Jaquelin Febrillet tenía 26 años y trabajaba a dos cuadras de las Torres Gemelas cuando los aviones secuestrados por los yihadistas las derribaron el 11 de septiembre de 2001.
En 2016, 15 años después de aquel horror, la hoy madre de tres hijos fue diagnosticada con un cáncer metastásico. La única explicación: la nube de cenizas y desechos tóxicos en la cual se encontró inmersa aquel día.
Un caso similar es el de Richard Fahrer, de 37 años y que por 2001 trabajaba en Manhattan como agrimensor.
Hace 18 meses, tras padecer dolores de estómago, los médicos le detectaron cáncer de colon, enfermedad que afecta mayormente a hombres mucho mayores.
Más allá de los casi 3 mil fallecidos en el derrumbe del World Trade Center, Nueva York no ha terminado de contar aún las personas enfermas de cáncer y otros males graves, ligados a la nube tóxica que planeó durante semanas sobre el sur de la isla.
Miles de bomberos, rescatistas y voluntarios en labores de rescate fueron los primeros afectados.
Un censo del WTC Health Program, un programa federal de salud reservado a los sobrevivientes de los atentados, dio cuenta de cáncer en 10 mil de ellos.
A finales de junio, más de 21 mil neoyorquinos se había registrado en el programa de salud, dos veces más que en 2016; 4 mil fueron diagnosticados con algún tipo de cáncer, sobre todo de próstata, seno y piel, sumándose a los 10 mil ya contabilizados.
Donald Trump ratificó en julio una ley que postergó de 2020 a 2090 la fecha límite para presentar demandas ante un fondo federal especial de indemnización.
El fondo debe ser refinanciado tras agotar su presupuesto inicial de 7 mil 300 millones de dólares, con una indemnización de 240 mil dólares por enfermo y 682 mil por fallecido.
El Congreso reconoció que se debe cubrir a “una persona que era bebé (durante los atentados), hasta su muerte”, explica Matthew Baione, abogado representante de Febrillet y Fahrer.
“Nunca hubo un ataque comparable al del 11 de septiembre”, subrayó. “Nadie podía predecir lo que pasaría con miles de millones de toneladas de materiales de construcción en combustión durante 99 días”, que liberaron en el aire grandes cantidades de productos químicos, entre ellos dioxinas, amianto y otras sustancias cancerígenas.
Frebillet y Fahrer deploran que Nueva York no protegiera lo suficiente a sus residentes. La prioridad era que “la Bolsa reabriera en días”, dice Febrillet. _