Al frente de empresas pequeñas que fabrican y se abastecen totalmente en Estados Unidos, algunos empresarios aprendieron a lidiar con la globalización y no esperan milagros de los eventuales aranceles de Donald Trump.
"Hace 25 años que escucho que la industria volverá a Estados Unidos, pero en lugar de una marea, se trata de granitos de arena y nada más", resumió Stephen Liquori.
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Desde hace 40 años está al frente de Goodwear, que fabrica camisetas o shorts en Massachusetts a partir de algodón 100 por ciento producido en Estados Unidos, con 70 años, vio cómo la industria textil dejaba poco a poco el país.
Tras la adhesión de China a la OMC en 2001 y la supresión de las cuotas de exportación, cientos de miles de empleos textiles desaparecieron en el país.
"En 1999/2000 teníamos siete fábricas estadunidenses que nos abastecían, porque nuestro volumen era muy alto", recuerda Liquori.
"Todas cerraron y eso obligó a encontrar proveedores a través de la Red de Productores Textiles Estadunidenses", explica.
"Goodwear encontró su nicho, de productos de calidad a precios razonables que duran diez, 20 años, o más", señala su fundador.
De imponerse aranceles por parte del gobierno de Donald Trump, los consumidores tendrían que pagar más caros sus productos, aunque Goodwear seguirá lejos de los precios en las grandes tiendas.
"Trump no va a calmar la inflación rápidamente, de hecho, va a añadirle presión a los precios, desafortunadamente", sentencia.
Producción deslocalizada
La preocupación es la misma para Shuyler Mowe, al frente de Nicks Handmade Shoes, con sede en Spokane (estado de Washington, noroeste), una fábrica de calzado de trabajo de alta calidad, a mano y con cuero estadunidense, principalmente destinado a los bomberos.
"Tal vez a corto plazo los derechos de aduana podrían ayudarnos, pero la preocupación es que si impulsa la inflación, habrá que pagar más salarios y aumentar los costos de producción", resume.
El joven ejecutivo advierte que no hay que esperar a corto plazo sobre la ambición de Trump de devolver la producción a Estados Unidos.
"No se trata simplemente de abrir una fábrica, hay que reconstruir toda una cadena de suministro, si de verdad queremos tener mayor capacidad industrial doméstica, tomará años", declara.
"Nos mentimos a nosotros mismos si creemos que vamos a fabricar iPhones (en Estados Unidos), ya no somos capaces de hacer zapatos", lanza Stephen Liquori, citando a Nike.
"Cada dos meses me llama alguien para decirme que quiere trasladar su producción a Estados Unidos", cuenta Jim Barber, de Luke's Toy Factory.
"Son personas que creen que su empresa puede trabajar por encargo haciendo juguetes, cuando en realidad esta Pyme fabrica sus propios productos a mano", detalla.
Barber no cree que los consumidores sigan el movimiento, puesto que sería un cambio de paradigma para grandes empresas acostumbradas a aplastar costos para satisfacer a sus accionistas.
"Algunos dicen que la gente está dispuesta a pagar más si está fabricado en Estados Unidos y es falso, el que dice eso no estudió el mercado", zanjó.
"Hay claramente una franja de clientes que quieren productos made in the USA, pero tengo la impresión de que es menos importante que hace 10 o 15 años", concluyó.
ARE