De 1900 a la fecha se tienen registrados alrededor de 90 sismos de gran magnitud (arriba de los 6.0 de magnitud) en el territorio mexicano, de acuerdo con cifras del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública. Se estima que estos fenómenos naturales han dejado por lo menos 15,000 muertes.
Pero además de la instrumentación inmediata de programas contra desastres naturales dirigidos a mitigar las pérdidas de un importante número de familias, pronto la preocupación comenzó a centrarse en el impacto que los sismos tendrían en la actividad productiva del país.
Apenas a dos días del terremoto del 19 de septiembre de 2017, Citibanamex anunció que Citibanamex, Coca-Cola y PEMEX son algunas de las empresas que se sumaron a la ola de ayuda a los damnificadas por el sismo, pero a paso lento. el recuento de daños estimaba un impacto económico relativamente moderado, entre 0.3% y 0.4% del Producto Interno Bruto (PIB) para ese trimestre y una reducción de 0.1% para el anual.
Otras instituciones financieras, como Banco Base y Banorte, realizaron evaluaciones similares. Por su parte, el Servicio Geológico de Estados Unidos (EU) calculó que los daños estaban entre 1,000 y 10,000 millones de dólares (mdd).
Pero quizá la reacción del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) haya sido la más importante, pues en apenas diez días llevó a cabo y publicó los resultados de la Encuesta sobre las Afectaciones de los Sismos de Septiembre de 2017. Se trató del primer ejercicio en su tipo realizado por el Instituto para atender una emergencia originada por desastres naturales. Algunos de los resultados más relevantes de la encuesta del INEGI fueron que 83.9% de los establecimientos no sufrieron daños, mientras que 16.1% declaró haber sufrido alguna afectación.
Por su parte, los negocios que suspendieron actividades un solo día después del sismo fueron, 49.4% de Morelos; 48.5% de Puebla; 47.9% de la Ciudad de México; 46.9% de Tlaxcala; 42.0% de Chiapas; 38.1% del Estado de México; 35.3% de Oaxaca y 31.3% de Guerrero. Estos, de acuerdo con los especialistas, son los indicadores que nos podrían dar alguna pista sobre los costos económicos de un sismo de esta magnitud.
Lo macro
Sin embargo, a un año de los acontecimiento del 19-S, las estimaciones sobre el impacto en el crecimiento del PIB han sido diversas: van desde quienes consideran un efecto moderado de aproximadamente una décima de punto porcentual, hasta quienes estiman que el efecto pudo incidir en un punto porcentual al crecimiento total del país. De acuerdo con el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (CEESP), estos eventos tienen un impacto inmediato por el lado de la oferta, toda vez que diversos negocios detienen sus operaciones por varios días, dependiendo la zona y el alcance de los daños.
“Sin embargo, se considera que esta situación es temporal y que una vez pasada la contingencia, el periodo de recuperación fue un promotor de mayor dinamismo de la actividad productiva del país”, aclaran sus analistas. Por su parte, Jonathan Heath, economista mexicano especializado en perspectivas macroeconómicas, explica que, contrario a lo que suele pensar la gente, un temblor no tiene un efecto negativo sobre la economía, sobre el PIB, por la destrucción de los edificios, sino por el cierre de establecimientos.
“No hay ventas, no hay consumo, la gente no puede ir a un restaurante a consumir porque está todo cerrado. Eso sí tiene un efecto negativo inmediato en la economía”, dice el especialista, aunque es muy difícil establecer una cifra. Agrega que: “Pensemos que pudo haber sido un día completo, donde toda la actividad económica paró: estaríamos hablando de dos o tres puntos decimales menos.”
En ese sentido, fue muy importante la estimación del INEGI sobre cuántos establecimientos cerraron y cuánto tiempo lo hicieron. “De manera intuitiva, podríamos pensar que en 2017 quizás podríamos haber llegado a 2.8% o 2.9%, en lugar de 2.3% por efecto del temblor”, menciona el economista Heath. “En términos de porcentaje, el sector más afectado fue el de servicios privados no financieros, en donde 16.5% de los establecimientos concentrados en las zonas geográficas más dañadas por el sismo tuvieron alguna afectación. Le siguió el comercio con 16.2% y el sector manufacturero con 14.5%”, dicen los analistas del CEESP.
Ese es el efecto de muy corto plazo, agrega el economista, pero el tercer trimestre de 2017 muestra una caída de 0.1% y es muy probable que haya sido por causa de los temblores, pero por esa misma época también azotó un huracán muy fuerte en el golfo. Sin embargo, si atendemos a lo que sucedió en el cuarto trimestre del año anterior, resulta que hubo un “efecto rebote”, con un crecimiento de 0.9% a finales de 2017 y de 1% a inicios de este.
¿Impulso a la construcción?
Aunque no se puede considerar que hubo sectores beneficiados, las cifras sí indican un repunte para algunos de ellos. De acuerdo con el CEESP, “se puede decir que algunos segmentos, principalmente comerciales y de servicios, fueron los que tuvieron un repunte temporal en su actividad, ya que muchos de ellos se relacionan con las actividades posteriores al sismo, como materiales de construcción y servicios de salud, entre los más relevantes”. Heath coincide: “Si analizamos las cifras; encontramos que hubo un incremento en la construcción de octubre a diciembre y hasta marzo.
De hecho, el crecimiento fue de aproximadamente 3%, lo cual es muy importante y, de acuerdo con varios testimonios, tiene que ver directamente con la reconstrucción”. Pero este fue un efecto de corto plazo, pues de acuerdo con Heath, los indicadores ya se han normalizado, “aunque todavía no tenemos los datos: será hasta el 20 de septiembre cuando salgan los componentes del PIB por el lado del gasto”.
Por lo pronto sabemos, agrega, que hubo una caída en la inversión fija bruta, medida en el indicador mensual, si tomamos el promedio con los meses de abril, mayo y junio para compararlo con los tres meses de enero a marzo, con una caída de 0.5%. “Ya no hubo ese efecto que ayudó a la construcción en el corto plazo, pero lo sabremos con más detalle cuando conozcamos las cifras”.
Por su parte, el CEESP también considera que el impacto de los sismos de 2017 en el sector de la construcción no se debe sobreestimar porque “muchos de estos trabajos los realizaron las mismas familias afectadas en las zonas rurales más alejadas. Si bien hubo programas de construcción de nueva vivienda, no fue de tal magnitud para haber generado un impulso significativo en el sector”.
El uso de los recursos
Finalmente, queda el tema del destino de los recursos para ayuda a los damnificados, tanto de programas oficiales del gobierno federal, como de organismos internacionales. Para canalizar el dinero se han creado diversos fideicomisos públicos que han reunido donaciones, sobre todo para la reconstrucción de viviendas.
Uno de ellos es Fuerza México, del Consejo Coordinador Empresarial y que recauda donaciones de empresas, sociedad civil y organismos internacionales. De acuerdo con su Reporte Anual, publicado en agosto pasado, ha reunido 406 millones de pesos (mdp), que se han distribuido de la siguiente manera: 58.4% a proyectos de reconstrucción que están por ejecutarse; 35% a proyectos de reconstrucción ya ejecutados; 1.9% para ayuda humanitaria; 0.9% en donaciones especiales, como software y hardware, y el resto en gastos operativos. Con estos recursos, Fuerza México ha tenido incidencia en 85 de los 400 municipios afectados de los ocho estados.
Otro programa similar es el 1X1, que agrupa a Citibanamex, la Fundación Alfredo Harp Helú, Televisa, Coca-Cola, Pepsico México, World Vision México y Petróleos Mexicanos (PEMEX), por medio del cual se han entregado viviendas a las familias que resultaron damnificadas en 16 municipios de Oaxaca. El 5 de este mes, 1X1 entregó 15 de las 656 casas que tiene contempladas con los 186 mdp que ha logrado recaudar a través de donaciones. Mención aparte merecen los recursos prometidos por los partidos políticos y gobiernos para ayudar a los damnificados.
Tan solo entre PRI, PAN y Morena prometieron donar 523 mdp de su financiamiento. Sobre el tema, para los analistas del CEESP se presentaron serias dificultades en la distribución de la ayuda. “Se puede decir que en algunos casos se politizó, dada la cercanía o prácticamente ya iniciadas las campañas electorales. Esto se percibió en la distribución de ayuda alimenticia y de materiales para construcción con logotipos o repartidos por algunas fracciones de partidos políticos.”
Lo cierto es que hasta la fecha se siguen distribuyendo recursos para apoyar a la rehabilitación de las zonas afectadas. Y la falta de transparencia ha sido un factor importante en el ejercicio de los recursos para la reconstrucción después de un año.