El Brexit, una idea para la era pasada

FT Mercados

El proyecto de "Gran Bretaña Global" se basa en una serie de supuestos optimistas que eran válidos en 1990, pero que ya no aplican en la actualidad.

“Gran Bretaña asume un mundo que se mueve hacia el libre comercio, en el que EU es el ancla de Occidente y China es solo un mercado prometedor".
GIDEON RACHMAN
Ciudad de México /

Echa un vistazo alrededor del mundo. ¿Cuáles parecen ser las amenazas potenciales más grandes? A los estrategas les preocupa el surgimiento de una China autoritaria, una Rusia sin leyes y las amenazas de nuevas guerras en Medio Oriente o Corea del Norte. Los economistas destacan los peligros de una guerra comercial. Los abogados señalan el rechazo a los tratados internacionales de “Estados Unidos primero” del gobierno de Donald Trump. Los ecologistas y un número creciente de votantes insisten en la importancia primordial del cambio climático en el mundo.

Muy pocas personas podrían argumentar con seriedad que Alemania, o los movimientos hacia una mayor unidad europea, representan la mayor amenaza, incluso para Gran Bretaña. Sin embargo, esas opiniones eran comunes en el Reino Unido hace 30 años. De hecho, ofrecieron las bases intelectuales y emocionales para el rechazo hacia la Unión Europea (UE) que culminó con el voto del Brexit en 2016.

La reunificación de Alemania después de la caída del Muro de Berlín en 1989, la creación de la moneda única europea y las pláticas sobre la unión política en Europa, representaron una profunda conmoción para el Reino Unido conservador a principios de 1990, y reavivaron los antiguos temores del poder alemán.

Margaret Thatcher, la primera ministra británica de ese entonces, realizó seminarios con eminentes historiadores, donde meditaron sobre la histórica “agresividad, asertividad, intimidación y egoísmo” de Alemania. Nicholas Ridley, un miembro de su gabinete, renunció después de dar una entrevista en la que comparó a Helmut Kohl, el canciller de Alemania, con Adolf Hitler.

Los hombres que impulsaron el Brexit —personas como Boris Johnson, Nigel Farage y Michael Gove— se lanzaron a la vida pública en esos años y se moldearon profundamente por la atmósfera de esa época. Nombrado como corresponsal en el extranjero en Bruselas en 1989, Johnson avivó el miedo a una “Europa federal” de la tribu conservadora.

Pero 30 años más tarde, los temores de una UE imperialista, encabezada por una Alemania con ánimo de revancha, se ven absurdos. En la actualidad, los alemanes suelen recibir regaños de sus aliados occidentales debido a su pacifismo.

Con los temores de una agresión alemana relegados a los libros de historia, que es donde pertenecen, la afirmación de relevancia contemporánea del Brexit ahora se basa en el lema “Gran Bretaña Global”.

La tesis es que la Unión Europea representa una proporción cada vez menor dentro de la economía mundial. El verdadero crecimiento llega de Asia y otros mercados emergentes. Entonces, los partidarios argumentan que tiene sentido que Gran Bretaña se libere de una Europa inflexible, para buscar las oportunidades globales.

Pero una vez más, el análisis no está actualizado. La “Gran Bretaña Global” se basa en una serie de supuestos optimistas sobre el mundo que eran válidos en la década de 1990, pero que ya no aplican en la actualidad.

Gran Bretaña asume un mundo que se mueve hacia el libre comercio y no en el lado opuesto; un mundo en el que las finanzas globales se expanden con confianza; en el que Estados Unidos (EU) es el ancla de Occidente, y tiene un compromiso incuestionable con la OTAN, y en el que  Rusia está postrada y China es solo un mercado prometedor, no una superpotencia emergente.

Nada de esto es cierto ahora. En su lugar, Gran Bretaña se enfrenta a un mundo en el que las normas internacionales se caen bajo la presión de una renovada competencia entre las grandes potencias y el resurgimiento del proteccionismo de Estados Unidos. Es un momento excepcionalmente peligroso para lanzar el proyecto de un país global.

Nada ilustra mejor este problema que la insistencia de los brexiters en que un “Brexit sin acuerdo” es perfectamente factible, porque Gran Bretaña simplemente puede regir su actividad económica bajo las reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Incluso si la OMC gozara de una salud perfecta, esto sería cuestionable, porque sus reglas aún conllevarían aranceles elevados para los automóviles y los alimentos. Pero la OMC está en serios problemas porque EU sabotea de forma deliberada su mecanismo de solución de controversias, como parte del ataque que emprende Donald Trump contra el sistema de comercio mundial.

La presión sobre la OMC aumentará si la guerra comercial entre EU y China se intensifica. Los aranceles estadounidenses y las restricciones a las exportaciones de tecnología hacia China aumentan la posibilidad de que el mundo avance a un sistema de comercio basado en bloques rivales. Eso hace que sea el peor momento posible para que el Reino Unido considere abandonar su propio acuerdo comercial preferencial con la UE.

Si Johnson se convierte en primer ministro a finales de este verano, rápidamente tendrá que concentrarse en las amenazas reales que enfrenta el país en la era moderna.

Casi todas estas amenazas son más fáciles de manejar mediante el uso de la fuerza de la UE. Pero, de forma absurda, la principal prioridad de Johnson será abandonar el bloque.



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