilenio.com
Escanea el código y suscríbete a nuestro newsletter.