Las primeras imágenes del sábado 7 de octubre mostraron a un Goliat sanguinario hiriendo al pequeño David. Pero las de los días subsecuentes están mostrando la realidad: en este duelo, el gigante es David. Y está tomando venganza.
Si Hamás pudo lanzar su operación sangrienta “Tormenta de Al Aqsa” empleando la secrecía, el ingenio, el engaño y la sorpresa, esos son instrumentos que agotaron su utilidad el día en que fueron usados.
Ahora, en plena contraofensiva “Espada de Hierro”, es el momento de la capacidad de fuego y de la alta tecnología, en las que las fuerzas armadas israelíes destacan a nivel mundial y gozan de una superioridad aplastante en el plano local.
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Es, además, la oportunidad de mostrar sobre el terreno, en situaciones verdaderas y en tiempo real, la eficacia de los modelos más recientes fabricados por la industria militar israelí, para su exitosa promoción en los mercados.
En 2022, las exportaciones israelíes de armas crecieron un 50 por ciento sobre el año previo, hasta alcanzar 12 mil 556 millones de dólares, lo que hace del pequeño país el décimo proveedor mundial.
Según la inteligencia israelí, Hamás dispone de unos 30 mil combatientes. Entre mil 100 y mil 500 de los mejor entrenados y más motivados murieron en la acometida de estos días.
Israel, por su parte, tiene 169 mil 500 soldados en activo y una reserva de 465 mil personas, de las que ha desplegadoa 300 mil en la frontera de Gaza.
Parapentes vs cazas
La parte más espectacular de la ofensiva sorpresa de Hamás fueron los parapentes. Como la franja de Gaza es un gran banco de arena plano, sin montañas u otras alturas, para que unas alas con uno o dos hombres, su equipo y sus armas pudieran elevarse, improvisaron ventiladores a modo de hélices.
Los combatientes se entrenaron en campos en el sur del territorio, cerca del mar, a no más de seis kilómetros de la frontera, burlando la vigilancia de los drones israelíes.
Esa era la “fuerza aérea” de la organización islamista, que probablemente desapareció por completo cuando sus pilotos corrieron la suerte de otros cientos de milicianos que ingresaron a Israel y fueron perseguidos y muertos.
Sus enemigos, en cambio, cuentan con una potente alineación de aeronaves que supera a cualquier otra de la región, incluso las de Turquía y Egipto.
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Entre las más destacadas están sus 30 cazas F-35 Lightning II, fabricados por la estadunidense Lockheed Martin. Forman una familia de aparatos “invisibles” para los radares, de un solo piloto y un solo motor, que sirve tanto para combate aéreo como para ataques terrestres, guerra electrónica, espionaje y vigilancia.
También cuentan con sus 196 cazas F-16 Soufa y 83 F-15 Ra’am, así como los franceses Mirage (a los que llaman Kfir,) para un total de 339 aeronaves de combate, así como 142 helicópteros, incluidos 43 Apache.
Cohetes vs Domo de Hierro
Los cohetes Qassam, fabricado artesanalmente en Gaza, y los iraníes M302 que emplean Hamás y la milicia Yihad Islámica no tienen posibilidad alguna de alcanzar aviones como estos. De hecho, son imprecisos hasta para atacar en tierra. Cuestan entre 300 y 800 dólares.
Para detenerlos, Israel montó en 2011 un sistema defensivo llamado Domo de Hierro: se estima que está formado por 11 baterías desplegadas por todo el país. Cada una de ellas tiene un alcance de 70 kilómetros, y cuenta con radares y cuatro lanzadores, que a su vez albergan 20 interceptores.
Cuando el radar detecta el disparo de un cohete en Gaza, un centro de control calcula la trayectoria y determina si tiene posibilidades de alcanzar un área poblada o si, como ocurre con la mayoría, se estrellará en un punto vacío del desierto o el mar (a veces, caen dentro de la misma Gaza). Si es el primer caso, dispara un interceptor y guía su trayectoria para destruir el proyectil en el aire.
Fabricadas por la empresa israelí Rafael Advanced Defense Systems, cada batería cuesta alrededor de 100 millones de dólares y un interceptor, 50 mil.
Aunque se dice que su eficacia es de 90 por ciento, la ofensiva de Hamás forzará a rehacer los cálculos porque el 7 de octubre, los cohetes lanzados desde Gaza fueron tantos (2 mil 500 en pocas horas) que abrumaron el sistema, golpearon lugares en medio país, tan lejos como Tel Aviv, y mataron a decenas de personas.
En todo caso, el daño que causan es incomparablemente menor que el de las bombas israelíes.
Por ejemplo, las ‘bunker busters’ (destroza búnkers), o municiones de penetración subterránea, bombas que al tiempo de romper estructuras de hormigón lanzan una carga explosiva de gran potencia.
El dominio casi total que ha establecido Israel sobre el espacio aéreo de Gaza implica que los miembros de Hamás son blancos permanentes cuando están en la superficie. En cuanto un drone los detecta, un proyectil los mata.
En su afán de no ser blancos fáciles los islamistas han construido una extensa red subterránea de túneles, centros de comando y de comunicaciones, fábricas de armas y dormitorios, que no solo les permite protegerse, sino también sorprender al enemigo.
Contra ellos, Israel emplea ‘bunker busters’ de dos tipos: los que tienen una nariz reforzada para sobrevivir al impacto inicial, y cuyo peso les permite penetrar el suelo hasta el objetivo y estallar una vez dentro; y los que llevan dos cargas: la primera es pequeña y sirve para abrir el piso sobre el blanco y la segunda, mucho mayor, explota cuando ya está adentro.
Estas últimas también sirven contra torres y edificios: entran desde el techo hasta llegar a los cimientos y estallan, provocando el colapso total.
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Además, la organización internacional Human Rights Watch denuncia que Israel está dispersando sobre áreas pobladas fósforo blanco, un químico que mata a las personas con quemaduras terribles.
Drones domésticos vs. drones de una tonelada
Otra novedad que mostró Hamás en esta operación fue el uso de sus drones bombarderos Al-Zouari, que pueden ser usados para soltar granadas. Son modificaciones de aparatos de uso doméstico que recuerdan a las usadas por el crimen organizado mexicano para hostigar a población civil y grupos rivales en Michoacán y otras zonas.
La industria israelí, en cambio, ha dotado a su ejército de algunos de los modelos más avanzados del mercado. Los Hermes 450 y 900, de la israelí Elbit Systems, tienen una envergadura de 15 metros de un extremo a otro de las alas, pesan una tonelada, pueden volar a una altura de 9 mil metros durante 30 horas, y llevar una carga explosiva de 300 kilos.
Su competidor, hecho por Israel Aerospace Industries, es el Heron TP, capaz de llegar a los 10 mil 500 metros y volar por 52 horas, pero su carga es menor, de 250 kilos. De ambos pueden echar mano las fuerzas israelíes.
Morteros vs. tanques
Los milicianos de Hamás cuentan con morteros de 120 milímetros, contra el Howitzer Atmos 200 autopropulsado israelí, un camión dotado de alta potencia de fuego y movilidad, con sistemas computarizados para ubicar objetivos y cañones de calibre 155 milímetros.
Hamas también tiene el misil guiado antitanque Konkurs para contener los tanques Merkava, que están basados en el alemán Leopard 2, que está siendo usado por las tropas ucranianas en su ofensiva reciente.
La superioridad más importante, sin embargo, empequeñece a todas las demás. Es como la piedra de la honda de David… pero con efectos miles de millones de veces más devastadores.
Tanto, que Israel no la puede usar en Gaza. Sirve para disuadir a otras naciones, pero emplearla contra los palestinos sería destruirse a sí mismo, porque ninguna frontera ni muro podría contener la radiación de alguna de las 200 bombas nucleares que se estima ha construido en su reactor de Dimona, el cual se encuentra en el desierto del Negev, a solo 80 kilómetros de Gaza.
Tan cerca y tan lejos del alcance de la ofensiva de Hamás.
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HCM